Primer Domingo del Tiempo de Renovación: Mc 1,12-15







1.     El texto en su contexto:

Este pequeño relato evangélico, apenas tres versículos, presenta dos escenarios.

En el primer escenario (vv 12-13) se ubica a Jesús en el desierto, luego de haber sido bautizado por Juan en el Jordán (vv 9-11), haciendo referencia a cuarenta días de permanencia en el desierto; sin lugar a dudas, Jesús el nuevo Moisés, nos remite a la historia de Israel en el desierto (Dt 8,2-4 cf: Ex 24,18; 34,28; Num 14,33-34; 32,13; 1Re 19,8); donde Jesús es puesto a prueba (Heb 2,18; 4,15) por Satanás, que puede traducirse también como “el acusador” o “el adversario”.

En el segundo escenario (vv 14-15) se ubica a Jesús en Galilea anunciando la “Buena Noticia” cuya traducción tradicional es “Evangelio” de la cercanía del Reinado de Dios. ¿De qué se trata ese Reinado? Comunmente nos presentan  el Reino asociado a “el cielo”, el lugar donde reina Dios, en una realidad de dos mundos muchas veces enfrentados: el cielo y la tierra, arriba y abajo, la luz y la oscuridad, la santidad y el pecado. Sin embargo, Jesús no ha dicho nada de eso; cuando Jesús habla del “Reinado de Dios” hace referencia a una realidad de justicia y solidaridad que está próxima en el aquí y ahora:

Juan tuvo noticias de todas estas cosas, pues  sus seguidores se las contaron. Llamó a dos de ellos y los envió al Señor, a preguntarle si él era de veras el que había de venir o si debían esperar a otro. 20Los enviados de Juan se acercaron, pues, a Jesús y le dijeron: —Juan el Bautista nos ha mandado a preguntarte  si tú eres el que ha de venir, o si debemos esperar a otro. En aquel mismo momento Jesús curó a muchas personas de sus enfermedades y sufrimientos, y de los espíritus malignos, y dio la vista a muchos ciegos. Luego les contestó: —Vayan y díganle a Juan lo que han visto y oído. Cuéntenle que los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de su enfermedad, los sordos oyen, los muertos vuelven a la vida y a los pobres se les anuncia la buena noticia. ¡Y dichoso aquel que no pierda su fe en mí! (Lc 7,18-23).

Jesús, hablando de sí mismo anteriormente, en la sinagoga, había afirmado:

“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado para llevar la buena noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar libertad a los presos y dar vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a anunciar el año favorable del Señor.” (Lc 4,18-19).

Jesús revela el Reinado de Dios, aquí y ahora, en esta realidad terrenal, una realidad imperfecta que debe ser perfeccionada, una realidad de injusticia que debe alcanzar la justicia mediante la solidaridad (Hch 10,38). El Reinado de Dios es el “año favorable del Señor” en el contexto de la Biblia Hebrea (Is 61,1-2 y fundamentalmente 56,6-11). Es una clara referencia al Año Santo o Año Jubilar (Lv 25).


2.     El texto en nuestro contexto:

El cristianismo, en muchos lugares funciona como “el opio de los pueblos” (Karl Marx, 1844) no interviniendo en las realidades injustas de este mundo y dando un mensaje de resignación pasiva, esperando que en el otro mundo las realidades cambien; las trágicas y antievangélicas frases: “Dios lo quiere así”, “Dios lo permitió”, “Dios está probando”, “resignación, es voluntad de Dios”, “en la otra vida tendrás la recomensa” … nada más antievangélico que esto; nada más contrario al mensaje liberador, sanador e inclusivo de Jesucristo.

Dios no quiere la injusticia. Dios no permite la explotación. Dios no prueba a las personas con sufrimientos. No es voluntad de Dios la opresión, ni la pobreza, ni la injustica, ni el hambre, ni la muerte por no acceder a medicación de altos costos, ni el subdesarrollo …. Las personas que seguimos a Jesús en el discipulado debemos indignarnos y revelarnos ante tanta mentira de falsos cristianos, personas sin escrúpulos que corrompen la Buena Noticia de Jesucristo, cómplices del poder y los poderosos.

El texto evangélico de hoy nos sitúa también a la Iglesia en dos escenarios.

En el primer escenario se nos propone a la Iglesia la tentación de sucumbir al “dios poder”, al “dios de los dos mundos”, “al dios que alimenta una fe mágica” de transformar las realidades injustas con oraciones. Decía Lutero que la oración es para fortalecerme y poder transformar la realidad, esta es la afirmación de una fe madura. Cada vez que la Iglesia adormece la conciencia de la gente con la promesa de un cielo prometido, sucumbe a la tentación.

En el segundo escenario se nos presenta a la Iglesia continuando la obra de Jesucristo´(Mt 10), contribuyendo a la transformación de la sociedad y la cultura en un lugar de dignidad humana y de derechos humanos. “Haciendo el bien y sanando” (Hch 10,38), “no haciendo diferencia entre las personas” (Hch 10,34). Ésta es la verdadera Iglesia de Jesucristo. No importa si la denominación es católica romana, católica nacional, católica antigua, católica independiente, luterana, anglicana, episcopal, evangélica, pentecostal o neopentecostal. Ésta es la única Iglesia de Jesucristo, fundada sobre la enseñanza de la comunidad apostólica y portadora de la Buena Noticia para los hombres y las mujeres del siglo XXI; las demás son ladrones y salteadores (Jn 10,8).

La Iglesia Antigua – Diversidad Cristiana renueva hoy, en este primer domingo del Tiempo de la Renovación, el compromiso bautismal de cada uno de sus miembros, renunciando a los ídolos que ofrece el mundo actual, con sus privilegios y lugares de poder y comprometiéndose con la tarea liberadora, sanadora e inclusiva de construir otro mundo posible al que Jesús llamó “Reinado de Dios”, un lugar de paz con justicia y solidaridad. Caminamos por la historia con el convencimiento de que Jesucristo es el Reino de Dios (Orígenes, 185-244) y ese Reino es aquí y ahora (Justino, 100-155).

Buena semana para todos y todas.

+Julio.

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