Tercer Miércoles de Cuaresma - Lecturas Espirituales de la Iglesia
Miércoles III semana
de Cuaresma
Éxodo 33,7-11. 18-23;
34,5-9. 29-35
Bienaventurados los
limpios de corazón porque ellos verán a Dios
Teófilo de
Antioquía
A Autólico 1,2.7
Tú me dices:
«Muéstrame a tu Dios»; yo te diré a mi vez: «Muéstrame tú al hombre que hay en
ti», y yo te mostraré a mi Dios.
Muéstrame, por tanto,
si los ojos de tu mente ven y si oyen los oídos de tu corazón.
Pues de la misma
manera que los que ven con los ojos del cuerpo, con ellos perciben las
realidades de esta vida terrena y advierten las diferencias que se dan entre
ellas –por ejemplo, entre la luz y las tinieblas, lo blanco y lo negro, lo
deforme y lo bello, lo proporcionado y lo desproporcionado, lo que está bien
formado y lo que no lo está, lo que existe de superfluo y lo que es deficiente
en las cosas–, y lo mismo se diga de lo que cae bajo el dominio del oído –sonidos
agudos, graves o agradables–, eso mismo hay que decir de los oídos del corazón
y de los ojos de la mente, en cuanto a su poder para captar a Dios.
En efecto, ven a Dios
los que son capaces de mirarlo, porque tienen abiertos los ojos del espíritu.
Porque todo el mundo tiene ojos, algunos los tienen oscurecidos y no ven la luz
del sol. Y no porque los ciegos no vean ha de decirse que el sol ha dejado de lucir,
sino que esto hay que atribuírselo a sí mismos y a sus propios ojos. De la
misma manera, tienes tú los ojos de tu alma oscurecidos a causa de tus pecados
y malas acciones.
El alma del hombre
tiene que ser pura, como un espejo brillante.
Cuando en el espejo
se produce el orín, no se puede ver el rostro de una persona; de la misma
manera, cuando el pecado está en el hombre, el hombre ya no puede contemplar a
Dios.
Pero puedes sanar, si
quieres. Ponte en manos del médico, y él punzará los ojos de tu alma y de tu
corazón. ¿Qué médico es éste? Dios, que sana y vivifica mediante su Palabra y
su sabiduría. Pues por medio de la Palabra y de la sabiduría se hizo todo.
Efectivamente, la palabra del Señor hizo el cielo, el aliento de su boca,
sus ejércitos. Su sabiduría está por encima de todo: Dios, con su
sabiduría, puso el fundamento de la tierra; con su inteligencia, preparó los
cielos; con su voluntad, rasgó los abismos, y las nubes derramaron su rocío.
Si entiendes todo
esto, y vives pura, santa y justamente, podrás ver a Dios; pero la fe y el
temor de Dios han de tener la absoluta preferencia en tu corazón y entonces
entenderás todo esto. Cuando te despojes de lo mortal y te revistas de la
inmortalidad, entonces verás a Dios de manera digna. Dios hará que tu carne sea
inmortal con su alma, y entonces, convertido en inmortal, verás al que es
inmortal, con tal de que ahora creas en él.
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