5º Domingo del Tiempo de la Renovación
5º Domingo del Tiempo
de la Renovación
Jn 12,20-33
1. El texto en su contexto:
El relato evangélico de
hoy se encuentra enmarcado en la entrada de Jesús en Jerusalén (12,12-19), acto
seguido unos griegos, extranjeros simpatizantes con el judaísmo solicitan a
Felipe conocer a Jesús (vv 20-22). Pero Jesús comienza a hablar de su muerte (“la
hora” cf 7,6; 8,20; 12,23; 13,1; 17,1) y resurrección (“la glorificación” cf
7,39) planteando un ejemplo de la vida cotidiana agrícola, para que exista
cosecha de trigo, es necesario que la semilla se transforme en planta y luego
produzca fruto, sin ese proceso biológico de destrucción – transformación es
imposible lograr la vida de la planta y el fruto de la planta (vv 23-24).
Seguidamente explica el ejemplo: el discipulado no va de la mano con el mundo,
ambos están en contradicción; quienes elijan el discipulado tendrá vida para
siempre (vv 25-26 cf Mt 10,38-39; 16,24; Mc 8,34-35; Lc 9,23-24; 14,27; 17,33).
Este escenario de
amenaza de muerte angustia a Jesús. Él no eligió morir. La muerte será la
consecuencia de su radicalidad y coherencia en relación al ministerio profético.
No renunciará a su vocación aunque eso signifique la muerte, pero no quiere
morir, por eso siente angustia (vv 27 cf Mt 26,36-46; Mc 14,32-42; Lc
22,39-46). Este versículo revela la plena humanidad de Jesucristo, se angustia
profundamente ante la amenaza de muerte. También revela, en contraste a las
afirmaciones de quienes sostienen que tenía plena conciencia de ser Dios, de
que tal conciencia no la tenía, si fuera así ¿por qué temer si sabía que la
muerte era seguida de la resurrección?. El Maestro, plenamente consciente de su
humanidad y del riesgo inminente de ser asesinado a causa de su ministerio
siente angustia, miedo pero plena confianza en que estaba haciendo lo correcto,
la voluntad divina.
Juan, que escribe su
evangelio hacia fines del primer siglo, unos 60 o 70 años después de la muerte
de Jesús, pone en boca del Maestro dos realidades, producto de la reflexión
teológica de su comunidad. La primera consiste en el triunfo definitivo de la
vida sobre la muerte, del bien sobre el mal, de la luz sobre la oscuridad, de
Jesús sobre los poderosos representados en “el que manda en este mundo” haciendo
alusión al diablo (vv 31 cf Jn 14,30;
16,11; 2Cor 4,4; Ef 2,1-2; 1Jn 5,19). La segunda consiste en comprender la
muerte de Jesús como el acto sanador – liberador por excelencia a la luz del
acontecimiento Pascual, nada podrán hacer los poderosos de este mundo frente a
la acción liberadora de Dios, los poderosos lo mataron pero Dios lo resucitó,
la justicia divina triunfó definitivamente sobre la injusticia humana, por eso
la referencia a “ser levantado” (vv 32 cf 3,14 haciendo una alusión directa al
episodio del desierto, cuando el pueblo fue sanado cuando Moisés levantó la
serpiente (Nm 21,4-9 cf Is 52,13; Sab 16,5-8).
En la teología joánica,
la muerte de Jesús no es el triunfo del mundo sino el triunfo de Dios que
rescata a su Hijo llevándolo nuevamente a su seno (8,28; 12,32-34; 13,1; 17,11)
y en él, el triunfo de la humanidad queda asegurado, la participación en la
vida plena y digna.
2. El texto en nuestro contexto:
Tendríamos una fe muy
ingenua y bastante sanguinaria si creyéramos que era necesaria la muerte de
Jesús para nuestra liberación. Tal creencia daría sustento a que es necesaria
la muerte de personas justas y buenas para que otras sean liberadas. Nada más
lejos del Evangelio.
La tensión entre el
bien y el mal, la justicia y la injusticia es una realidad en nuestra sociedad
y nuestro mundo. Esta tensión produce víctimas y victimarios. Quienes ejercen
el poder luchan por sostenerse en esa posición aunque produzcan directa o
indirectamente injusticias, inequidades, opresiones. Dios, que tanto amo al
mundo, envió a su Hijo para liberarlo (Jn 3,16) para que todas las personas pudieran
tener vida plena, digna y abundante (Jn 10,10). El ministerio de Jesús se
caracterizó por llevar a cabo este designio divino de justicia y dignidad para
todas las personas (Lc 4,18-21), por eso, pasó haciendo el bien y liberando
(Hch 10,38) para dejarnos un ejemplo a seguir (Jn 13,15). La actividad
mesiánica de Jesús molestó a los poderosos que tenían el poder político y a los
que tenían el poder religioso representados como “el mundo” (Jn 15,18-21).
La muerte de Jesús fue
la consecuencia inmediata de su trabajo por los derechos de las personas
oprimidas y su dignidad. De la misma manera, muchas personas, cristianas y no
cristianas, que han trabajado por los derechos humanos y la inclusión de todas
las personas han sido asesinadas por los poderosos. Muchas otras, están
amenazadas de muerte por ser coherentes a sus ideales de paz con justicia.
Hoy quiero detenerme en
una mujer latinoamericana que trabajó por los derechos humanos de las personas
afrodescendientes, de las personas GLTB, de los niños y niñas en situación de
calle, de las personas oprimidas y excluidas. Quiero recordar a Marielle
Franco, mujer, negra, lesbiana, madre … luchadora incansable por los derechos
humanos y la dignidad humana. Hace apenas unos días, el 14 de marzo fue
ejecutada de 4 balazos en su auto, en la ciudad de Río de Janeiro (Brasil).
Otra víctima de los poderosos. No podemos resignarnos a que sigan imponiendo su
violencia, su proyecto de mundo injusto, discriminatorio, excluyente. Las
cristianas y los cristianos no podemos invisibilizar o naturalizar la violencia
legitimada por los poderosos.
La Iglesia Antigua –
Diversidad Cristiana convoca a la Intervención en la Embajada de Brasil,
mañana, lunes 19 de marzo a las 17.00 hs para que la vida y compromiso de
Marielle Franco por los derechos humanos no haya sido en vano. Su vida es
modelo a seguir e imitar y de esta manera mantener viva la esperanza en que
otro mundo es posible. Necesariamente, investigar su muerte y juzgar a los
responsables es un deber que la República de Brasil deberá realizar y que la
comunidad internacional deberá exigir y controlar. No queremos más mártires por
los Derechos Humanos.
Tenemos plena confianza
que quienes mataron a Marielle Franco no podrán silenciar sus palabras ni
invisibilizar sus acciones, porque quienes trabajan por los derechos humanos
trabajan por el mundo nuevo al que Jesús llamó Reino y el Reino, es paz con
justicia, solidaridad con inclusión, liberación con equidad para todas las
personas, en todas partes y en todos los tiempos; y siempre habrán Marielles
que surjan denunciando las injusticias y exigiendo justicia hasta que se concrete
el mundo nuevo, una civilización planetaria sin personas excluidas u oprimidas.
Nos encontramos mañana
en las puertas de la Embajada de Brasil.
+Julio Vallarino,
Obispo de la IADC.
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