1. Opción por los pobres: síntesis doctrinal.
Julio
LOIS
Primera
definición: ¿Qué es la OP?
La OP
consiste en la decisión voluntaria que conduce a encarnarse en el mundo de los
pobres para asumir con realismo histórico su causa de liberación integral.
Sujeto
de la opción: ¿Quiénes deben realizar la OP?
Todos los
creyentes, cualquiera que sea su condición socioeconómica. Hay quienes objetan
que «la OP es un lujo sólo de quienes no son pobres, porque los pobres ya son
pobres, no pueden hacer la OP». No es cierto. También los que ya son
pobres han de hacer la opción, pues ésta tiene como uno de sus elementos
esenciales la asunción consciente y activa de la causa de los pobres, y esta
actitud subjetiva no se deriva automática ni necesariamente del hecho de ser
realmente pobre. No todos los pobres, por el simple hecho de serlo, han asumido
consciente y activamente su propia causa, lo cual es elemento esencial de la
OP.
Hay, no
obstante, una diferencia notable entre la opción de quien no es pobre
materialmente y la de quien lo es: a éste no le afecta la exigencia de
encarnación sociológica o de identificación con el mundo de los pobres, porque
ya la realiza de antemano.
La OP puede
ser hecha por un sujeto personal-individual o por un sujeto
comunitario-eclesial. Dicho de otra manera, los sujetos de la OP son los
creyentes individualmente considerados, los grupos o comunidades cristianas en
general, los distintos sectores eclesiales y la Iglesia en su conjunto. Una y otra
opción se distinguen. Mientras la opción del creyente realizada a título
personal se puede y normalmente hasta se debe mediar -por ejemplo- a través de
la presencia activa en partidos políticos u organizaciones populares concretas,
este camino está vedado para la Iglesia en su totalidad o en sus realizaciones
locales.
Como sujeto
de OP la Iglesia debe defender y apoyar inequívocamente el derecho que el
pueblo oprimido y pobre tiene a organizarse para luchar al servicio de su
causa. Es más, la Iglesia debe defender y orientar sus luchas sociales y políticas,
implicándose en los procesos (aunque sin caer en una identificación total y
acrítica, lo cual supondría de hecho renunciar al ejercicio de su tarea propia evangelizadora
e incurrir en un confusionismo no deseable ni para la Iglesia ni para las mismas
organizaciones populares).
En el caso
de un creyente individual que hace la OP hay que hablar de otra manera: ya no
se trata sólo de apoyar, defender y orientar, sino también de pertenecer a las
organizaciones populares,
como un
miembro más que se organiza junto a todos los demás, creyentes o no, aunque
esta pertenencia tampoco debe suponer la renuncia a la crítica objetiva y leal
ni a la contribución con los elementos específicos que aporta la fe.
Destinatarios
de la opción.
La opción
es por los pobres reales, los injustamente empobrecidos y desposeídos, pero no aislada
sino colectiva y dialécticamente considerados. Se trata de los pobres reales
tal como existen y son creados por los ‘mecanismos opresores’ [Gutiérrez].
Es una
opción por los pobres directa e inmediata, en el sentido de que
tradicionalmente la Iglesia trataba de ayudar a los pobres aliándose con las
clases opulentas y estar así con los pobres en forma de asistencia, ayuda,
caridad... La relación de la Iglesia con los pobres era una relación mediada:
pasaba por el rico para alcanzar al pobre. Con la OP la Iglesia busca una
relación directa e inmediata [L. Boff].
En la OP,
la «mejor parte» no se dirige a los pobres sin más, sino a los «desposeídos que
contribuyen activamente a que su estado de cosas termine», a las «mayorías
populares organizadas», o a «todos aquellos que, organizados o no, se
identifican con las justas causas populares y luchan en su favor». Es decir, a
los desposeídos en cuanto constituyen un colectivo social y son conscientes de ello,
a los «pobres con espíritu» [Ellacuría].
Contenidos
fundamentales de la OP.
La OP
contiene varios elementos fundamentales:
1.
Un
elemento de ruptura que se expresa en «cambio de lugar físico o social»,
«éxodo y desidentificación con el ‘status’ del poder», «ruptura» con el mundo
cultural propio y con sus criterios específicos de valoración. Se trata de una
ruptura que corresponde, lógicamente, a los que sin ser inicialmente pobres
optan por serlo.
2.
Un
elemento de encarnación o identificación, que se expresa en «ir a la
periferia», «salir al encuentro del otro», entrar en el mundo del pobre y
asumirlo como propio. Este momento ya afecta a todos los que hacen la opción,
incluso a los materialmente pobres, quienes no siempre han hecho suyo de
corazón el mundo de los pobres. Se trata de una conversión inicial y tiene
carácter asintótico y que va del vivir «con» los pobres (más allá de vivir «para»
los pobres) hasta el vivir «como» los pobres.
