Vigilia Pascual
Sábado
Santo
Lc
24,1-12
El evangelista Lucas
nos introduce en el misterio de la resurrección del Señor Jesús. La comunidad apostólica debió
hacer un proceso de discernimiento y revisión de su discipulado. El fracaso y
la frustración de aquellas personas que siguieron a Jesús desde Galilea hasta
Jerusalén fue inmenso. No sólo no llegó el Reinado de Dios como lo esperaban
sino que detuvieron, torturaron y ejecutaron públicamente a Jesús, el Maestro
que lideraba ese movimiento y en quien habían puesto todas sus esperanzas.
La experiencia de fe de
un pequeño grupo de mujeres fue la respuesta de Dios a aquel movimiento
desarticulado. Ellas vivenciaron el triunfo de Dios sobre la maldad del poder
político y religioso, la justicia que Jesús les anunció no fue aplastada por la
injusticia de su muerte en cruz, “porque Dios resucitó a Jesús” (Hch 2,14-36;
3,11-26; 4,1-22; 5,21b-33).
La experiencia del
triunfo de Dios resucitando a Jesús, es el centro de la experiencia de fe
cristiana. Una experiencia que da la certeza absoluta que Dios toma partido por
las personas vulneradas en sus derechos y su dignidad, liberando, sanando y
comunicando vida plena y digna (Jn 10,10). Tal vez no como queremos o
esperamos, pero sabemos que lo hace.
Las discípulas y los
discípulos de Jesús no podemos quedarnos junto al sepulcro vacío llorando. El
Señor Jesús no está ahí. Nos invita a buscarlo entre las personas de mala fama
(Lc 15,1-2), aquellas que el sistema religioso rechaza porque no hacen lo que
ellos predican. Eso significa Galilea (Mt 16,7), el lugar de quienes están
alejados del sistema religiosos: las personas divorciadas o separadas vueltas a
casar; las mujeres que han abortado; las personas gays, lesbianas, trans,
bisexuales; las que viven en situación de calle, las trabajadoras sexuales, las
que viven con vih … tantas a las que el cristianismo ha crucificado y continúa
crucificando bajo la afirmación “no era de los nuestros”, “es una pecadora”, “es
un hereje”, “es una abominación”.
Nosotros y nosotras,
quienes formamos la Iglesia Antigua – Diversidad Cristiana, habiendo
experimentado la resurrección del Señor Jesús, sabemos que Él no está aquí en
el Templo, sino entre quienes las diversas iglesias excluyen, discriminan y
condenan, como me gusta llamarles “el octavo sacramento” (Mt 25,31-46).
Les invito entonces, a
ponernos en camino e ir a su encuentro. Que esta Pascua sea el inicio de una
renovación en nuestro compromiso radical con quienes el sistema político y
religioso ha clavado en la cruz de la indiferencia, de la satanización, de la
culpabilización para llevarles la Buena Noticia de Jesús: “Dios los ama
entrañablemente, sufre junto a ellos y ellas la discriminación y la exclusión,
porque son su imagen y semejanza (Gn 1,26), quiere liberarles, sanarles y
dignificarles (Lc 15,22-24); para que tengan vida plena, vida digna, vida
abundante (Jn 10,10) y participen de la Fiesta de la Vida (Mt 22,1-14)”.
Felices Pascuas de
Resurrección
+Julio, Obispo de la
Iglesia Antigua – Diversidad Cristiana.
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