Tercer Jueves de Cuaresma - Lecturas Espirituales de la Iglesia
Jueves III semana de
Cuaresma
Éxodo 34,10-28
El sacrificio
espiritual de la oración
Tertuliano
Sobre la oración 28-29
La oración es el
sacrificio espiritual que abrogó los antiguos sacrificios. ¿Qué me importa
el número de vuestros sacrificios?, dice el Señor. Estoy harto de
holocaustos de carneros, de grasa de cebones; la sangre de toros, corderos y
chivos no me agrada. ¿Quién pide algo de vuestras manos? Lo que Dios desea,
nos lo dice el evangelio: Se acerca la hora, dice, en que los que
quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad. Porque Dios
es espíritu, y desea un culto espiritual.
Nosotros somos, pues,
verdaderos adoradores y verdaderos sacerdotes cuando oramos en espíritu y
ofrecemos a Dios nuestra oración como aquella víctima propia de Dios y acepta a
sus ojos. Esta víctima, ofrecida del fondo de nuestro corazón, nacida de la fe,
nutrida con la verdad, intacta y sin defecto, integra y pura, coronada por el
amor, hemos de presentarla ante el altar de Dios, entre salmos e himnos,
acompañada del cortejo de nuestras buenas obras, y ella nos alcanzará de Dios
todos los bienes.
¿Podrá Dios negar
algo a la oración hecha en espíritu y verdad, cuando es él mismo quien la exige
? ¡Cuántos testimonios de su eficacia no hemos leído, oído y creído! Ya la
oración del Antiguo Testamento liberaba del fuego, de las fieras y del hambre,
y, sin embargo, no había recibido aún de Cristo toda su eficacia.
¡Cuánto más
eficazmente actuará, pues, la oración cristiana! No coloca un ángel para apagar
con agua el fuego, ni cierra las bocas de los leones, ni lleva al hambriento la
comida de los campesinos, ni aleja, con el don de su gracia, ninguna de las
pasiones de los sentidos; pero enseña la paciencia y aumenta la fe de los que sufren,
para que comprendan lo que Dios prepara a los que padecen por su nombre.
En el pasado, la
oración alejaba las plagas, desvanecía los ejércitos de los enemigos, hacía
cesar la lluvia. Ahora la verdadera oración aleja la ira de Dios, implora a
favor de los enemigos, suplica por los perseguidores. ¿Y qué tiene que
sorprenderte que pueda hacer bajar del cielo el agua (del bautismo) si pudo
también impetrar las lenguas de fuego?
Solamente la oración
vence a Dios; pero Cristo la quiso incapaz del mal y todopoderosa para el bien.
La oración sacó a las
almas de los muertos del mismo seno de la muerte, fortaleció a los débiles,
curó a los enfermos, liberó a los endemoniados, abrió las mazmorras, soltó las
ataduras de los inocentes. La oración perdona los delitos, aparta las
tentaciones, extingue las persecuciones, consuela a los pusilánimes, recrea a
los magnánimos, conduce a los peregrinos, mitiga las tormentas, aturde a los
ladrones, alimenta a los pobres, rige a los ricos, levanta a los caídos,
sostiene a los que van a caer, apoya a los que están en pie.
Los ángeles oran
también, oran todas las criaturas, oran los ganados y las fieras que se
arrodillan al salir de sus establos y cuevas y miran al cielo: pues no hacen
vibrar en vano el aire con sus voces. Incluso las aves cuando levantan el vuelo
y se elevan hasta el cielo, extienden en forma de cruz sus alas, como si fueran
manos, y hacen algo que parece también oración.
¿Qué más decir en
honor de la oración? Incluso oró el mismo Señor a quien corresponde el honor y
la fortaleza por los siglos de los siglos.
Comentarios
Publicar un comentario