3.
Un
elemento de asunción consciente y activa de la causa de los pobres:
«solidaridad activa con las luchas y prácticas populares», «defensa activa de
los derechos de los pobres», «compromiso con su liberación integral»,
«afirmación incondicional de la vida y rechazo incondicional de la
injusticia»... En este elemento radica la mayor novedad de la OP, en cuanto que
al asumir la causa de los pobres se convierte en praxis histórica de
liberación.
4.
Un
elemento de asunción del destino propio de los pobres, que en el tercer
mundo pasa normalmente por la persecución y no raras veces concluye
históricamente con la muerte «temprana e injusta». Este elemento se convierte
en criterio de verificación de la autenticidad de la encarnación en el mundo de
los pobres y de la defensa activa de su causa. El martirio no es visto como
algo puntual, sino como culminación de la persecución, y ésta es vista como
preparación y modo incipiente de martirio.
Características
de la OP.
1.
Preferencial: con este término se pretende salvar
la universalidad del mensaje cristiano, pero destacando al mismo tiempo que tal
universalidad sólo se puede afirmar y realizar evangélicamente desde la
particularidad de los pobres. «Quiere decir que nadie debe sentirse excluido de
una Iglesia con esa opción, pero que nadie puede pretender ser incluido en la
Iglesia sin esa opción» [Sobrino].
2.
Solidaria: este término deslinda el sentido de
la opción quitándole posibles ambigüedades y el sabor de inclinación paternal
al pobre que algunos pudieran atribuirle. De este modo se acentúa más bien un
compromiso real con los sufrimientos y las alegrías, las luchas contra la
injusticia y los anhelos de liberación de los pobres [Gutiérrez]. Indica
también la asunción de la causa objetiva de los pobres, la defensa activa de
sus derechos, el compromiso real contra la pobreza injusta...
Niveles
de significación de la OP.
La OP tiene
en primer término una dimensión histórica porque encarna al que la
realiza en la historia real, en el mundo histórico concreto de los pobres y su
injusta pobreza, con la intención precisa de eliminarla. Esta dimensión
histórica le confiere una clara significación política, en el sentido de que
sitúa al que la realiza en un lugar determinado en la correlación de fuerzas
sociales existentes, en solidaridad con los pobres y oprimidos, como colectivo
organizado que lucha por su liberación.
Tiene
también una significación ética evidente, ya que supone el rechazo de la
situación tal como está configurada, la indignación ante la injusticia
escandalosa de la pobreza, el interés claro por los pobres que la padecen y el
compromiso por la transformación estructural de la realidad. Supone,en
definitiva un «no» incondicional a la pobreza injusta y un «sí» también
incondicional a la lucha por la justicia.
Tiene
finalmente, una significación religiosa que podemos desdoblar en tres
aspectos. Una significación espiritual: en el sentido de que el que opta
por los pobres y es consecuente con su opción vive la historia según la
realidad de Dios. La OP se constituye en lugar privilegiado o matriz de donde
puede brotar una nueva experiencia creyente, una nueva espiritualidad. En la OP
«se desvela el misterio del Padre, se muestra la ejemplaridad definitiva de la
filiación de Jesús y acaece la acción del Espíritu que sigue desencadenando
vida a la manera de Jesús... Es una opción teológica porque en ella aparece la
misma historia de Dios» [Sobrino]. También tiene la OP una significación eclesiológica
y teológica porque de ella brota una nueva manera de ser Iglesia, la
Iglesia de los pobres y una nueva manera de interpretar la fe: la nueva
teología, la teología de la liberación.
Motivaciones
y fundamentación de la OP.
1.
Una
fundamentación puramente ético-racional. Es necesario afirmar que la opción por los pobres puede
estar suficientemente motivada por la simple consideración ética de la realidad
escandalosa e injusta de los pobres concretamente existentes. La indignación
ética que tal consideración puede provocar con la exigencia consiguiente de
realización de la justicia puede motivar con fuerza la OP.
2.
La
honestidad hacia la realidad.
La solidaridad activa con el pobre y el oprimido surge «del reconocer la
realidad latinoamericana tal cual es y de hacerle justicia, es decir, de no
aprisionar su verdad con la injusticia». Si se es honrado con la realidad
circundante se escuchan los clamores y desafíos que provienen de las mayorías
empobrecidas y se toma posición: «la honradez con lo real se lleva a cabo no
sólo al reconocerla como tal, sino también al corresponder a la exigencia que
proviene de esa realidad primaria. La realidad tiene su propio peso y por ello
su propia exigencia. Una lectura ética honrada de la realidad puede y debe
fundamentar y motivar suficientemente la OP. El que opta, respeta la verdad de
la realidad, se sitúa en el lugar que puede permitir una captación más profunda
de esa verdad y participar con autenticidad en la historia real. Es, por el
contrario, la falta de honestidad con la realidad, la que impide escuchar el
reto de los pobres y sentir la urgencia de la opción y relacionarse
correctamente con la historia [Sobrino].
