Domingo de Ramos
Domingo
de Ramos (2018)
Tengan mucha paz.
En todo el cristianismo
hoy se da comienzo a la Semana Santa. Esta semana de 2018, particularmente
concentra el misterio de nuestra fe, la persona de Jesucristo en tres momentos
fundamentales. Hoy 25 de marzo celebramos su encarnación. Es el cumplimiento de
las antiguas promesas realizadas por YHWH a Israel: Emanuel, Dios con nosotros
y nosotras – Dios entre nosotros y nosotras (Is 7,14). En efecto, la
encarnación significa justamente eso, el Hijo de Dios asume la naturaleza
humana, creada, finita (Jn 1,14) para hacerse en todo semejante a nosotros (Fi
2,7; Heb 4,15).
Los últimos años de su
vida humana, los pasó haciendo el bien y liberando (Hch 10,38) especialmente a
personas vulneradas por el sistema religioso y político (Lc 4,18-21) lo que provocó
el rechazo de las autoridades civiles y religiosas hasta buscar su muerte (Mc
3,6 cf Mt 27), hecho que conmemoraremos el viernes de esta semana; en efecto,
el Viernes Santo el cristianismo conmemora la muerte de Jesús, traicionado por
uno de sus discípulos (Mt 26,14-16), negado por otro (Mt 26,69-75), abandonado
por todos sus discípulos (Mt 26,56), entregado por el poder religioso para que
el poder político lo ejecute (Mt 27,1-2), juzgado, torturado y ejecutado (Mt
27,11-56). Con su muerte se pretende poner fin a la esperanza de liberación. Su
muerte es la garantía de que el sistema prevalecerá, que los poderosos
mantendrán el poder, que las personas oprimidas continuarán siendo funcionales
al sistema. La cruz de Jesús significa el fin de la esperanza, de las
posibilidades, el triunfo del mal sobre el bien, de la injusticia sobre la
justicia. En Jesús crucificado, simbólicamente están representados todos los
oprimidos de los sistemas humanos.
Pero Dios, que es rico
en misericorida (Ef 2,4), fiel a sus promesas (Dt 7,9; Is 44; 1Cor 10,13) llevó
adelante su proyecto liberador resucitando a Jesús (Hch 2,14-36; 3,11-26; 4,1-22;
5,21-33;10,34-.43). El Acontecimiento Pascual, la Resurrección del Crucificado
la conmemoramos el próximo domingo. La Pascua hebrea que era el tránsito de
Egipto a Palestina, de la esclavitud a la liberación ahora es sustituida, en
las comunidades cristianas, por la Pascua de Jesucristo, el tránsito de la
muerte a la vida, de la injusticia a la justicia, de la opresión a la
liberación. En el Resucitado, Dios recrea su obra (2Cor 5,17).
Esta semana, entonces,
nos propone como ejes de reflexión: Encarnación, Muerte, Resurrección de
Jesucristo. Transitar esta semana desde una fe madura necesariamente tiene que
producir transformaciones en nuestras vidas, en nuestra iglesia, en nuestra
sociedad.
Como Iglesia estamos
llamada a encarnar las realidades de nuestros pueblos, sus sufrimientos y sus
esperanzas. Los grupos vulnerados en sus derechos y su dignidad esperan que
como Jesús, la Iglesia esté entre ellos haciendo el bien y liberando (Hch
10,38). Esa acción eclesial es lo que produce la Pascua, es decir, la
liberación integral del ser humano. No existe posibilidad de Pascua sin
Encarnación. No existe posibilidad de liberación integral sin asumir las
realidades que deben ser liberadas. No existe Iglesia de Jesucristo si estas
dos realidades no están presentes.
Este Domingo de Ramos
nos introduce en una realidad a la que no podremos escapar si elegimos seguir a
Jesucristo. Nos conduce a la cruz para que, como Simón de Cirene, bajemos a las crucificadas y crucificados del
poder político y religioso. Si no somos capaces de llegar hasta la cruz, de
enfrentarnos a la frustración, a la deshumanización producto del dolor y del
sufrimiento, a la violencia de la traición y de la negación, jamás podremos
liberar a nadie y por lo tanto, seremos cómplices de los poderosos políticos y
religiosos. El acto de participar en el proceso liberador de otras y otros, nos
humaniza y nos libera del opresor que cada uno y una de nosotros y nosotras
lleva en su interior.
Les invito a acercarse
a la cruz, no como un instrumento de culto, de adoración, de superstición. La
cruz es un instrumento de muerte. En ella los romanos ejecutaban a miles de
personas reafirmando su poder. Debemos acercarnos a la cruz para liberar y
liberarnos, con la certeza absoluta de que Jesucristo venció a los poderosos de
este mundo (Jn 16,33) y en Él nosotros y nosotras ya vencimos. Debemos
acercarnos a la cruz para tomar en nuestros brazos a las personas destrozadas y
sin apariencia humana (Is 52,14) a causa de la discriminación, de la opresión,
de la injusticia y conducirlas a la liberación, a la transformación de esta
realidad, al mundo nuevo (Is 65,17-66,2; 2Pe 3,13; Ap 21).
La nueva civilización,
la civilización de la paz con justicia, la civilización de la inclusión y la
solidaridad está en nuestras manos. De nosotros y nosotras depende.
Buena semana para todos
y todas.
+Julio Obispo de la
IADC.
Comentarios
Publicar un comentario