Domingo de la Santísima Trinidad




Primer domingo después de Pentecostés
Solemnidad de la Santísima Trinidad
Juan 3,1-17


1.    El texto en su contexto:

El evangelista Juan nos narra el diálogo entre Jesús y Nicodemo que era del partido de los fariseos (versículo 1) y maestro de la Ley (10) que reconoce en Jesús al enviado de Dios (versículo 2).

El eje de este diálogo es el amor del Padre a la humanidad (versículo 16). Un amor sin límites ni condiciones y hasta el extremo; un amor que el Padre nos lo revela en Jesucristo comunicando vida plena, digna y abundante (versículo 16 cf 1Jn 4,9-10; Gn 22,2; Heb 11,17). No se revela como un Dios que condena sino como un Dios que salva, que sale al encuentro, que libera, que dignifica, que invita a la humanidad a participar de su vida divina (versículo 17 cf versículo 3: Jn 1,13; 2Co 5,17; Gal 6,15; Tit 3,5; Stgo 1,18; 1Pe 1,3). El Padre ofrece la salvación pero requiere de los hombres y las mujeres el acto de fe (Jn 3,16) ya desde ahora (Jn 5,24).


2.    El texto en nuestro contexto:

El Padre continúa ofreciendo a la humanidad de todos los tiempos, la participación en su vida divina, una vida que es solidaridad y comunión entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Y esto es posible solamente por un designio eterno de amor de Dios a la humanidad (Ef 1,9).

La humanidad está invitada a divinizarse, por eso el Hijo siendo divino se humanizó (Fi 2,6-7). El único motivo por el cual el Hijo eterno asumió la naturaleza humana (Jn 1,14) fue para que la humanidad pudiera participar de la naturaleza divina; el destino último de la humanidad es su divinización (1Co 15,28), es decir, participar de la vida trinitaria.

Mientras tanto, compete a la Iglesia continuar la obra del Hijo, trabajar por la dignidad y los derechos de las personas vulneradas por el sistema político, social, económico, religioso. Así como Jesucristo devolvió la vista al ciego, el oído al sordo, el habla al mudo, el andar al paralítico y la sanidad a tantos otros y otras, la Iglesia necesariamente tiene que continuar esta obra en el mundo.

La vida intratrinitaria, una vida de donación, de solidaridad y de comunión, en diálogo amoroso, es modelo de la vida cotidiana que debe promoverse en las iglesias, en la sociedad, en la cultura.

La IADC no puede permanecer cómplice de los sistemas opresores ni silenciosa frente a las injusticias; no puede continuar el modelo de decir una cosa y hacer otra, si no somos capaces de construir el modelo de comunión y participación a través del diálogo inclusivo y de la escucha  atenta en el seno de la Iglesia ¿por qué ser otra iglesia diferente a la mayoría?

Trabajemos pues, para construir ese otro mundo posible, esa otra iglesia necesaria donde las personas se encuentran a través del diálogo inclusivo, teniendo como modelo al Misterio Divino, ese Ser Indecible al que llamamos Dios, Uno y Trino, que se revela a la humanidad como Amor (1Jn 4,7-9).

Buena semana para todos y todas. +Julio.

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