3.
Sin
embargo, para los creyentes, la motivación última, más decisiva y plena, para
optar por los pobres es la que proporciona la fe: una motivación teologal.
Es lo que afirma con contundencia G. Gutiérrez: «Digámoslo con claridad: la
razón última de esa opción está en el Dios en quien creemos. Decimos fundamento
último para el discípulo de Cristo porque puede haber, y hay, otros motivos
válidos: la situación del pobre hoy, lo que el análisis social de ese estado de
cosas puede enseñarnos, la potencialidad histórica y evangelizadora del pobre,
etc. Pero finalmente la razón de la solidaridad con los pobres -con su vida y
con su muerte- está anclada en nuestra fe en Dios, en el Dios de la vida. Se
trata para el creyente de una opción teocéntrica, basada en Dios».
4.
Añadiríamos una fundamentación
pneumatológica de la OP. La opción cristiana por los pobres está
fundamentada en la parcialidad de Dios hacia ellos, expresada en la opción
misma de Jesús, que sigue siendo normativa para todos los creyentes. Pero
también lo está en la presencia actual del Espíritu de Jesús, que nos conduce a
elegir hoy mediaciones concretas diversas a las que demandaba y ofertaba la
situación histórica de la Palestina del siglo I de nuestra era. La parcialidad
de Dios hacia los pobres se expresa ahora sacramentalmente en la OP vivida por
los creyentes que, conducidos por el dinamismo del Espíritu, siguen las huellas
de Jesús en un contexto histórico diverso. De esta forma la opción por los
pobres nos introduce en la vivencia del misterio trinitario, en la vida de Dios
en la historia: optando por los pobres en virtud de la fuerza del Espíritu
vivimos como hijos (en el Hijo, es decir, en el seguimiento de Jesús) del Padre
Dios.
Motivación
no creyente y motivación cristiana de la OP.
La OP puede
ser realizada y vivida desde concepciones ideológicas diversas. Todos conocemos
personas que sin motivación cristiana alguna optan por los pobres, encarnándose
en su mundo y defendiendo su causa, hasta entregar la vida por ser consecuentes
con su opción.
La opción
cristiana por los pobres está motivada por la fe, teológicamente fundamentada e
informada por el espíritu de las bienaventuranzas, lo cual, aparte de
conferirle especificidad cristiana,le confiere elementos importantes para la
realización de la opción: la liberación de los injustamente empobrecidos.
Las
motivaciones que la fe proporciona al creyente para optar por los pobres no
excluyen las otras motivaciones que sin duda el creyente tiene, como bien
señala Gutiérrez, ni las restantes y que a ellas se suman como nuevos sumandos.
Tal vez sería más correcto decir que todas las restantes motivaciones, vistas a
la luz de la fe, sin perder su consistencia propia, cobran nuevo rostro y adquieren
perfil teológico: situación intolerable de injusticia se convierte en realidad
que se opone al plan de Dios, en pecado; la lucha por la justicia, en misión al
servicio del reinado de Dios; la potenciación histórica del pobre se relaciona
con la estrategia salvífica de Dios siempre mediada por su parcialidad hacia el
pobre... La fe da así plenitud y radicalidad última a cualquier otra motivación
y proporciona una nueva y decisiva fundamentación que, sin duda, hace más
apremiante la misma opción. Los valores específicamente cristianos,
precisamente por serlo, pueden ser universales, y no exclusivos de los
cristianos bautizados.
Significación
política de la OP.
La OP tiene
una dimensión política porque incluye el elemento ya citado de solidaridad con
los pobres y lucha contra su pobreza injusta. La OP no se agota en la
encarnación en el mundo de los pobres y en la identificación con su vida (vivir
con y/o como los pobres); si así fuera la OP tendría una significación de
índole marcadamente testimonial. La OP supone también asumir activamente la
causa de los pobres y compartir su destino. Esto incluye: *El esfuerzo por conocer
a fondo la realidad, analizándola mediante los métodos más correctos
que
proporcionan las ciencias sociales, tratando de identificar las causas raíces,
los mecanismos generadores y los cauces reproductores de la pobreza injusta.
Sólo se puede luchar eficazmente contra lo que se conoce.
*La
solidaridad real con el colectivo de los pobres por quienes se opta:
solidaridad con sus justos intereses objetivos, con sus prácticas orientadas a
la consecución de esos intereses y con las organizaciones que planifican y
realizan esas mismas prácticas.
