Domingo de la Décima sexta semana del Tiempo de Misión en la Diversidad: La Iglesia llamada a incluir a las personas trans




9 de setiembre
Mc 7,31-37


1.     El texto en su contexto:

Jesús estuvo predicando predicando entre paganos, personas que tenían otras prácticas de fe y otras costumbres, contrarias a las del pueblo de Israel y por lo tanto eran despreciadas y discriminadas; sin embargo Jesús no solo predicó sino que también practicó la solidaridad con esas personas (7,24-31) dejándonos un ejemplo.

De regreso a su tierra, pero aún sin atravesar el Jordán, en la región de Decápolis, Jesús nuevamente manifiesta su solidaridad con una persona que por su enfermedad, sorda muda, quedaba fuera de la comunicación con otras personas, de la vida familiar y social por ser diferente. Le devuelve el oído y la palabra. La restituye a la vida comunitaria. La integra. La dignifica (7,31-37).

Esta restitución de dignidad lo hace a través de signos concretos, el tacto y la palabra. La toca y eso rompe la barrera de la incomunicación. Entra en contacto directo con la persona enferma. Pronuncia una palabra “efata” que quiere decir “ábrete”. Seguramente la dijo para que oigan quienes observaban puesto que la persona sorda jamás la oiría.


2.     El texto en nuestro contexto.

Actualmente, en Uruguay, el Parlamento está debatiendo el proyecto de Ley sobre Personas Trans. Gente que hasta hace muy poco era considerada enferma por la OMS, sin embargo, reconociendo su error, la academia y la ciencia se han rectificado sacando a las personas transgénero de la lista de personas con enfermedades mentales. Las personas trans son discriminadas y excluidas por sectores de la sociedad y por sectores del cristianismo.

Con su ejemplo, Jesús nos enseña a incluirlas. El gesto de tocarlas es el acto de mayor generosidad que podemos realizar. Es la aceptación de su otredad, de su diferencia, de su diversidad. Es entablar contacto desde la igualdad entre las personas. Es el gesto de acercamiento y la invitación a establecer comunicación. Con su palabra , Jesús nos invita a abrir nuestros corazones, a abrirnos a lo diferente, a abrirnos a lo que desconocemos: el género trans. El cristianismo necesita abrirse a otras personas quitándoles las etiquetas de impuras, satánicas, diabólicas, enfermas, contra la naturaleza, abominables. El cristianismo necesita pedir perdón por sus acciones de discriminación y exclusión hacia las personas trans. El cristianismo está obligado por mandato divino a aceptar e incluir en su seno a las personas de género trans. El evangelio de hoy nos invita a cambiar nuestros moldes culturales, a cuestionar las verdades absolutas, a aceptar que Dios no hace diferencia entre las personas (Hch 10,34).

Sin lugar a dudas, el proyecto de Ley sobre personas Trans es un instrumento de reparación social que las Iglesias debemos apoyar. Toda ley que dignifique a las personas, que disminuya la inequidad, que erradique la vulneración de derechos debe ser apoyada por las cristianas y los cristianos.

La Iglesia Antigua – Diversidad Cristiana invita a iglesias hermanas a sumarse en apoyo a este proyecto de Ley, las invita a no permanecer en la indiferencia o en la condena prejuiciosa. Ábranse, abran sus puertas, salgan a buscar firmas en apoyo a la ley, participen de las marchas y de los actos, den testimonio del mensaje evangélico, digan a los fundamentalistas políticos y religiosos que “Dios no hace diferencia entre las personas” (Hch 10,34).

Buena semana para todos y todas.
+Julio, obispo de la IADC.

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