Lecturas Espirituales en Tiempo de Adviento - Viernes 1
Viernes, I semana de
Adviento
El deseo de
contemplar a Dios
San Anselmo ([1])
Proslogion 1
Ea, hombrecillo, deja
un momento tus ocupaciones habituales; entra un instante en ti mismo, lejos del
tumulto de tus pensamientos. Arroja fuera de ti las preocupaciones agobiantes;
aparta de ti tus inquietudes trabajosas. Dedícate algún rato a Dios y descansa
siquiera un momento en su presencia. Entra en el aposento de tu alma; excluye
todo, excepto Dios y lo que pueda ayudarte para buscarle; y así, cerradas todas
las puertas, ve en pos de él. Di, pues, alma mía, di a Dios: «Busco tu rostro; Señor,
anhelo ver tu rostro».
Y ahora, Señor, mi
Dios, enseña a mi corazón dónde y cómo buscarte, dónde y cómo encontrarte. Señor,
si no estás aquí, ¿dónde te buscaré, estando ausente? Si estás por doquier,
¿cómo no descubro tu presencia? Cierto es que habitas en una claridad
inaccesible. Pero ¿dónde se halla esa inaccesible claridad?, ¿cómo me acercaré
a ella? ¿Quién me conducirá hasta ahí para verte en ella? Y luego, ¿con qué
señales, bajo qué rasgo te buscaré? Nunca jamás te vi, Señor, Dios mío; no
conozco tu rostro.
¿Qué hará, altísimo
Señor, éste tu desterrado tan lejos de ti? ¿Qué hará tu servidor, ansioso de tu
amor, y tan lejos de tu rostro? Anhela verte, y tu rostro está muy lejos de él.
Desea acercarse a ti, y tu morada es inaccesible. Arde en el deseo de
encontrarte, e ignora dónde vives.
No suspira más que
por ti, y jamás ha visto tu rostro.
Señor, tú eres mi
Dios, mi dueño, y con todo, nunca te vi. Tú me has creado y renovado, me has concedido
todos los bienes que poseo, y aún no te conozco. Me creaste, en fin, para
verte, y todavía nada he hecho de aquello para lo que fui creado.
Entonces, Señor,
¿hasta cuándo? ¿Hasta cuándo te olvidarás de nosotros, apartando de nosotros tu
rostro? ¿Cuándo, por fin, nos mirarás y escucharás? ¿Cuándo llenarás de luz
nuestros ojos y nos mostrarás tu rostro? ¿Cuándo volverás a nosotros?
Míranos, Señor;
escúchanos, ilumínanos, muéstrate a nosotros.
Manifiéstanos de
nuevo tu presencia para que todo nos vaya bien; sin eso todo será malo. Ten
piedad de nuestros trabajos y esfuerzos para llegar a ti, porque sin ti nada
podemos.
Enséñame a buscarte y
muéstrate a quien te busca; porque no puedo ir en tu busca a menos que tú me
ensenes, y no puedo encontrarte si tú no te manifiestas. Deseando te buscaré,
buscando te desearé, amando te hallaré y hallándote te amaré.
[1]
San Anselmo
de Canterbury O.S.B. (Aosta, 1033 - Canterbury, 1109). Se le conoce
también como Anselmo de Aosta, por el lugar donde nació, o Anselmo de Bec, si
se atiende a la población donde estaba enclavado el monasterio del cual llegó a
ser prior. Fue un monje benedictino que fungió como
arzobispo de Canterbury durante el periodo1093-1109. Destacó como teólogo
y filósofo escolástico. Doctor de la Iglesia.
Como teólogo, fue un
gran defensor de la Inmaculada Concepción de María y como filósofo se le
recuerda, además de por su célebre argumento ontológico, por ser padre de la escolástica.
Fue canonizado en 1494 y proclamado
Doctor de la Iglesia en 1720.
Comentarios
Publicar un comentario