Lecturas Espirituales para el Tiempo de Adviento - Jueves 2
Jueves, II semana de
Adviento
El amor desea ver a
Dios
Pedro Crisólogo [1]
Sermón 147
Al ver Dios que el
temor arruinaba el mundo, trató inmediatamente de volverlo a llamar con amor,
de invitarlo con su gracia, de sostenerlo con su caridad, de vinculárselo con
su afecto. Por eso purificó la tierra, afincada en el mal, con un diluvio
vengador, y llamó a Noé padre de la nueva generación, persuadiéndolo con suaves
palabras, ofreciéndole una confianza familiar, al mismo tiempo que lo instruía
piadosamente sobre el presente y lo consolaba con su gracia, respecto al
futuro. Y no le dio ya órdenes, sino que con el esfuerzo de su colaboración
encerró en el arca las criaturas de todo el mundo, de manera que el amor que
surgía de esta colaboración acabase con el temor de la servidumbre, y se
conservara con el amor común lo que se había salvado con el común esfuerzo.
Por eso también llamó
a Abrahán de entre los gentiles, engrandeció su nombre, lo hizo padre de la fe,
lo acompañó en el camina, lo protegió entre los extraños, le otorgó riquezas,
lo honró con triunfos, se le obligó con promesas, lo libró de injurias, se hizo
su huésped bondadoso, lo glorificó con una descendencia de la que ya
desesperaba; todo ello para que, rebosante de tantos bienes, seducido por
tamaña dulzura de la caridad divina, aprendiera a amar a Dios y no a temerlo, a
venerarlo con amor y no con temor.
Por eso también
consoló en sueños a Jacob en su huida, y a su regreso lo incitó a combatir y lo
retuvo con el abrazo del luchador; para que amase al padre de aquel combate, y
no lo temiese. Y así mismo interpeló a Moisés en su lengua vernácula, le habló
con paterna caridad y le invitó a ser el liberador de su pueblo.
Pero así que la llama
del amor divino prendió en los corazones humanos y toda la ebriedad del amor de
Dios se derramó sobre los humanos sentidos, satisfecho el espíritu por todo lo
que hemos recordado, los hombres comenzaron a querer contemplar a Dios con sus
ojos carnales Pero la angosta mirada humana ¿cómo iba a poder abarcar a Dios, al
que no abarca todo el mundo crea do? La exigencia del amor no atiende a lo que
va a ser o a lo que debe o puede ser. El amor ignora el juicio carece de razón,
no conoce la medida. El amor no se aquieta ante lo imposible,no se remedia con
la dificultad.
El amor es capaz de
matar al amante si no puede alcanzar lo deseado; va a donde se siente
arrastrado, no a donde debe ir.El amor engendra el deseo, se crece con el ardor
y, por el ardor, tiende a lo inalcanzable. ¿Y qué más? El amor no puede
quedarse sin ver lo que ama: por eso los santos tuvieron en poco todos sus
merecimientos, si no iban a poder ver a Dios.
Moisés se atreve por
ello a decir: Si he obtenido tu favor, enséñame tu gloria.
Y otro dice también: Déjame
ver tu figura. Incluso lo mismos gentiles modelaron sus ídolos para poder
contemplar con sus propios ojos lo que veneraban en medio de sus errores.
[1]
Pedro, llamado Crisólogo (que significa 'palabra de oro'), (380 o 406-450) sacerdoteitaliano, arzobispo de Rávena (433-450), santo, Padre de la Iglesia y proclamado Doctor de la Iglesia por el papa Benedicto XIII en 1729. Nació en la ciudad
de Imola, en laEmilia, en una fecha
indeterminada, entre 380 y 406. Su padre había sido
obispo de su ciudad y, tras su muerte, fue bautizado y educado por el nuevo
obispo, Cornelio de Imola. Su educación concluye
con su ordenación como diácono hacia el 430.
Su vida cambió, según
el Liber pontificalis ecclessi
ravennatis, del historiador
eclesiástico Agnellus (siglo IX) en 433, cuando murió Juan, el
metropolitano (arzobispo) de Rávena, y el pueblo y el clero de la ciudad
imperial (Rávena era la residencia del emperador de Occidente, Valentiniano
III y de su madre, Gala Placidia),
pidieron a Cornelio de Imola que encabezara una delegación ante el papa Sixto III para que este confirmara al candidato
elegido. La noche anterior a la llegada de Pedro y Cornelio a Roma el Papa
había tenido un sueño en el que los santos Pedro y Apolinar (primeros
obispos de Roma y Rávena, respectivamente) le pidieron que no confirmara al obispoelecto. Sixto III
nombró entonces al joven acompañante de Cornelio como nuevo arzobispo, lo
ordenó y consagró. El trasfondo de esta leyenda hay que buscarlo en las
relaciones personales del joven Pedro -estimado por Valentiniano III,
confidente de Gala Placidia y amigo del futuro papa León I Magno-
y de la precaria situación de la diócesis de Rávena, que necesitaba un pastor
capaz y de confianza para que pusiera freno a las disputas doctrinales, a la
superstición y a las malas costumbres.
Fue recibido con
indiferencia por el pueblo y con recelo por el clero de su diócesis. Pero esta
situación cambió al poco tiempo, en la que Pedro comenzó a ser conocido por su
vida recta, su clara doctrina y su fidelidad al Papa y a la Iglesia. De hecho,
su fama superó rápidamente los límites de su diócesis y comienza a ser conocido en todo el
orbe cristiano con el apelativo de Crisólogo (de la misma manera como en Oriente se
conocía a Juan
Crisóstomo (que
significa 'Boca de Oro'), y sus sermones y epístolascomenzaron
a difundirse por todo el Imperio.
Se le atribuyen 725
sermones, algunos de ellos de autenticidad discutible, aunque en los dos
últimos siglos se han descubierto otros inéditos o perdidos. La mayor parte
tienen contenido apologético y moral; esta cuestión es curiosa, ya que el santo
vivió inmerso en las querellas cristológicas, y sólo algunos de sus textos
tratan el tema de la Encarnación del Verbo, en los que presenta la postura
ortodoxa y refuta las diversas herejías de la época: el arrianismo,
el nestorianismo y el monofisismo.
Se sabe que Eutiques, en sus primeros
enfrentamientos con el Patriarcado de Constantinopla (499), consultó a Pedro
Crisólogo, y su respuesta ortodoxa se encuentra en el epistolario de León I
Magno. El grupo más importante de sermones está orientado a la formación de los
catecúmenos, antes de recibir el Bautismo: así, siete de ellos son
explicaciones del Símbolo (Sermones 56-62)
y otros tantos son comentarios de la oración dominical (Sermones 77-82). El resto son homilías breves
para el comentario de la Sagradas Escrituras leídas durante los oficios
litúrgicos, con contenido fundamentalmente moral.
Murió en su ciudad
natal, en Imola, cercana a Rávena, en 450, y su fama de santidad se fijó al
poco tiempo, siendo reconocidas sus virtudes por el propio papa León I.
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