La Navidad cuestiona: las estructuras sociales sobre la familia, las estructuras eclesiales que rechazan otras formas de ser familia, nuestras posturas y creencias frente a otras formas de ser familia (monoparentales, concubinarias, no biológicas, extendidas, ensambladas, entre otras)
Mensaje de Navidad
Apreciada comunidad eclesial, tengan mucha paz, justicia y solidaridad, porque ese es el espíritu navideño.
A continuación voy a compartir con ustedes la reflexión de nuestra hermana, la Presbítera Ana Mássimo, que compartiera con nosotros y nosotras, el pasado 22 de diciembre en la celebración ecuménica de la Navidad.
Entre las funciones del episcopado destaca fundamentalmente el magisterio. Por lo tanto, quiero compartir con ustedes en esta Navidad dos enseñanzas. La primera, es que Dios se revela a través de todos los miembros de la comunidad. La segunda, es que muchas veces lo hace a través de los miembros más jóvenes o nuevos de la comunidad.
Exponiéndoles estas dos enseñanzas comparto con ustedes la reflexión de nuestra hermana, una reflexión profundamente humana y profundamente cristiana.
Feliz Navidad.
+ Julio, obispo de la Iglesia Antigua en el Uruguay - Diversidad Cristiana.
Mateo 1:18-25
Reflexión
Para poder entender
cabalmente el origen de Jesús, es necesario conocer ciertas costumbres de la
época.
En Israel eran
principalmente los padres los que elegían la esposa y el esposo de l@s jóvenes,
quienes eran escuchad@s en sus preferencias en muy raras ocasiones. Incluso en
esos casos (principalmente atribuidos a varones), los padres decidían
finalmente y formalizaban el destino de l@s jóvenes (las jóvenes hasta los doce
años y medio no podían rechazar la decisión del padre y hermano mayor). Referencias
a esto, lo podemos encontrar en Gn. 21:21; 24 –en particular 24:51, 57-58;
34:4, 8, 11; 38:6; Jue. 14:1-10.
Desde un momento inicial (marcado
por un regalo de bodas: Gn. 24:22, 53; 29:18, 27; 34:12; Ex. 22:17; 1 S. 18:25,
una ceremonia y otros presentes tanto para la familia como para ella) hasta el
matrimonio, podían pasar semanas o hasta 12 meses, tiempo en el que los novios
continuaban viviendo cada uno en la casa de sus respectivos padres (la hija
celebraba el matrimonio un año después de ser mayor, es decir, a los 13 años y
medio como mínimo).
En este período, llamado
esponsales o desposorios, uno o dos amigos del futuro esposo servían de
intermediario entre las partes (Jn. 3:29), mientras que la novia era tratada
como si estuviera casada, no pudiéndose disolver la unión excepto por un
divorcio legal iniciado únicamente por el futuro esposo. El objetivo de este
período era que el novio se ocupara de conseguir un alojamiento para su mujer,
mientras ésta se preparaba para su papel de esposa, debiéndose ambos fidelidad.
Algunas especificaciones al respecto podemos encontrarlas en Éx. 21:8, 9; Dt.
20:7; 28:30.
Como se puede observar, este
compromiso era formal y tenía consecuencias legales: si la futura esposa
mantenía relaciones sexuales consentidas con otro hombre, ella y su cómplice
eran castigados con la muerte por adulterio (Dt. 22:23-24), siendo apedreados
hasta morir; por otra parte, la mujer pasaba de ser propiedad de su padre para
serlo de su esposo.
Finalmente, el matrimonio
implicaba ciertos protocolos, ritos y formalidades que giraban en torno al
traslado de la novia a la casa del novio para ser entregada a él y consumar el
matrimonio; los festejos por la boda duraban toda una semana.
De lo explicitado
anteriormente, se puede entender por qué se emplean simultáneamente en estos
versículos, los términos “desposada” (RV1960), “comprometida” (DHH), “marido”
(DHH y RV1960), “esposa” (DHH) y “mujer” (RV1960) antes de la consumación del
matrimonio de María y José.
Es decir, María quedó
embarazada en el período de los esponsales, por lo que la concepción de Jesús es
extraconyugal. Frente a esto, humanamente hablando había tres posibilidades:
-
María había tenido relaciones
sexuales con José
-
Había consentido tenerlas
con otro hombre
-
Había sido víctima de una
violación.
