Cuaresma: aportes para un Tiempo de Renovación (semana 3)
Juan
2,13-22
Como
ya se acercaba la fiesta de la Pascua de los judíos, Jesús fue a Jerusalén. Y
encontró en el templo a los vendedores de novillos, ovejas y palomas, y a los
que estaban sentados en los puestos donde se le cambiaba el dinero a la gente.
Al verlo, Jesús tomó unas cuerdas, se hizo un látigo y los echó a todos del
templo, junto con sus ovejas y sus novillos. A los que cambiaban dinero les
arrojó las monedas al suelo y les volcó las mesas. A los vendedores de palomas
les dijo:
—¡Saquen
esto de aquí! ¡No hagan un mercado de la casa de mi Padre!
Entonces
sus discípulos se acordaron de la Escritura que dice: “Me consumirá el celo por
tu casa.”
Los
judíos le preguntaron:
—¿Qué
prueba nos das de tu autoridad para hacer esto?
Jesús
les contestó:
—Destruyan
este templo, y en tres días volveré a levantarlo.
Los
judíos le dijeron:
—Cuarenta
y seis años se ha trabajado en la construcción de este templo, ¿y tú en tres
días lo vas a levantar?
Pero
el templo al que Jesús se refería era su propio cuerpo. Por eso, cuando
resucitó, sus discípulos se acordaron de esto que había dicho, y creyeron en la
Escritura y en las palabras de Jesús” (versión: Dios Habla Hoy - La Biblia de
Estudio, Estados Unidos de América: Sociedades Bíblicas Unidas, 1998).
1. El texto en su contexto:
El evangelista Juan nos
ubica en el tiempo previo a la Pascua judía (Éxodo 12,1-27, Deuteronomio
16,1-8). Jesús se dirige a la ciudad santa de Jerusalén como todos los judíos
piadosos (versículo 13). Al llegar al Templo de Jerusalén, Jesús contempla en
el atrio exterior, el lugar reservado a los paganos, comerciantes que vendían
animales para los sacrificios y cambiaban dinero extranjero, que era
considerado impuro, por la moneda de Tiro que era la única aceptada para las
ofrendas y el pago de impuestos al templo (Mateo 17,24). Si bien era un negocio
lítico en sí mismo, daba lugar a muchos abusos (versículo 16).Esta escena hace
que Jesús reaccione con violencia echando a golpes a quienes se encontraban en
el atrio de los paganos o atrio exterior del templo (versículo 15).
Este gesto violento de
Jesús responde a dos situaciones. Por un lado, el templo que era casa de
oración se transformó en mercado que enriquecía a los sacerdotes y el entorno
del ellos. Por otro lado, el atrio de los paganos, el lugar donde las personas
que no eran judías podían rendir culto al Dios de Israel, les había sido
restringido en espacio y ocupado por comerciantes y sus productos. Israel que
había sido elegido por Dios para revelar su amor y su solidaridad con la
humanidad, les excluía del lugar sagrado, les restringía el espacio del lugar
sagrado, obstaculizaba la adoración a un Dios inclusivo (Isaías 60), que no
hacía diferencia entre las personas (cf Hechos 10,34).
La reacción del sistema
religioso no se hizo esperar (versículo 18). Este hecho, sin lugar a dudas,
también debe de haber preocupado al sistema político, representado en las
tropas romanas apostadas en la fortaleza Antonia, desde donde controlaban todo
lo que sucedía en el templo de Jerusalén. Jesús es cuestionado sobre su
autoridad.
Jesús vuelve otra vez a
cuestionar el sistema religioso. Esta vez ya no sobre los comerciantes del
templo, sino sobre el propio templo. Afirma que la presencia de Dios en medio
de la humanidad ya no estará representada o simbolizada en un lugar material,
sino en su propia persona (versículos 19-21; cf Juan 1,51; 4,21-24; Apocalipsis
21,22).
2. El texto en nuestro contexto:
El relato evangélico de
hoy, nos propone dos temas de reflexión.
El primer tema, tiene
que ver con el lugar que ocupan aquellas personas “que no son de las nuestras”,
quienes están fuera de nuestra comunidad eclesial quedando excluidas de la
Iglesia y al igual que los paganos en tiempos de Jesús, no pueden acceder a la
experiencia de Dios porque, esta vez no son animales para los sacrificios, sino
tradiciones, interpretaciones fundamentalistas, posiciones dogmáticas,
ignorancia hermenéutica que van dejando fuera a otras personas del espacio
sagrado.
En segundo tema, tiene
que ver con el lugar que ocupa el templo o iglesia, dependiendo de la tradición
cristiana, en nuestra experiencia de fe. El edificio ya no es importante, Dios
no reside allí afirma Jesús, un escándalo para los judíos ayer y para los cristianos
hoy. Jesús revela que en él, Dios está presente para toda la humanidad.
Quienes queremos gozar
de la presencia de Dios, necesariamente tenemos que buscar a Jesús. Un Jesús
que tampoco está en los templos o iglesias. No contamos con fundamento bíblico
para afirmar su presencia en lugares sagrados construidos por los hombres. Sin
embargo, el propio Jesús nos dejó tres espacios sagrados donde encontrarlo:
ü en
la reunión de quienes se congregan en su nombre sin importar la cantidad, bastan
dos o tres (Mateo 18,20)
ü en
las personas excluidas, sin importar si son cristianas o no, si son buenas o
no, el único requisito es que sean excluidas (Mateo 25,34-46);
ü en
la mesa compartida (Mateo 26,26-30).
Una vez más, Jesús nos
escandaliza con sus palabras y sus acciones: todas las personas están invitadas
a la presencia de Dios, que no reside ya en el templo sino entre quienes
comparten y se solidarizan.
Frase
¡No hagan un mercado de
la casa de mi Padre!
Oración
Dios, Padre y Madre,
perdónanos por las veces que obstaculizamos la participación de otras personas
en los espacios eclesiales, como bautizadas y bautizados, enséñanos a descubrir
en ellas el rostro de Jesucristo, tu Hijo, nuestro hermano. Amén.
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