Primer Domingo de Cuaresma - Día Internacional de la Mujer
Lucas 7,36-50
En este tiempo de Cuaresma, donde
una de las líneas de reflexión pastoral es acerca de la renovación de nuestra vocación misionera, no podemos dejar pasar
por alto esta fecha tan especial: el Día
Internacional de la Mujer.
Y esto no porque yo sea mujer,
sino porque es parte del mandato y
del ejemplo que Jesús nos dejó: la defensa
de las minorías, de l@s oprimid@s, de l@s vulnerad@s en sus derechos; la
defensa de aquell@s a quienes se ha maltratado y sometido históricamente de
distintas formas; la defensa de aquell@s a quienes se les ha excluido,
marginado, pisoteado su autoestima y quitado su dignidad.
Históricamente el papel que la
mujer ha ocupado en la sociedad se encuentra fuertemente vinculado a los roles
de esposa, ama de casa y madre, elementos que han transversalizado la vida de
las mujeres, determinando su valor y posición en la sociedad de referencia.
Estos roles las han exaltado o condenado, las han puesto en un sitio de
privilegio o en los últimos lugares, las han hecho acreedoras de beneficios o
de los más crueles maltratos y menosprecios.
Es así que en sociedades antiguas,
las mujeres eran tenidas en alta estima, gozando de privilegios y cuidados
especiales, estando instituida la transmisión hereditaria materna puesto que
era la única realmente comprobable. Sin embargo, a partir del momento en que se
establece la monogamia para la mujer y la herencia por línea paterna, este
colectivo cae en desgracia.
En línea con lo anterior y como lo
hemos comentado en otras ocasiones, la sociedad hebrea era fuertemente
patriarcal y machista. A la mujer le estaba vetada la vida pública, la
educación y toda otra actividad que fuera considerada patrimonio de los
hombres.
Además de ello, la mujer era
considerada impura por menstruar, luego de dar a luz y no era lo
suficientemente digna como para participar en igualdad de condiciones de la
vida religiosa, estándole prohibido entrar a ciertos lugares del Templo y
llevar adelante determinados rituales.
Y es en este contexto
socio-cultural en el que se desenvuelve la situación relatada en los versículos
que elegí para hoy.
Como se mencionó en la reflexión
del 16/06/2013, el término fariseo
significa “separado”; eran judíos rigurosos (Hch. 26:5) que, posiblemente como
reacción a la influencia creciente del helenismo, se aferraron a la ley mosaica
dando énfasis en la observancia estricta de ritos y ceremonias; creían ser superiores y por eso se
apartaban de la gente común; defendían la doctrina de la predestinación,
considerándola compatible con el libre albedrío; asimismo creían en la
inmortalidad del alma, en la resurrección corporal, en la existencia de ángeles
y espíritus, así como en la recompensa y en los castigos después de la muerte.
En lo estrictamente religioso,
consideraban que Dios otorgaba la gracia a aquellos que se ajustaban
estrictamente a la observancia de la
Ley , por lo que formalizaron
la espiritualidad y le dieron mayor importancia a sus manifestaciones externas
que a lo que realmente había en el corazón del creyente.
Es así que uno de los
protagonistas de esta historia se
consideraba superior y con derecho a
juzgar al resto por al menos dos razones: era hombre y fariseo. A eso debemos sumarle que la otra
protagonista tenía todo para perder: era
mujer, pecadora (prostituta), de mala fama, por lo tanto, impura con todas las
letras.
Y tan superior y con tanto derecho
se sentía el fariseo, que incluso juzga la actitud de Jesús de permitir la
permanencia y el contacto de esta mujer con él.
Frente a este hecho, Jesús toma
una actitud revolucionaria y escandalosa
para la época: sale en defensa de la
mujer, teniéndolas en alta estima y consideración.
Y Jesús no sale en defensa sólo de
esta mujer: en los evangelios encontramos múltiples referencias a su actitud (y
al beneplácito de Dios en general) en pro de este colectivo y de la
reciprocidad con que actuaban aquellas que eran receptoras de sus bendiciones (Mt.
9:18-26; 27:55-56, 61; 28:9-10; Mr. 1:29-39; 16:9; Lc. 1:48; 7:11-17; 7:36-50; 8:2-3;
10:38-42; 13:10-17; 23:56; 24:1, 9-11; Jn. 4:7-42; 8:1-11; 20:15-18; Hch. 1:14).
Y en los versículos de referencia,
Jesús destaca y defiende muchas de las características y actitudes de las
mujeres que son objeto general de crítica por parte de much@s: somos
emprendedoras, valientes, sensibles, cariñosas, humildes, serviciales, empáticas,
nos brindamos por entero y estamos dispuestas a dar a los demás aún lo que no
tenemos para nosotras, entre otras tantas cosas.
Jesús sale en defensa de estas
cualidades! Mujer no te avergüences nunca de lo que eres! Dios te creó así,
Dios te ama así!
Cuestionamiento
Jesús murió en la cruz por todos y
todas; no murió en la cruz para salvación de los hombres (varones) porque para
Cristo no hay varón ni mujer (Gá. 3:28); en ese instante trajo salvación a
TODOS Y TODAS; cuidado con lo que estamos reproduciendo en nuestras iglesias!
Debemos cuestionarnos si dentro de
nuestras comunidades no estamos reproduciendo el machismo de la sociedad
patriarcal que nos rodea! Cuidado de no ser como el fariseo que menosprecia a
la mujer que está ungiendo los pies de Jesús!
Cuidado con lo que reproduce
nuestros discursos! ¿Qué dicen nuestros dichos y nuestras actitudes respecto de
las mujeres en nuestras comunidades de fe? ¿Qué dicen nuestros dichos y
nuestros hechos de nuestras parejas, nuestras hijas, nuestras madres, nuestras
hermanas, nuestras tías, nuestras abuelas, nuestras nueras, etc.?
Conclusión
Si Dios nos devolvió la dignidad como mujeres, no la
regalemos ni permitamos que nadie nos la quite. Valoremos, defendamos y
respetemos lo que somos y cómo somos.
Si Dios le devolvió su dignidad a las mujeres de tu entorno,
tú no se la pisotees. Valóralas, defiéndelas y respétalas.
Buena semana para todos y todas.
Pastora Ana Mássimo
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