Si era la primera, más allá
de todo, no había mayores inconvenientes pues la situación se solucionaba con
el matrimonio, a lo sumo José tendría que pagarle una suma al padre de María
por las relaciones sexuales prematuras. Sin embargo, al relatarnos las
escrituras la reacción de José, queda claro que no fue el caso.
Si era la segunda, el hecho
de hacer saber públicamente lo acontecido implicaba la muerte de María, del
niño o niña y del progenitor (si se conocía), según ya se ha indicado (Éx. 20:14; Lv. 20:10; Dt. 5:21; 22:23-24).
Finalmente, en el caso de la
tercera posibilidad, si se lograba probar que era así, el violador sería muerto
(Dt. 22:25-26), mientras que María y su familia cargarían con la deshonra de
por vida.
O sea que de conocerse el
hecho, lo mejor que le podría haber sucedido a María era encontrarse en la
tercera posibilidad.
Por su parte, fuera cual
fuera la situación de origen, si José decidía seguir adelante con sus planes de
repudiarla, y María no moría, en términos actuales Jesús hubiese sido un hijo
natural (“bastardo”, “ilegítimo”) y ella una madre soltera, constituyendo una
familia disfuncional, monoparental de la que tanto se habla hoy en día.
Más allá de que el hecho se
haya ocultado, en algún momento salió a luz. Hay quienes interpretan que
ciertos pasajes de los Evangelios hacen referencia a ello:
- Mr. 6:3 donde Jesús es identificado como el hijo de María.
Esto llama la atención porque siendo una sociedad androcéntrica y patriarcal,
la única alternativa para identificarlo por el nombre de su madre es que fuera
hijo ilegítimo. Aparentemente, la frase fue posteriormente retocada para que
fuera socialmente aceptable (Mt. 13:55).
- En el capítulo 8 de Juan, se da una intensa discusión en
la que los fariseos le cuestionan su origen a Jesús, con preguntas y
afirmaciones insidiosas como “¿Dónde está tu Padre?” (v. 19), “¿Tú quién eres?”
(v. 25), “Nosotros no somos nacidos de fornicación” (v. 41), “¿No decimos bien
nosotros, que tú eres samaritano…?” (v. 48). Ésta última pregunta puede hacer
alusión a un relato en el que se señalaba que el padre biológico de Jesús
habría sido un soldado romano, denominándolo “samaritano” como un insulto e indicativo
de no ser un judío puro (hijo de madre y padre judíos).
Esto fue la base para muchas
críticas y dudas al cristianismo. ¿Y por qué permitió Dios que esto fuera así?
Una posible explicación, es que si María y José hubiesen estado casados lo esperable
es que Jesús hubiese sido concebido dentro de este marco, por lo que sería hijo
de José según la carne y no podría haber llevado consigo los pecados en la cruz
para redención y salvación de tod@s.
Pero Jesús fue perfectamente
hombre (excepto por el pecado), con una naturaleza humana completa por haber
sido engendrado en María, y perfectamente Dios por la concepción a través del
Espíritu Santo en ella. En su humanidad, es Hijo de Dios, y en su divinidad, es
también humano (Is. 9:6); todo dentro del perfecto plan salvífico de Dios para
la humanidad, pues es lo que nos permite a nosotr@s acceder a ser adoptados
como hij@s de Dios y ser salv@s (Jn. 1:14, 18; 10:30; 14:9; Gal. 4:4-5).
Al igual que la
resurrección, la encarnación de Jesús es un misterio y un claro cumplimiento de
la profecía que se encuentra en Is. 7:14, a la que se hace referencia en los
versículos que hemos leído.
La encarnación es el acto
por excelencia del plan salvífico de Dios: Dios se había manifestado por
epifanías, también a través de distintos hechos y personas a lo largo de la
historia de Israel, lo que restaba era cumplir las promesas y profecías
anunciadas en el Antiguo Testamento y manifestar su Gloria y Divinidad en la Humanidad haciéndose
hombre para, de una vez y por todas, quitar la distancia existente que se había
originado en el Edén, trayendo para ello arrepentimiento, perdón de los
pecados, restauración y salvación. Respecto a lo anterior, ver: Gn. 3:16;
22:18; 49:9-11; 2 S. 7:12-16; Sal. 2; 22; 40:7-9; 45:7-8; 110; Is. 7:14; 9:6;
35:4; 40:9-11; 53; Jer. 23:5-6; Mi. 5:2; Zac. 12:2, 10; 14:3-5; Jn. 1:14; Col.
