Lecturas Espirituales de la Iglesia para el Tiempo de Adviento - Martes 1
Martes, I semana de
Adviento
¡Qué admirable intercambio!
San Gregorio
Nacianceno ([1])
Sermón 45,9.22.26.28
El Hijo de Dios en
persona, aquel que existe desde toda la eternidad, aquel que es invisible,
incomprensible, incorpóreo, principio de principio, luz de luz, fuente de vida
e inmortalidad expresión del supremo arquetipo, sello inmutable, imagen
fidelísima, palabra y pensamiento del Padre, él mismo viene en ayuda de la
criatura, que es su imagen: por amor del hombre se hace hombre, por amor a mi
alma se une a un alma intelectual, para purificar a aquellos a quienes se ha
hecho semejante, asumiendo todo lo humano, excepto el pecado. Fue concebido en
el seno de la Virgen, previamente purificada en su cuerpo y en su alma por el Espíritu
(ya que convenía honrar el hecho de la generación, destacando al mismo tiempo
la preeminencia de la virginidad); y así, siendo Dios, nació con la naturaleza
humana que había asumido, y unió en su persona dos cosas entre sí contrarias, a
saber, la carne y el espíritu, de las cuales una confirió la divinidad, otra la
recibió Enriquece a los demás, haciéndose pobre él mismo, ya que acepta la
pobreza de mi condición humana para que yo pueda conseguir las riquezas de su
divinidad.
Él, que posee en todo
la plenitud, se anonada a sí mismo, ya que, por un tiempo, se priva de su
gloria, para que yo pueda ser partícipe de su plenitud.
¿Qué son estas
riquezas de su bondad? ¿Qué es este misterio a favor mío? Yo recibí la imagen
divina, mas no supe conservarla. Ahora él asume mi condición humana, para
salvar aquella imagen y dar la inmortalidad a esta condición mía; establece con
nosotros un segundo consorcio mucho más admirable que el primero. Convenía que
la naturaleza humana fuera santificada mediante la asunción de esta humanidad por
Dios; así, superado el tirano por una fuerza superior, el mismo Dios nos
concedería de nuevo la liberación y nos llamaría a sí por mediación del Hijo.
Todo ello para gloria del Padre, a la cual vemos que subordina siempre el Hijo
toda su actuación.
El buen Pastor que
dio su vida por las ovejas salió en busca de la oveja descarriada, por los
montes y collados donde sacrificábamos a los ídolos; halló a la oveja
descarriada y, una vez hallada, la tomó sobre sus hombros, los mismos que
cargaron con la cruz, y la condujo así a la vida celestial. A aquella primera
lámpara, que fue el Precursor, sigue esta luz clarísima; a la voz, sigue la
Palabra; al amigo del esposo, el esposo mismo, que prepara para el Señor un
pueblo bien dispuesto, predisponiéndolo para el Espíritu con la previa
purificación del agua.
Fue necesario que
Dios se hiciera hombre y muriera, para que nosotros tuviéramos vida. Hemos
muerto con él, para ser purificados; hemos resucitado con él, porque con él
hemos muerto; hemos sido glorificados con él, porque con él hemos resucitado.
[1] Gregorio
Nacianceno (nacido en Nacianzo, Capadocia del Imperio romano, 329 y fallecido en el mismo
lugar en el 25 de enero de 389), también conocido comoGregorio de Nacianzo o Gregorio
el Teólogo, fue un arzobispo cristiano deConstantinopla del siglo IV.1 Está ampliamente
considerado como el más completo estilista retórico de la patrística.2 Como orador y filósofo formado en la
tradición clásica, introdujo elementos helenísticos en la iglesia primitiva, estableciendo el
paradigma de los teólogos y eclesiásticos bizantinos.
Gregorio influyó
significativamente en la forma de la teología trinitaria tanto en los padres griegos como latinos, y es recordado como
el «teólogo trinitario». Gran parte de su obra teológica sigue influyendo en
los tratados modernos, especialmente en relación con las tres personas de la
Trinidad. Junto con Basilio el Grande y Gregorio de Nisa, es conocido como uno
de los Padres Capadocios.
Gregorio es un santo tanto para la iglesia católica como para la ortodoxa. La iglesia católica lo incluye entre los Doctores de la
Iglesia;
entre los ortodoxos orientales y las iglesias
orientales católicas es reverenciado como
uno de los Tres Santos Jerarcas junto con Basilio el Grande y Juan Crisóstomo.
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