4º Domingo del Tiempo de la Renovación - Tanto amó Dios al mundo
4º
Domingo del Tiempo de la Renovación
Jn
3,14-21
El relato evangélico
nos presenta tres temas: 1) Jesús entrega su vida por amor (vv 14-15). 2) El
Padre ama entrañablemente al mundo (vv 16-17). 3) La fe en Jesús es causa de
salvación (18-21).
1. El texto en su contexto:
El contexto del relato
es el encuentro entre Jesús y Nicodemo cuya conversación es sobre la
participación en el Reino de Dios (3,1-21).
Jesús recuerda a su
audiencia el episodio de la rebelión de los israelitas contra Dios, el castigo
que conllevó tal episodio y el arrepentimiento del pueblo (Num 21,4-9; cf Is
52,13; Sab 16,5-8). Cuenta Hechos de los Apóstoles que “Jesús pasó haciendo el
bien y sanando” (Hch 10,38). Su ministerio profético lo enfrentó a las
autoridades civiles y religiosas (Mt 23,23-33) al punto que planearon su muerte
(Jn 11,45-57). Él seguramente no buscó que lo mataran. Pero tampoco huyó de su destino como profeta
de Israel. El profeta es la conciencia moral del pueblo, denunciando las
injusticias y anunciando la justicia de Dios y eso hace que uno se gane muchos enemigos.
Él sabía que los profetas terminaban ejecutados por los poder. Por eso era
consciente del riesgo de vida que corría. Y así ocurrió, Jesús fue ejecutado.
Desde la teología de Juan, se presenta la muerte de Jesús como su exaltación,
su regreso al Padre del que había salido (Jn 8,21; 12,32-34; 13,1; 17,11).
La teología de Juan
también pone sobre la mesa otro aspecto “la vida eterna” (vv 15). Es el don por
excelencia que Dios comunica a la humanidad, que no finaliza con la muerte
(11,25) y su origen se da en el momento que se comienza a creer en Jesucristo
(3,16). La “vida eterna” en Juan tiene su equivalencia en el “Reino de Dios” de
los evangelios sinópticos (Jn. 5,24; 6,33-54; 20,31).
Tal vez, el versículo
16 sea la clave hermenéutica para entender la historia de salvación:
Tanto
amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que toda persona que cree en
él no muera, sino que tenga vida eterna.
En la teología joánica,
la fe en Jesucristo, creer en Él es decisivo. Creer es la respuesta humana a la
acción liberadora divina (Jn 1,12; 3,14-16; 6,40; 11,25-26; 20,31). Dios toma
la iniciativa de liberar por un amor entrañable a la humanidad, Él que es rico
en misericordia (Ef 2,4) se compadece de la situación en que se encuentra la
humanidad y sale a su encuentro (Lc 15,20) en la persona de Jesucristo, la
imagen visible de Dios invisible (Col 1,15) para sanar, liberar e incluir, en
eso consiste la vida eterna, no morir, no perderse, no perecer.
Dios compasivo y
misericordioso (Sal 86,15 cf Ex 3,7; 22,26; 34,6) no quiere la opresión, la
exclusión, la discriminación, la excomunión, la invisibilización, el
silenciamiento de los seres humanos. Jesucristo nos revela, con sus palabras y
obras, el designio que Dios tenía para la humanidad entera: liberarla (vv 17),
divinizarla haciéndola partícipe de la vida divina (1Cor 15,28).
Dios no juzga. Dios no
condena. Quien no cree se excluye de la vida divina (vv 18-21 cf 5,24; Mt
16,16). En eso consiste la condena, en autoexcluirse del Reino.
2. El texto en nuestro contexto:
El lenguaje de Juan
resulta complejo en nuestro tiempo. Sin embargo, es portador de un riquísimo
contenido y una teología altamente liberadora, podría decirse que es una
teología en clave de resistencia.
Hay corrientes del
cristianismo que sostienen en su teología la imagen de un Dios que juzga los
pecados de la humanidad, que reclama la muerte cruenta del hijo para poder
perdonar, que condena a unos y salva a otros, Éste no es el Dios que nos revela
Juan. Este ídolo sanguinario y cruel propuesto por el cristianismo durante
siglos, es necesario desterrarlo de nuestra teología. Es parte del lenguaje y
cultura de una época que hoy día resulta incomprensible a las mujeres y hombres
de esta época.
La Iglesia Antigua –
Diversidad Cristiana, retomando la teología joánica sostiene que Dios ama
entrañablemente a la humanidad manifestando su misericordia (Lc 1,68-79) al
enviarnos a Jesucristo como liberador de la humanidad, que mediante sus
enseñanzas y sus acciones nos enseñó a construir un mundo de iguales, donde la
paz con justicia es la meta por la que se debe trabajar. Este mensaje incomodó
a los poderosos del sistema político y religioso y finalmente lo mataron. Pero
todas las personas que creyeron, creen y creerán en su mensaje serán partícipes
del proyecto de Dios, al que en los evangelios sinópticos Jesús llama “Reino” y
en el evangelio joánico llama “Vida Eterna” y que nosotros podríamos llamar hoy
una “civilización de la paz con justicia”; pero quienes no crean se
autoexcluyen.
La Iglesia Antigua –
Diversidad Cristiana, anima a todas las personas de buena voluntad a buscar con
empeño los caminos para alcanzar esta “civilización de la paz con justicia”, el
lugar de la plena humanización y dignificación del ser humano. Ciertamente,
igual que en otros tiempos, los poderosos del sistema político y religioso, sea
cual sea, se opondrán, sin embargo tenemos una certeza: Jesucristo venció al
mundo (Jn 16,33), en Él, nosotras y nosotros ya vencimos al mundo.
Buena semana para todos
y todas
+Julio, Obispo de la
IADC
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