Segundo Domingo de Cuaresma - Lecturas Espirituales de la Iglesia
II Domingo de Cuaresma
Éxodo 13,17 - 14,9
La ley, por Moisés; la gracia y la
verdad, por Jesucristo
León Magno
Sermón 51,3-4.8
El Señor puso de manifiesto su gloria
ante los testigos que había elegido e hizo resplandecer de tal manera aquel
cuerpo suyo semejante al de todos los hombres, que su rostro se volvió
semejante a la claridad del sol y sus vestiduras aparecieron blancas como la
nieve.
En aquella transfiguración se trataba
sobre todo de alejar de los corazones de los discípulos el escándalo de la
cruz, y evitar así que la humillación de la pasión voluntaria conturbara la fe
de aquellos a quienes se había revelado la excelencia de la dignidad escondida.
Pero con no menor providencia se estaba
fundamentando la esperanza de la Iglesia santa, ya que el cuerpo de Cristo en
su totalidad podría comprender cuál habría de ser su transformación, y sus
miembros podrían contar con la promesa de su participación en aquel honor que brillaba
de antemano en la cabeza. A propósito de lo cual había dicho, el mismo Señor,
al hablar de la majestad de su venida: Entonces los justos brillarán como el
sol en el reino de mi Padre. Cosa que el mismo apóstol Pablo corroboró,
diciendo: Considero que los trabajos de ahora no pesan lo que la gloria que
un día se nos descubrirá; y de nuevo: Estáis muertos y vuestra vida está
con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces
también vosotros apareceréis juntamente con él en gloria.
Pero en aquel milagro hubo también
otra lección para confirmación y completo conocimiento de los apóstoles. Pues
con el Señor aparecieron en conversación Moisés y Elías, por tanto la ley y los
profetas: para que se cumplieran con toda verdad en presencia de aquellos cinco
hombres lo que está escrito: Toda palabra debe apoyarse en dos o tres testigos.
¿Y pudo haber una palabra más
firmemente establecida que ésta, en cuyo anunció resuena la trompeta de ambos
Testamentos, y los instrumentos de las antiguas afirmaciones concurren con la
doctrina evangélica?
Las páginas de los dos Testamentos se
apoyaban entre sí; y el esplendor de la actual gloria ponía de manifiesto y a
plena luz al que los anteriores signos habían prometido bajo el velo de sus
misterios: porque como dice San Juan, la ley se dio por medio de Moisés, la
gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo, en quien se cumplieron
a la vez la promesa de las figuras
proféticas y la razón de los preceptos legales, ya que con su presencia
atestiguó la verdad de las profecías y con su gracia otorgó a los mandamientos
la posibilidad de su cumplimiento.
Que la predicación del santo Evangelio
sirva, por tanto, para la confirmación de la fe de todos, y que nadie se
avergüence de la cruz de Cristo, gracias a la cual quedó redimido. Que nadie
tema tampoco sufrir por la justicia, ni desconfíe del cumplimiento de las
promesas, porque por el trabajo se va al descanso, y por la muerte se pasa a la
vida, pues el Señor echó sobre sí toda la debilidad de nuestra condición y si
nos mantenemos en su amor, venceremos lo que él venció, y recibiremos lo que
prometió.
En efecto, ya se trate de cumplir los
mandamientos o de tolerar las adversidades, nunca debe dejar de resonar en
nuestros oídos la palabra pronunciada por el Padre: Éste es mi Hijo, el
amado, mi predilecto; escuchadle.
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