Reflexiones diarias - 11 de marzo




«―Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la ley? ―“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente” —le respondió Jesús—. Este es el primero y el más importante de los mandamientos. El segundo se parece a este: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”».
Mateo 22.36-39

¡Hola a todxs! ¡Qué distinto sería este mundo si el amor fuese la base de toda relación! Lamentablemente, en la historia de la humanidad esto ha sido sólo un buen deseo. Al leer los versículos de hoy, nos damos cuenta que —a pesar de su distancia temporal e histórica— se asemejan muchísimo entre sí. Su mensaje podría sintetizarse como: La injusticia que vemos es el fruto de la falta de amor entre los seres humanos. Jesús resume todo su mensaje en el tema del amor.  Posteriormente los Apóstoles harán lo mismo. La más maravillosa confesión acerca de Dios la hace Juan: “Aquella persona que no ama no ha conocido realmente a Dios porque Dios es amor” (1˚ Jn 4.8). Este amor de Dios se ha mostrado plenamente en Jesús. Esto nos da la seguridad que él era el Enviado de Dios y nuestro modelo de amor. El amor de Cristo es tan profundo que, incluso la muerte en la cruz, no logró apagar ese amor. Las palabras del libro del Cantar de los Cantares describen perfectamente el amor de Jesús: “¡El fuego ardiente del amor es una llama divina! El agua de todos los mares no podría apagar el amor; tampoco los ríos podrían extinguirlo” (Cant 8.6b-7a). Esto no quiere decir que Jesús alegremente aceptó la cruz. La cruz de Jesús fue el resultado de una vida dedicada al amor y a la justicia en un sistema político y económico que no quería que todos los seres humanos disfrutaran de estas cosas. Sin embargo, debido al amor de Jesús hacia toda la humanidad, la cruz no logró su objetivo. Dios lo resucitó, probando que ninguna injusticia, incluida la muerte, puede ser más fuerte que su amor. No hay mayor prueba de amor de Dios que la resurrección. Las palabras de Jesús nos desafían a encarnar el amor y la justicia en todo tiempo y lugar. No somos simplemente seres humanos vagando por este mundo. Somos hijas e hijos de Dios enviados al mundo con la misión de vivir y anunciar este mensaje. Palabras y acciones, o mejor dicho, acciones y palabras, deben encarnar cotidianamente este mensaje.Las palabras de Francisco de Asís son por demás sintéticas a este respecto: “Predica el Evangelio. Usa palabras cuando sea necesario.” Nuestra vida es el mejor testimonio de que Dios está actuando en nuestro medio. Si como personas y como comunidad de la Iglesia Antigua logramos reflejar el amor y la justicia en todas nuestras acciones, muchos lograrán recibir en sus vidas el amor de Dios. Hay muchas posibilidades para actuar en justicia y amor. Muchxs de nosotrxs somos inmigrantes o estamos en comunidades donde hay muchos inmigrantes, quizás haya viudas o, incluso, huérfanos. Otrxs sufren soledad o discriminación. Seguramente a nuestro alrededor hay infinidad de otras situaciones. Estamos llamados por Dios a responder en amor y justicia a todas las personas. Quizás sea la única posibilidad de que ellas descubran el amor de Dios. Esta en nuestras manos aceptar esta oportunidad de ser instrumentos de Dios. Roguemos al Espíritu que nos dé la fuerza para vivir así. No tengamos miedo de hacer realidad una sociedad más justa para cada persona, sin distinciones o requisitos. ¡Un bendecido domingo para todas y todos!

Pbro. Hugo C.

Comentarios

Entradas populares