Primer Sábado de Cuaresma - Caminar con los Padres de la Iglesia
Si cada uno
tomara lo necesario no habría ricos, pero tampoco pobres
De la
Homilía de San Basilio, obispo, sobre la parábola del rico insensato
Lectura
bíblica: Mt 25, 41 – 46; Dt 15, 7 - 11
Comentario
Continúa
San Basilio su exhortación a los ricos a propósito de la parábola del rico
insensato (Lc 12, 16 – 21). ¿Qué predicaría hoy este Padre de la Iglesia en un
mundo como el nuestro, donde el afán de lucro y la propiedad privada se
idolatran como si fueran valores absolutos? Su enseñanza conserva plena
actualidad: nadie tiene derecho a acumular riquezas que superen las propias
necesidades para vivir dignamente, mientras otros carezcan de lo necesario. El
ideal bíblico es el de un orden social donde al que tenga mucho no le sobre, ni
tampoco le falte al que tenga poco, de modo que cada familia posea lo necesario
para vivir dignamente (Ex 16, 17 - 18; 2 Co 8, 13 - 15).
Fragmento de la Homilía
Y fíjense
qué ridículo. ¿Qué decisiones va a tomar el que ya tiene un pie en la tumba?
«Derribaré mis graneros y edificaré otros». Y yo le diría: harás muy bien.
Porque esos graneros de injusticia son dignos de ser derribados.
Echa por
tierra con tus propias manos lo que tú mismo edificaste injustamente. Destruye
esos trojes, ya que nunca sirvieron para remediar a nadie. Derriba esa casa
cuna de la avaricia, desmantela los techos, derrumba las paredes, muestra al
sol ese trigo carcomido, saca de la cárcel esa riqueza prisionera... «Derribaré
mis graneros y construiré otros más grandes». Pero si también llenas éstos,
¿qué harás entonces? ¿Los volverás a derribar y los volverás a reedificar? Y
¿qué cosa más ridícula que trabajar sin tregua para construir con afán y
destruir con el mismo afán? Si quieres graneros, ahí tienes las casas de los
pobres.
Tú
insistes: ¿a quién hago agravio reteniendo lo que es mío? Pero vamos a ver:
¿qué es eso que llamas tuyo? ¿Lo tomaste de alguna parte para
venirte con ello a la vida? Es como si uno, por ocupar primero un asiento en el
teatro, echara luego fuera a los que entran, apropiándose de lo que está allí
para uso de todos. Pues así son los ricos: por haberse apoderado primero de lo
que es de todos, se lo apropian a título de primer ocupante. Si cada uno
tomara lo que cubre su necesidad, y se limitara a dejar lo demás para quienes
lo necesiten, nadie sería rico, pero nadie sería tampoco pobre. ¿No saliste
desnudo del vientre de tu madre? ¿No has de volver igualmente desnudo al seno
de la tierra? Entonces, ¿de dónde procede lo que ahora tienes? Si respondes que
del azar, eres impío no reconociendo al Creador y no agradeciendo lo que has
recibido. Pero si confiesas que todo te viene de Dios, dinos por qué razón lo
has recibido.
¿Acaso es
Dios injusto por el hecho de que los medios de vida estén repartidos
desigualmente? ¿Por el hecho de que tú seas rico y el otro pobre? ¿No será más
bien para que tú seas coronado por saber dar, y el otro por saber ser paciente?
Pues entonces, ¿cómo es posible que tú creas no cometer agravio contra nadie,
cuando lo encierras todo en los fondos insaciables de tu avaricia, y defraudas
a tantos y tantos? Avaro es el que no se contenta con lo necesario, y ladrón el
que quita lo suyo a otros. Y tú, ¿no eres avaro ni ladrón, si estás
apropiándote de lo que se te dio sólo para que lo administrases? Si
llamamos ladrón a aquel que desnuda a un vestido, ¿vamos a llamar de otra
manera al que no viste a un desnudo, pudiéndolo hacer? El pan que tú retienes es
del hambriento. Los vestidos que guardas en tus arcas son del desnudo.
El
calzado que se pudre en tu casa es del que va descalzo. Y en resumen:
estás ofendiendo a todos cuantos puedes socorrer.
Y algunos
piensan: esas palabras son muy bonitas, pero los billetes todavía lo son más.
Es como hablar sobre la castidad a los lujuriosos, que, si los atacas por sus
amantes, el mero recuerdo ya les mueve el deseo. ¿Cómo te pondría yo ante los
ojos los sufrimientos del pobre, a ver si caes en la cuenta de qué gemidos
producen tus tesoros? «Apártense de mí, malditos, al fuego eterno, porque
tuve hambre y no me dieron de comer...». Fíjense que no se acusa ahí al ladrón,
sino que se condena al que no quiere dar de «lo suyo». Yo les he dicho lo
que creía convenirles. Ahora les toca a ustedes cumplirlo. Si lo cumplen,
tienen bien claros los bienes que se les prometen. Pero si desobedecen, también
está escrita la amenaza que pido a Dios no vayan tener que probar por experiencia. Tomen el
buen consejo, para que su riqueza se convierta en su redención, y caminen hacia
los bienes que les están preparados por la gracia de Dios.
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