Reflexiones diarias - 12 de marzo
«Ustedes se hicieron imitadores nuestros y del Señor cuando, a pesar de mucho sufrimiento, recibieron el mensaje con la alegría que infunde el Espíritu Santo».
1˚ Tesalonicenses 1.6
¡Hola a todxs! La Epístola donde se ubica el texto de hoy constituye uno de los escritos más antiguos de la iglesia primitiva que se conocen. Es una carta de Pablo con profunda sensibilidad pastoral. Según los eruditos bíblicos, Pablo escribió esta carta a la comunidad de Tesalónica, capital de Macedonia, alrededor del año 55 EC luego de haber ido a predicarles en el año 49 EC. Lxs cristianxs en esa ciudad eran prósperos económicamente modificando el tradicional público del Apóstol compuesto por artesanos, campesinos y esclavos. Ante las persecuciones en el año 50 EC, Pablo tuvo que abandonar la ciudad, quedando la comunidad sin cuidado pastoral. Timoteo fue enviado por un tiempo y a su regreso trajo noticias alentadoras. La comunidad estaba floreciendo aún en medio de las persecuciones por parte de los cristianos judaizantes, principales adversarios de Pablo.
Este es el contexto de esta bellísima carta pastoral. En ella, Pablo nos revela aspectos del por qué del suceso de esa comunidad. Primeramente, Pablo destaca que los Tesalonicenses estaban “unidos a Dios el Padre y al Señor Jesucristo” (v. 1). La certeza de que su fe estaba cimentada en base a una relación personal y comunitaria con Dios. Esta relación de unidad con Dios es, quizás, la esperanza que Jesús expresó en su oración antes de ser llevado a la cruz: “yo en ellos y tú en mí, para que lleguen a ser perfectamente uno, y así el mundo pueda darse cuenta de que tú me enviaste” (Jn 17.23). Para Pablo, el testimonio de unidad con Dios de esta comunidad es valiosísimo.
En segundo lugar, los tesalonicenses procuraban firmemente seguir el ejemplo de Pablo, de quien habían escuchado el Evangelio (v. 6). No tan sólo esto llegó a ser importante para la sociedad en la que esta comunidad vivía, sino también para otras comunidades cristianas a lo largo del Imperio Romano (v.8). Tal es así que Pablo ni siquiera tiene que hablar de ellos, pues su fama es conocida.
En tercer lugar, esta comunidad resistió la adversidad y mantuvo su fe en todo momento. En medio de la tribulación, se aferraron a la fe y la llevaron bien en alto. Pablo sabe bien lo que esto significa, pues él mismo había sufrido en distintos lugares los vituperios de aquellos que no aceptaban el mensaje del Evangelio. Pablo mismo fue azotado y encarcelado. La comunidad de Tesalónica siguió su ejemplo, aún en esas experiencias.
Por último, la esperanza de esta comunidad estaba basada en el hecho de que Jesús volvería a buscar a su iglesia, y que ellos serían contados entre aquellos recibidos por Dios en su Reino (v.10). Para Pablo y las comunidades que él originó esto era fundamental. No era posible vivir pensando que morirían en vano, sino que su destino estaba atado a la voluntad de Cristo deseando unirse a toda su iglesia en el Reino de Dios.
Estos cuatro elementos conforman una comunidad —sin duda— virtuosa. Eso no significa libre de errores. Sin embargo, al leer las palabras de Pablo, esta comunidad es un lugar en el que, seguramente, elegiríamos presentar nuestra solicitud de membresía. Lamentablemente, esta comunidad ha dejado de existir hace mucho tiempo. Aún así, esta comunidad sigue siendo nuestro modelo de cómo ser Iglesia. La experiencia de los Tesalonicenses no fue el resultado de un mecanismo mágico o de una oración milagrosa sino de una fe vivida en plenitud y madurez.
En la sociedad en la que vivimos, ser cristianx implica, muchas veces, padecer dificultades. Nuestra ética no es la misma que la de este mundo. La paz que buscamos no deriva del poder económico, político o militar de este mundo. La esperanza que tenemos no está garantizada por ningún producto que podemos comprar en un shopping center o por algún político. Se hace difícil vivir contra la corriente. Las palabras de Pablo a los Tesalonicenses son inspiración para nosotrxs. Siguiendo su ejemplo, podremos mantener nuestra fe y ser esperanza y consuelo a otras comunidades cristianas. Ello implica estar firmemente unidxs tanto con Dios como lxs unxs con lxs otrxs. Siguiendo el ejemplo de Jesús y de aquellos que nos han enseñado la fe, podremos juntxs vencer toda dificultad. Procuremos escudriñar esta Epístola para la edificación de nuestra fe y roguemos a Dios que su ejemplo sea realidad en nuestras vidas, ministerios y comunidades. ¡Un bendecido lunes para todas y todos!
Pbro. Hugo C
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