Cuarto Viernes de Cuaresma - Lecturas Espirituales de la Iglesia
Viernes IV semana de
Cuaresma
Números 14,1-25
La Pascua une en la
fe a los corporalmente separados
Atanasio de
Alejandría
Carta 5,1-2
Vemos, hermanos míos,
cómo vamos pasando de una fiesta a otra, de una celebración a otra, de una
solemnidad a otra. Ahora ha llegado aquel tiempo en que todo vuelve a comenzar,
a saber, el anuncio de la Pascua venerable, en la que el Señor fue inmolado.
Nosotros nos alimentamos, como de un manjar de vida, y deleitamos siempre
nuestra alma con la sangre preciosa de Cristo, como de una fuente; y, con todo,
siempre estamos sedientos de esa sangre, siempre sentimos un ardiente deseo de
recibirla. Pero nuestro salvador está siempre a disposición de los sedientos y,
por su benignidad, atrae a la celebración del gran día a los que tienen sus entrañas
sedientas, según aquellas palabras suyas: El que tenga sed, que venga a mí y
que beba.
No sólo podemos
siempre acercarnos a saciar nuestra sed, sino que además, siempre que lo
pedimos, se nos concede acceso al Salvador. El fruto espiritual de esta fiesta
no queda limitado a un tiempo determinado, ni conoce el ocaso su radiante
esplendor, sino que está siempre a punto para iluminar las mentes que así lo
desean. Goza de una virtualidad ininterrumpida para con aquellos cuya mente
está iluminada y que día y noche está atentos al libro sagrado, como aquel
hombre a quien el salmo proclama dichoso, cuando dice: Dichoso el hombre que
no sigue el consejo de los impíos, ni entra por la senda de los pecadores, ni
se sienta en la reunión de los cínicos; sino que su gozo es la ley del Señor, y
medita su ley día y noche. Ahora bien, el mismo Dios, amados hermanos, que
al principio instituyó para nosotros esta fiesta, nos ha concedido poderla
celebrar cada año; y el que entregó a su Hijo a la muerte por nuestra salvación
nos otorga, por el mismo motivo, la celebración anual de esta santa solemnidad.
Esta fiesta nos sostiene en medio de las miserias de este mundo; y ahora es
cuando Dios nos comunica la alegría de la salvación, que irradia de esta
fiesta, ya que en todas partes nos reúne espiritualmente a todos en una sola
asamblea, haciendo que podamos orar y dar gracias todos juntos, como es de ley en
esta fiesta. Éste es el prodigio de su bondad: que él reúne para celebrarla a
los que están lejos y junta en una misma fe a los que se encuentran corporalmente separados.
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