Lecturas Espirituales de la Iglesia en Tiempos de Adviento - 20 de diciembre
20 de diciembre
Todo el mundo espera la
respuesta de María
Bernardo de Claraval
Homilía sobre las
excelencias de la Virgen Madre 4,8-9
Oíste, Virgen, que
concebirás y darás a luz a un hijo; oíste que no será por obra de varón, sino
por obra del Espíritu Santo. Mira que el ángel aguarda tu respuesta, porque ya
es tiempo que se vuelva al Señor que lo envió. También nosotros, los condenados
infelizmente a muerte por la divina sentencia, esperamos, Señora, esta palabra
de misericordia.
Se pone entre tus
manos el precio de nuestra salvación; en seguida seremos librados si
consientes. Por la Palabra eterna de Dios fuimos todos creados, y a pesar de
eso morimos; mas por tu breve respuesta seremos ahora restablecidos para ser
llamados de nuevo a la vida. Esto te suplica, oh piadosa Virgen, el triste
Adán, desterrado del paraíso con toda su miserable posteridad. Esto Abrahán,
esto David, con todos los santos antecesores tuyos, que están detenidos en la
región de la sombra de la muerte; esto mismo te pide el mundo todo, postrado a
tus pies. Y no sin motivo
aguarda con ansia tu respuesta, porque de tu palabra depende el consuelo de los
miserables, la redención de los cautivos, la libertad de los condenados, la
salvación, finalmente, de todos los hijos de Adán, de todo tu linaje.
Da pronto tu
respuesta. Responde presto al ángel, o, por mejor decir, al Señor por medio del
ángel; responde una palabra y recibe al que es la Palabra; pronuncia tu palabra
y concibe la divina; emite una palabra fugaz y acoge en tu seno a la Palabra
eterna.
¿Por qué tardas? ¿Qué
recelas? Cree, di que sí y recibe. Que tu humildad se revista de audacia, y tu
modestia de confianza. De ningún modo conviene que tu sencillez virginal se
olvide aquí de la prudencia. En este asunto no temas, Virgen prudente, la
presunción; porque, aunque es buena la modestia en el silencio, más necesaria
es ahora la piedad en las palabras.
Abre, Virgen dichosa,
el corazón a la fe, los labios al consentimiento, las castas entrañas al
Criador. Mira que el deseado de todas las gentes está llamando a tu puerta. Si
te demoras en abrirle, pasará adelante, y después volverás con dolor a buscar
al amado de tu alma. Levántate, corre, abre. Levántate por la fe, corre por la
devoción, abre por el consentimiento. Aquí está –dice la Virgen– la
esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.
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