Naturalmente
que, así planteada, la OP se convierte en una decisión política que sitúa a la persona
o institución que la toma en un lugar concreto de la correlación existente de
fuerzas sociales, al lado de los pobres y asumiendo su praxis histórica de
liberación, en confrontación con los intereses objetivos de los
ricos-opresores, es decir, de los estructuralmente responsables de la pobreza
injusta combatida.
OP y
nueva experiencia política.
El compromiso
liberador a través del cual la OP se hace históricamente operativa introduce al
cristiano que opta en una experiencia política nueva y conflictiva, con
exigencias también nuevas de racionalidad científica. El cristiano, en
definitiva, se encuentra con la autonomía y densidad propia del mundo de lo
político y de sus exigencias, espacio del que habitualmente se había sentido al
margen y no en pocas ocasiones incluso por ser pretendidamente consecuente con
su condición de creyente.
El «éxodo»,
el «salir al encuentro del otro», la «ruptura con nuestras categorías mentales
y con nuestro mundo cultural en general» se concretan en este nivel en un
«situarse de manera distinta en el mundo de lo político» [Gutiérrez]. La OP
conduce a una nueva experiencia política.
La primera
característica de esta nueva situación consiste en pasar de una
concepción parcializante o sectorial del compromiso político a otra más
englobante y totalizadora. Lo político deja de ser un sector o campo
acotado de la existencia humana (al lado de otros espacios como el familiar o
profesional) o una actividad para ratos libres o para profesionales, y se
convierte en una dimensión que abarca y condiciona todo el quehacer del ser
humano. «Hoy los que han optado por un compromiso liberador experimentan lo
político como una dimensión que abarca y condiciona exigentemente todo el
quehacer humano. Es el condicionamiento global y el campo colectivo de la realización
humana» [Gutiérrez].
La segunda
característica de la nueva situación es la exigencia sentida de un
conocimiento riguroso de la realidad, derivado del uso de los instrumentos
de análisis que proporcionan las ciencias sociales. La OP y el compromiso
liberador en que ésta se traduce no pueden realizarse sin pretensiones de
eficacia histórica, pues lo que está en juego es la erradicación de la pobreza
injusta. No es suficiente la indignación ética, ni el conocimiento meramente
intuitivo de la realidad. Una moral social de principios, concretada en
expresiones como «la raíz de todos los males es el egoísmo», «hay que construir
una sociedad justa, igualitaria y fraterna», etc. es insuficiente y,
desconectada de los contextos reales concretos, nos deja completamente inermes
ante la tarea de transformación de lo político. «Una formación insistentemente
principista y ahistórica hizo que los cristianos fueran en general poco
sensibles y hasta hostiles a los intentos de racionalidad científica que se
abre paso en el campo de lo político. Aquellos, sin embargo, que se hallan
comprometidos en la lucha por una sociedad distinta, sienten la urgencia de
conocer con el mayor rigor posible los mecanismos de la sociedad capitalista...
Sólo eso hará eficaz su acción. Los vagos y líricos llamados a la defensa de la
dignidad de la persona humana que no tienen en cuenta las causas hondas del
actual orden social y las condiciones concretas de la construcción de una
sociedad justa son totalmente inconducentes, y a la larga resultan ser sutiles
maneras de engañar y engañarse» [Gutiérrez].
Gutiérrez
advierte, con razón, que «mucho ha costado y cuesta todavía a los cristianos
entrar en esa mentalidad». Es todavía frecuente encontrar en los grupos y
comunidades cristianas personas que consideran que para enfrentarse con la
realidad y actuar en el mundo de lo político basta el evangelio y los
principios éticos que de él inmediatamente derivan. Lo demás -dicen- es mera
aplicación a la realidad cambiante. Abundan también los que piensan que acudir
a la mediación de las ciencias sociales es acudir a préstamos ilegítimos que
conducen inevitablemente a contaminaciones ideológicas inadmisibles.
La tercera
característica que perfila la nueva experiencia política es la de la conflictividad.
«Estamos poco acostumbrados en ambientes cristianos a pensar en términos
conflictuales e históricos. A lo antagónico preferimos una irénica
reconciliación, una evasiva eternidad». Lo cierto es que el proceso liberador
al que lleva la dinámica de la OP es un proceso inevitablemente conflictivo,
dada la conflictividad que configura la realidad actual de los pobres: «el
terreno de lo político tal como se presenta hoy implica enfrentamientos...
entre grupos humanos, entre clases sociales con intereses opuestos. Ser ‘artesano
de la paz’ no sólo no dispensa de estar presente en esos conflictos, sino que exige
tomar parte en ellos si se quiere superarlos desde la raíz» [Gutiérrez].
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