Jueves después de Cenizas - Lecturas Espirituales de la Iglesia
Jueves después de
Ceniza
Éxodo 1,1-22
Purificación por el ayuno y la
misericordia
León Magno
Sermón sobre la
Cuaresma 6,1-2
Siempre, hermanos, la
misericordia del Señor llena la tierra, y la misma creación natural es para
cada fiel verdadero adoctrinamiento que le lleva a la adoración de Dios, ya que
el cielo y la tierra, el mar y cuanto en ellos hay, manifiestan la bondad y
omnipotencia de su autor, y la admirable belleza de todos los elementos que le
sirven está pidiendo a la creatura inteligente una acción de gracias.
Pero cuando se
avecinan estos días, consagrados más especialmente a los misterios de la
redención de la humanidad, estos días que preceden a la fiesta pascual, se nos
exige con más urgencia una preparación y una purificación del espíritu.
Porque es propio de
la festividad pascual que toda la Iglesia goce del perdón de los pecados, no
sólo aquellos que nacen en el sagrado bautismo, sino también aquellos que desde
hace tiempo se cuentan ya en el número de los hijos adoptivos.
Pues si bien los
hombres renacen a la vida nueva principalmente por el bautismo, como a todos
nos es necesario renovarnos cada día de las manchas de nuestra condición
pecadora, y no hay nadie que no tenga que ser cada vez mejor en la escala de la
perfección, hay que insistir ante todo para que nadie se encuentre bajo el
efecto de los viejos vicios el día de la redención.
Por ello en estos
días hay que poner especial solicitud y devoción en cumplir aquellas cosas que
todos los cristianos deberían realizar en todo tiempo; así viviremos, en santos
ayunos, esta Cuaresma de institución apostólica, y precisamente no sólo por el
uso menguado de los alimentos, sino sobre todo ayunando de nuestros propios
vicios.
Y no hay cosa más
útil que unir los ayunos santos y razonables con la limosna, que, bajo la única
denominación de misericordia, contiene muchas y laudables acciones de piedad,
de modo que, aun en medio de situaciones de fortuna desiguales, puedan ser
iguales las disposiciones de ánimo de todos los fieles.
Porque el amor, que
debemos tanto a Dios como a los hombres, no debe verse nunca impedido hasta tal
punto que no podamos realizar libremente lo que es bueno ante Dios y ante
nuestros hermanos. Pues de acuerdo con lo que cantaron los ángeles: Gloria a
Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor, el que
se compadece caritativamente de quienes sufren cualquier calamidad, no sólo es bienaventurado
en virtud de su benevolencia, sino por el bien de la paz.
Las realizaciones del
amor pueden ser muy diversas y, así, en razón de esta misma diversidad, todos
los buenos cristianos pueden ejercitarse en ellas, no sólo los ricos y
pudientes, sino incluso los de posición media y aun los pobres; de este modo,
quienes son desiguales por su capacidad de hacer limosna son semejantes en el
amor y afecto con que la hacen.
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