6º Domingo del Tiempo de Dios para todos los pueblos



Mc 1,40-45


1.     El texto en su contexto:

La Biblia Judía condena a la persona con lepra a la exclusión, discriminándolas y expulsándolas de la comunidad:

El Señor dijo a Moisés y a Aarón: "Cuando alguno tenga una inflamación, una erupción o una mancha en la piel, y se le produzca la lepra, será llevado ante Aarón, el sacerdote, o cualquiera de sus hijos sacerdotes. Se trata de un hombre con lepra: es impuro. El sacerdote lo declarará impuro de lepra en la cabeza. El que haya sido declarado enfermo de lepra andará harapiento y despeinado, con la barba tapada y gritando: "¡Impuro, impuro!" Mientras le dure la afección, seguirá impuro; vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento”  (Lv 13,1-2.44-46).

El relato evangélico nos ubica en los comienzos del ministerio público de Jesús. Un hombre con lepra pide a Jesús que lo cure (versículo 40). La persona con lepra era considerada ritualmente impura. Sanar significaba volver al seno de la comunidad considerándosela ritualmente pura. Cualquiera que tocara a una persona con lepra quedaba ritualmente impura (Lv 5,3) por eso se la excluía de la comunidad y se la expulsaba de la aldea o pueblo, para que no entrara en contacto con el resto de las personas.

Jesús, que es el rostro humano de Dios rico en misericordia (Ef 2,4), sintió compasión de ese hombre que había sido separado de sus seres queridos, de sus amistades, de su comunidad, vestido con ropas harapientas, despeinado y gritando “impuro” para avisar que otras personas no se contagien. Ese grado de crueldad indignó a Jesús y actuó escandalosamente violando la ley. Jesús lo tocó (versículo 41). Las personas con lepra aisladas del resto de las personas carecían de todo tipo de expresión de afecto, pasaban tiempo hasta que sanaran y algunas toda la vida sin contacto físico reforzado la exclusión, no solo aisladas sino también vulneradas emocionalmente. La respuesta de Jesús al hombre con lepra, fue el mayor acto de amor que alguien puede expresar por otra persona, ponerse en su mismo lugar, hacerse ritualmente impuro con el otro, solidarizarse en la exclusión. Más adelante el Maestro dirá: “no hay mayor amor que dar la vida” (Jn 15,13).

El gesto solidario de Jesús fue reforzado por la palabra sanadora: “quiero”. Jesús vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido, según su propio testimonio (Lc 19,10). No era posible que una persona quedara vulnerada en sus derechos y su dignidad por una norma injusta que había establecido el sistema religioso. Entonces se produce el milagro. Aquel que estaba oprimido por el sistema religioso fue liberado, aquel que estaba enfermo por el sistema religioso fue sanado, aquel que estaba excluido por el sistema religioso fue incluido en el Reino de Dios, una comunidad de iguales, que habían sido rescatados de la opresión religiosa (versículo 42) . Es que Jesús había venido para que todas las personas tengan vida plena, digna y abundante (Jn 10,10).

Aquel que violó la ley religiosa movido por la compasión y la indignación de un sistema religioso injusto e insolidario, para que el leproso curado fuera incluido, no solo en la comunidad discipular, sino fundamentalmente en la sociedad y restituido a la comunidad y la familia, recuperando todo lo que se le había quitado, lo envía a cumplir con lo que manda la ley (versículos 43-44) con la recomendación de mantener en secreto como había sido curado.

La experiencia del encuentro con Jesús, una experiencia sanadora y liberadora que vivió ese hombre, no pudo mantenerlo en secreto. Para él había finalizado la soledad impuesta, la humillación, la discriminación, la exclusión … podía retornar a su casa, con sus seres queridos, a su pueblo con sus vecinos y vecinas, recuperaba sus derechos, era restituida su dignidad. A penas salió de ahí comenzó a dar testimonio de lo sucedido por todas partes al punto que la gente buscaba a Jesús (versículo 45).


2.     El texto en nuestro contexto:

En el siglo XXI la lepra tiene remedio, es más, prácticamente ha desaparecido del planeta; sin embargo, el sistema religioso ha seguido creando categoría de personas excluidas. Hoy, las personas divorciadas, las mujeres que abortan, las personas gays, lesbianas, bisexuales y trans son sistemáticamente expulsadas de la comunidad de fe, sometidas a humillaciones calificándolas de “abominables”, “pervertidas”, “pecadoras”, “degeneradas”, “anormales”, “contra la naturaleza”, etc. Aquellos que tenían la misión de restituir la dignidad de las personas que la sociedad y la cultura lesionan, son ahora quienes vulneran sus derechos.

La Iglesia Antigua – Diversidad Cristiana, pide perdón por tanto dolor generado en algunas personas, por líderes cristianos y personas bautizadas quienes afirman seguir a Jesús.

Siguiendo el ejemplo del Maestro y del Señor (Jn 13,13), movidos por compasión ante tanta injusticia y tanto sufrimiento vivido por nuestros hermanos y hermanas; con indignación porque en nombre de “Dios que no hace diferencia entre las personas” (Hch 10,34) algunas iglesias acusan, juzgan, condenan, discriminan, oprimen, excluyen, promueven el odio, contrario al mandamiento que nos entregó Jesús (Jn 13,34); la Iglesia Antigua – Diversidad Cristiana proclama con alegría que Dios toma partido en favor de las víctimas del sistema religioso porque es compasivo y misericordioso (Ex 3,7; 22,26; 34,6) enviando a su Hijo al mundo (3,16) para comunicar la liberación, sanación e inclusión (Lc 4,18-21):

—El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado para llevar la buena noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar libertad a los presos y dar vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a anunciar el año favorable del Señor— Luego Jesús cerró el libro, lo dio al ayudante  de la sinagoga y se sentó. Todos los que estaban allí tenían la vista fija en él. Él comenzó a hablar, diciendo: —Hoy mismo se ha cumplido la Escritura que ustedes acaban  de oir.

Jesús puso fin a la exclusión impulsada por el sistema religioso. Nadie en nombre de Dios puede vulnerar los derechos y la dignidad de las personas sin importar su acciones. La Iglesia es enviada a sanar y restaurar la dignidad humana (Mt 10,1).

Buena semana para todos y todas

+Julio.

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