Lecturas Espìrituales para el Tiempo de Adviento - Domingo III
Juan era la voz, Cristo es la Palabra
Agustín de Hipona
Sermón 293,3
Juan era la voz, pero
el Señor es la Palabra que en el principio ya existía. Juan era una voz
provisional; Cristo, desde el principio, es la Palabra eterna. Quita la
palabra, ¿y qué es la voz? Si no hay concepto, no hay más que un ruido vacío.
La voz sin la palabra llega al oído, pero no edifica el corazón.
Pero veamos cómo
suceden las cosas en la misma edificación de nuestro corazón. Cuando pienso lo
que voy a decir, ya está la palabra presente en mi corazón; pero, si quiero
hablarte, busco el modo de hacer llegar a tu corazón lo que está ya en el mío.
Al intentar que
llegue hasta ti y se aposente en tu interior la palabra que hay ya en el mío, echo
mano de la voz y, mediante ella, te hablo: el sonido de la voz hace Llegar
hasta ti el entendimiento de la palabra; y una vez que el sonido de la voz ha
llevado hasta ti el concepto, el sonido desaparece, pero la palabra que el
sonido condujo hasta ti está ya dentro de tu corazón, sin haber abandonado el
mío.
Cuando la palabra ha
pasado a ti, ¿no te parece que es el mismo sonido el que está diciendo: Ella
tiene que crecer y yo tengo que menguar? El sonido de la voz se dejó sentir
para cumplir su tarea y desapareció, como si dijera: Esta alegría mía está
colmada. Retengamos la palabra, no perdamos la palabra concebida en la
médula del alma. ¿Quieres ver cómo pasa la voz, mientras que la divinidad de la
Palabra permanece? ¿Qué ha sido del bautismo de Juan? Cumplió su misión y
desapareció. Ahora el que se frecuenta es el bautismo de Cristo. Todos nosotros
creemos en Cristo, esperamos la salvación en Cristo: esto es lo que la voz hizo
sonar.
Y precisamente porque
resulta difícil distinguir la palabra de la voz, tomaron a Juan por el Mesías.
La voz fue confundida con la palabra: pero la voz se reconoció a sí misma, para
no ofender a la palabra. Dijo: No soy el Mesías, ni Elías, ni el Profeta.
Y cuando le
preguntaron: ¿Quién eres?, respondió: Yo soy la voz que grita en el
desierto: «Allanad el camino del Señor». La voz que grita en el desierto, la
voz que rompe el silencio. Allanad el camino del Señor, como si dijera:
«Yo resueno para introducir la palabra en el corazón; pero ésta no se dignará
venir a donde yo trato de introducirla, si no le allanáis el camino».
¿Qué quiere decir: Allanad
el camino, sino: «Suplicad debidamente? » ¿Qué significa: Allanad el
camino, sino: «Pensad con humildad»? Aprended del mismo Juan un ejemplo de
humildad. Le tienen por el Mesías, y niega serlo; no se le ocurre emplear el
error ajeno en beneficio propio.
Si hubiera dicho: «Yo
soy el Mesías», ¿cómo no lo hubieran creído con la mayor facilidad, si ya le
tenían por tal antes de haberlo dicho? Pero no lo dijo: se reconoció a sí
mismo, no permitió que lo confundieran, se humilló a sí mismo.
Comprendió dónde
tenía su salvación; comprendió que no era más que una antorcha, y temió que el
viento de la soberbia la pudiese apagar.
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