1:15-23; 1 Ti. 4:10; He. 1; 2:17; 4:15; 7:26-27; 1 P. 1:17-21; 1 Jn. 1:1- 2:2.
Continuando, lo que los pasajes
de hoy nos indican es la encrucijada en la que se encontraba José respecto a su
proyecto de vida. Esa encrucijada en el
que Dios muchas veces nos pone para que tomemos una decisión, una decisión
radical que posteriormente se podrá constituir en un punto de inflexión en
nuestras vidas y que generalmente está asociado a que el Señor tiene algo
maravilloso preparado para nosotr@s y lo único que espera es que tomemos una
decisión. María ya había aceptado su misión y se había entregado a la voluntad
de Dios; faltaba José.
Y ¿quién era y en quién se
convirtió José a partir de estos hechos? José era un sencillo carpintero, que
en determinado momento se convirtió en un importante instrumento dentro del
Plan Salvífico de Dios, aceptando la misión que el Señor le ponía por delante
de ser el padre terreno de nuestro Salvador, de protegerlo, darle un nombre,
una identidad social, un origen, criarlo, educarlo y enseñarle un oficio.
José, un simple carpintero,
pero un hombre justo, practicó el amor, la solidaridad, una justicia liberadora
y su fe en Dios, protegiendo a María y al niño que llevaba en su vientre de la
degradación, la vergüenza, la humillación, el castigo y la muerte. Jesús nace
porque hubo un hombre que en su tiempo fue subversivo, revolucionario,
contradijo las normas sociales de su época e hizo una apuesta radical por el
débil y el desprotegido.
Es así, que los versículos
de hoy nos interpelan en diversos aspectos:
- Cuestionan las estructuras
sociales sobre la familia
- Cuestionan las estructuras
eclesiales que rechazan otras formas de ser familia
- Cuestionan nuestras
posturas y creencias frente a otras formas de ser familia (monoparentales,
concubinarias, no biológicas, extendidas, ensambladas, entre otras)
- Cuestionan nuestro discurso,
nuestro compromiso, nuestra fe y nuestros hechos al momento de desarrollar la
misión que Dios nos ha dado
En suma, tal como José,
cuidemos a la esposa de Cristo que es la Iglesia , la comunidad y a todas las formas de
familia que hay dentro y fuera de ella.
Vayamos contra lo
socialmente considerado como natural y normal (la marginación, la
discriminación, el miedo y la exclusión de “lo diferente”) y escuchemos el
llamado de Dios y la misión que nos pone por delante.
Al igual que José que fue
capaz de asumir un rol protagónico, asumiendo la paternidad física de un niño
que no era su hijo biológico, asumamos nosotros hoy un compromiso con Dios, con
Jesucristo, con su Iglesia, con nuestra comunidad y con aquellos a quienes el
Señor pone en nuestro camino y nos manda a cuidar y proteger (los niños, los
pobres, las personas que padecen enfermedades físicas y mentales, las mujeres,
los ancianos, las minorías sexuales).
¿Y cómo llevamos adelante
esta tarea? Al igual que José, con compromiso y una entrega total y radical.
Comprometiéndonos con
nuestros dones, con nuestro servicio, con nuestros ministerios.
Comprometiéndonos con las obras, con edificar la comunidad, con edificarnos
entre nosotros, con llevar el mensaje de Dios a todos y todas.
Comprometiéndonos con nuestra concurrencia, con nuestro apoyo, con nuestra
oración.
¿Y por qué? Porque tenemos
una misión, porque tenemos un llamado, y porque nuestro compromiso va más allá
de los hombres y mujeres, nuestro compromiso es con Dios y con su Hijo, que no
tuvo reparos en hacerse hombre, venir a la Tierra y comprometerse con nosotros para nuestra
redención y salvación, y nos dejó un mensaje: ser imitadores de Él, llevando su
ministerio de misericordia y amor, devolviendo la esperanza a quien ya no la
tiene.
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