Segundo Miércoles de Cuaresma - Lecturas Espirituales de la Iglesia
Miércoles II semana
de Cuaresma
Éxodo 17,1-6
Por medio de figuras aprende
Israel a venerar al Señor
Ireneo de Lyón
Contra los herejes 4,14,2-3; 15,1
Dios, a causa de su
magnanimidad, creó al hombre al comienzo del tiempo; eligió a los patriarcas
también con vista a su salvación; formó de antemano al pueblo para enseñar a
los que le ignoraban cómo seguir a Dios; preparaba a los profetas para habituar
al hombre sobre la tierra a llevar su Espíritu y a poseer la comunión con Dios;
él, que no tenía necesidad de nada, concedía su comunión a quienes necesitaban
de él.
Construía, como un
arquitecto, un edifico de salvación para aquellos a quienes amaba; a los que no
le veían, les servía él mismo de guía en Egipto; a los turbulentos, en el
desierto, les daba una ley plenamente adaptada; a los que entraban en una
tierra magnífica, les procuraba la herencia apropiada; por último, para quienes
tornaban hacia el Padre, él inmolaba el novillo mejor cebado y les obsequiaba
con la mejor vestidura. Así, de
múltiples maneras, iba predisponiendo al género humano a la concordancia de la
salvación.
Por esto, dice Juan
en el Apocalipsis: Era su voz como el estruendo de muchas aguas. Pues
son, en verdad, múltiples las aguas del Espíritu de Dios, porque rico y grande
es el Padre. Y, pasando a través de todas ellas, la Palabra concedía
liberalmente su asistencia a los que e eran sumisos, prescribiendo a toda
criatura una ley idónea y apropiada.
Así, pues, daba al
pueblo leyes relativas a la construcción del tabernáculo, a la edificación del
templo, a la designación de los levitas, a los sacrificios y ofrendas, a las
purificaciones y a todo lo demás del servicio del culto.
Dios no tenía
necesidad alguna de todo eso: desde siempre está lleno de toda clase de bienes,
conteniendo en sí mismo todo olor de suavidad y todos los aromas de los
perfumes antes incluso de que Moisés naciera.
Pero así educaba a un
pueblo siempre propenso a tornar a los ídolos, disponiéndole a través de
numerosas prestaciones a perseverar en el Servicio de Dios, llamándole por
medio de las cosas secundarias a las principales, es decir, por las figuras; a
la verdad; por lo temporal, a lo eterno; por lo carnal, a lo espiritual; por lo
terreno, a lo celeste. Es así que fue dicho a Moisés: Te ajustarás al modelo
que te fue mostrado en la montaña.
Durante cuarenta
días, en efecto, aprendió a retener las palabras de Dios, los caracteres
celestes, las imágenes espirituales y las figuras de las realidades por venir.
Pablo dice igualmente: Bebían de la roca espiritual que les seguía; y la
roca era Cristo». Y de nuevo, después de haber recorrido los
acontecimientos relatados en la ley, añade: Todo esto les sucedía como un
ejemplo: y fue escrito para escarmiento nuestro, a quienes nos ha tocado vivir
en la última de las edades.
Mediante figuras,
pues, aprendían a temer a Dios y a perseverar en su servicio, de manera que la
ley era para ellos a la vez una disciplina y una profecía de las cosas por
venir.
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