Cuaresma: aportes para un Tiempo de Renovación (semana 2)
Marcos
8,31-38
Jesús
comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre tendría que sufrir mucho, y que
sería rechazado por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y por los
maestros de la ley. Les dijo que lo iban a matar, pero que resucitaría a los
tres días. Esto se lo advirtió claramente. Entonces Pedro lo llevó aparte y
comenzó a reprenderlo. Pero Jesús se volvió, miró a los discípulos y reprendió
a Pedro, diciéndole:
—¡Apártate
de mí, Satanás! Tú no ves las cosas como las ve Dios, sino como las ven los
hombres.
Luego
Jesús llamó a sus discípulos y a la gente, y dijo:
—Si
alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y
sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la
vida por causa mía y por aceptar el evangelio, la salvará. ¿De qué le sirve al
hombre ganar el mundo entero, si pierde la vida? O también, ¿cuánto podrá pagar
el hombre por su vida? Pues si alguno se avergüenza de mí y de mi mensaje
delante de esta gente infiel y pecadora, también el Hijo del hombre se
avergonzará de él cuando venga con la gloria de su Padre y con los santos
ángeles” (versión: Dios Habla Hoy - La
Biblia de Estudio, Estados Unidos de América: Sociedades Bíblicas Unidas, 1998).
1. El texto en su contexto:
El episodio de Marcos
8,31-38 es el inicio de la segunda parte del Evangelio de Marcos y comienza,
nada más ni nada menos, que con el anuncio por parte de Jesús, de su muerte y
resurrección. Sin lugar a dudas, las acciones sanadoras y liberadoras que eran
acompañadas del anuncio del Reinado de Dios, haciendo justicia a los excluidos
y oprimidos por el sistema político y religioso, hizo que se ganara muchos
enemigos, entre ellos los representantes del Templo, los sacerdotes y los
representantes de la sinagoga, los maestros de la Ley. Jesús era plenamente
consciente de la tensión que estaba generando al anunciar la justicia de Dios y
denunciar las injusticias humanas, avaladas por el sistema religioso; pero el
anuncio de la resurrección, permite intuir la confianza total de Jesús en Dios
su Padre (versículo 31).
Pedro, escandalizado
por el anuncio reprende a Jesús dejando en evidencia su incomprensión del plan
de Dios (versículo 32). Al igual que el resto de los discípulos, Pedro actuó
como se hubiera esperado que lo hicieran quienes no creen, quienes no descubrieron
el rostro misericordioso de Dios, quienes no tienen la generosidad para
emprender el desafío de la construcción
del Reino prometido por Dios, anunciado por Jesucristo y esperado por toda la
humanidad; cuya expresión más clara, es una sociedad justa y solidaria, formada
por personas liberadas y dignificadas.
Jesús es durísimo con
la actitud de Pedro que pretende desviarlo del camino que se trazó (versículo
33).
Finalmente, Jesús
convoca a sus comunidad discipular y otras gentes que les seguían y les expone
las exigencias del discipulado (versículo 34-35 cf Mateo 10,38-39; Lucas 14,27;
17,33; Juan 12,24-28); exigencias que hacen que, tanto el discípulo como la
discípula, recorran el mismo camino de rechazo y persecución que el Maestro.
Jesús les plantea las prioridades evangélicas que tiene que ver con la vida
como valor supremo (versículo 36-36 cf Mateo 16,25-26) y la fidelidad al
seguimiento (versículo 38-39); un seguimiento que identifica el camino de la
comunidad discipular con la de su Maestro.
2. El texto en nuestro contexto:
En pleno siglo XXI, en
una sociedad mundial llena de conflictos, en una sociedad latinoamericana tan
desigual, me pregunto ¿por qué la Iglesia, presente en las distintas
denominaciones cristianas, no es rechazada y perseguida?. Tal vez como Pedro,
hemos optado por acomodarnos a la expectativa del mundo y del poder. ¿Por qué
hay tan baja participación? ¿por qué estamos disminuyendo en número? Tal vez
nos hemos avergonzado de seguir a un Maestro rechazado, perseguido y ejecutado;
en cambio seguimos a un Rey de Reyes, a un Señor de Señores, a un Cristo
todopoderoso.
Si nuestra experiencia
de fe no es transitada por la experiencia pascual, y esto significa el rechazo
real de los centros de poder político, económico, religiosos, etc.
abandonándonos al accionar de Dios, que sana, libera e incluye a su tiempo y
con un estilo propio, no estamos siendo una iglesia discípula de Jesucristo.
El anuncio profético,
de la justicia de Dios que es parcial y toma partido por las personas oprimidas,
discriminadas y excluidas, sin importar si son buenas o malas, toma partido
simplemente porque son víctimas; y la denuncia profética de la injusticia
humana que produce opresión, exclusión, discriminación, invisibilizando la
dignidad humana que es propia a cada persona; tienen que ser las
características de una Iglesia que sigue a su Maestro en el camino del
discipulado.
Una Iglesia que sana,
que consuela, que libera, que incluye, que reconoce la dignidad y los derechos
de todas las personas; una iglesia que se hace servidora de la humanidad,
especialmente de la más vulnerada; una iglesia que ama entrañablemente a todos
y a todas con el amor maternal de Dios; una iglesia que renuncia al poder, al
reconocimiento y al honor que proporciona el mundo es una iglesia que sigue a
su Maestro en el camino del discipulado.
En este segundo domingo
de Cuaresma, el evangelio interpela la mediocridad de nuestras comunidades
eclesiales, la mediocridad de nuestra fe y de nuestro compromiso con el Reino.
Depende de cada persona y de cada comunidad eclesial, revertir esta realidad,
transformando cristianas y cristianos en discípulas y discípulos.
Frase
—¡Apártate de mí,
Satanás! Tú no ves las cosas como las ve Dios, sino como las ven los hombres
Oración
Dios, Madre y Padre,
tenemos la intención, como bautizadas y bautizados, de seguir al Maestro pero
muchas veces respondemos a los intereses de los diferentes centros de poder.
Enséñanos el camino de la renovación para que abandonemos la mediocridad y
asumamos con radicalidad el compromiso evangélico. Te lo pedimos en el nombre
de Jesús. Amén.
Comentarios
Publicar un comentario