Domingo de la décima séptima semana del Tiempo de Misión en la Diversidad - La profesión de fe exige coherencia con la experiencia de vida




16 de septiembre de 2018
Marcos 8,27-35

La profesión de fe exige coherencia con la experiencia de vida

1.     El texto en su contexto:

Jesús se encontraba en plena labor misionera yendo de pueblo en pueblo, esta vez camino a Cesarea de Filipo (vv 27). Cada vez que llegaba o se iba de un pueblo o aldea, sus palabras y sus acciones provocaban escándalos en las autoridades civiles y religiosas, preocupación en los poderosos de la sociedad y expectativa en el pueblo sencillo, muchas veces oprimido no solo por las fuerzas de ocupación romanos sino también por los religiosos cómplices.

La pregunta de Jesús “¿quién dice la gente que soy yo” (vv 27) no es casual ni inocente. En el escenario de escándalo, preocupación y expectativa las respuestas recogidas por la comunidad discipular eran el indicador del éxito o no de la cercanía del Reinado de Dios (Mc 1,15) que no era otra cosa que la inclusión de los excluidos; el cambio de paradigmas sociales, culturales y religiosos:

[Jesús]  les respondió a los dos hombres: —Vayan y díganle a Juan todo lo que ustedes han visto y oído: Ahora los ciegos pueden ver y los cojos caminan bien. Los leprosos quedan sanos, y los sordos ya pueden oír. Los que estaban muertos han vuelto a la vida, y a los pobres se les anuncia la buena noticia de salvación (Lc 7,22).

Las respuestas transmitidas por la comunidad discipular a su pregunta eran la confirmación de que el pueblo había recibido el mensaje (vv 28). Los profetas fueron la conciencia moral de Israel. Cada vez que el sistema religioso y político se alejó de Dios, surgieron profetas denunciando la injusticia y generando la esperanza entre el pueblo de que Dios haría justicia. El pueblo estaba esperando la intervención divina y reconocía en Jesús al enviado de Dios, el nuevo profeta surgido en medio de los oprimidos para anunciar la liberación, la sanación y la inclusión, es decir, el Reinado de Dios en medio de la humanidad (malkuta).

La expectativa mesiánica surgida en medio de pueblo habilita una segunda pregunta de Jesús, está vez a la comunidad discipular, a quienes le acompañaban durante toda la tarea misionera, a quienes compartían con él día y noche, a quienes le habían escuchado y visto desde hacía tiempo. Tampoco esta pregunta era inocente “Y ustedes ¿quién dicen que soy?” (vv 29).

Pedro profesa su fe, seguramente también otras personas de la comunidad dieron sus respuestas, al parecer eran coincidentes por eso no se les nombra. Era un hecho para la comunidad discipular que Jesús era el Mesías prometido por Dios y esperado por el pueblo (vv 29).

Jesús sabía como habían terminado su vida todos los profetas. El poder político y el poder religioso, con la complicidad de los mediocres les habían asesinado. Jesús intuía que su destino podría ser el mismo que el del resto de los profetas, pero eso no hizo que renunciara a su misión (vv 30-31). Y hablando de mediocres, Pedro que más tarde lo negaría, interpela a Jesús. La comunidad apostólica estaba contaminada de las matrices culturales y religiosas, si Jesús era reconocido como Mesías y eso para el pueblo significaba la liberación del imperio romano, entre otras cosas, los más próximos a Jesús ocuparían los lugares de más poder; pero si Jesús era rechaza, asesinado ¿qué pasaría con ellos? ¿de qué habría servido dejarlo todo por una quimera? Había mucho que perder y tanto Pedro como el resto lo sabían (vv 31-32).

Duro, tajante, inflexible, Jesús rechaza la mediocridad de Pedro. Aún demostraba no entender la lógica del Reinado de Dios y mucho menos entender que debía cambiar de paradigmas para entrar en esa lógica. Pobre Pedro, que vergüenza, que frustración, que sentimientos contradictorios habrá producido la acusación de Jesús frente a toda la comunidad (vv 33).

Jesús ya no se refiere a la comunidad apostólica sino a todas las personas que estaban presentes y les enfrenta a la durísima realidad de optar. El seguimiento exige la fe radical y tiene como consecuencia la ruptura con los paradigmas de este mundo, la lógica del Reinado de Dios desafía las estructuras injustas de la religión y del gobierno (33-34).


2.     El texto en nuestro contexto:

No dudo que en la gran mayoría de las comunidades cristianas, los ministros mediocres hoy se referirán a la confesión de fe de Pedro y al seguimiento de Jesús cargando con la cruz. Verdaderos mamarrachos!

El Evangelio de hoy nos pone de cara a una realidad que muy pocas cristianas y muy pocos cristianos mostrarán la disponibilidad de optar. Seguramente elegirán seguir yendo a misa los domingos y escuchando homilías que no les compromete, seguir rezando novenas y rosarios, seguir haciendo vía crucis y horas santas, seguir participando de celebraciones de liberaciones demoniacas y de búsqueda de prosperidad. Verdaderos mamarrachos!

Elegir es renunciar. Si elegimos a Jesús estamos eligiendo la lógica del Reinado de Dios; estamos comprometiéndonos con la lucha de los colectivos discriminados, oprimidos y excluidos; estamos diciendo a las autoridades religiosas y civiles que las actuales matrices culturales solo benefician a ellos y que es necesario cambiarlas porque hay millones que quedan fuera de una vida digna, plena y abundante (Jn 10,10), es decir, quedan fuera del Reinado de Dios (malkuta); quedan fuera de la justicia social!

La profesión de fe, confesar a Jesús como el Mesías prometido por Dios y esperado por la humanidad, es comprometerse a continuar la misión de Jesús porque todavía hay personas excluidas a nuestro alrededor, todavía hay personas discriminadas en nuestro entorno, todavía hay personas silenciadas e invisibilizadas por los poderosos. Confesar a Jesús como Salvador (soster) no es otra cosa que reconocer que tenemos que continuar su obra porque en nadie más podemos confiar; “Soster” (Salvador) era el título que se daba al emperador romano, es reconocer que fuera de su palabra y de sus acciones estamos realmente perdidos y perdidas. Confesar a Jesús como Señor (Kyrios) no es otra cosa que reconocer en Él el señorío de la divinidad, Kyrios era el título dado también, al emperador romano.

Si confesamos a Jesús como Mesías, Salvador y Señor tenemos que actuar en consecuencia. No podemos continuar en la mediocridad de la celebración semanal y nada más. Las comunidades cristianas del primer siglo transformaron al imperio más grande y poderoso del mundo sin violencia, simplemente viviendo radicalmente aquello que creían.

Si confesamos a Jesús necesariamente debemos comprometernos radicalmente con los derechos humanos y la dignidad humana de todas las personas, absolutamente de todas; debemos comprometernos en la denuncia constante de toda violación a los derechos humanos y la dignidad humana de todas las personas, absolutamente de todas; debemos vivir escandalosamente la Buena Noticia ( = Evangelio) liberadora, sanadora e inclusiva llevándola a todas las personas, absolutamente a todas; nadie puede ni debe quedar fuera de la Fiesta de la Vida (Mt 22,1-14).

Buena semana para todos y todas.
+Julio, Obispo de la IADC

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