Teología del Diálogo Ecuménico (ensayo)
UNIDAD
EN LA DIVERSIDAD
Un caso uruguayo
Autor Julio Vallarino
“En
lo esencial: unidad;
en
lo dudoso: libertad;
en
todo: caridad”
Agustín
de Hipona[1].
Introducción
Estos
apuntes son una referencia a mi práctica pastoral en el entendido que el caso
uruguayo es una experiencia que aporta al contexto eclesial latinoamericano. Debido
a la amplitud del tema, voy a centrarme en diálogo ecuménico, dejando de lado
el diálogo interreligioso.
1. Origen
y evolución del término ecumenismo:
El término griego oikoumene puede traducirse por ecuménico o ecumenismo, es el
participio pasivo femenino del verbo oikein
cuyo significado es habitar. En la raíz del término está oikos cuyo significado es casa. Tienen el mismo origen etimológico:
ecúmene, ecología, economía, ecosistema, entre otras. Por lo tanto, podríamos
entender el término griego como “el espacio vital del ser humano”[2].
En la versión de los LXX encontramos
algunas menciones, sin embargo, es en el Nuevo Testamento, donde se hace
explícito a través del envío de Jesucristo a la comunidad discipular: Marcos
16,14-18; Mateo 28,16-20; Lucas 24, 36-49; Juan 20,19-23.
Otros significados: Desde el punto de
vista político se entiende al imperio romano (Lucas 2,1). Desde el punto de
vista cultural se entiende el mundo helénico (Mateo 24,24).
2. Tres
escenarios:
Para
la confección de este ensayo, transitamos por tres escenarios uruguayos. El
primero: Diversidad Cristiana, una comunidad ecuménica e inclusiva de la
Iglesia Antigua en Uruguay. El segundo: las “Iglesias emergentes”, como un
nuevo escenario de diálogo ecuménico. El tercero: las “Iglesias de tradición”,
como el escenario natural de diálogo ecuménico.
Entendemos
por “Iglesias emergentes” aquellas que en diálogo con la sociedad y la cultura
de la post modernidad, buscan imitar a Jesús más allá de las tradiciones
religiosas, dando un alto valor a la intervención social contextualizada, en el
aquí y ahora, como forma de construir el Reino anunciado por Jesús.
Entendemos
por “Iglesias de tradición” la Iglesia Católica Apostólica Romana y aquellas
que provienen de rupturas históricas (siglo XI cisma entre oriente y occidente,
siglo XVI surgimiento de la reforma y del anglicanismo en occidente, y las
posteriores reformas producidas al interior de éstas que produjeron nuevas
denominaciones que se congregan bajo la denominación “católica” o “protestante”
donde no se identifican en estas dos categorías los movimientos evangélicos y
pentecostales).
I.
Iglesia
Antigua del Uruguay – Diversidad Cristiana.
Diversidad Cristiana, bien puede ser
presentada como un caso uruguayo, capaz de aportar al contexto eclesial
latinoamericano. Es una comunidad cristiana que se autodefine como ecuménica e
inclusiva. Ecuménica porque está integrada por miembros de provenientes de la
Iglesia Católica Apostólica Romana, de la Iglesia Católica Apostólica Antigua
del Río de la Plata, de la Iglesia Evangélica Armenia, de las Iglesias
Evangélicas Pentecostales y personas que se definen como cristianas
independientes, esto es, que profesan la fe en Jesucristo pero no se sienten
vinculadas o pertenecientes a ninguna tradición o denominación cristiana.
Inclusiva porque sus miembros tienen
diferentes orientaciones sexuales: heterosexuales, gays, lesbianas, trans,
bisexuales y porque sus estados civiles también son diferentes: hay personas
viudas, divorciadas, solteras, casadas pero separadas, en pareja.
Todas convocadas bajo una sola consigna:
“Dios no hace diferencia entre las personas” (Hechos de los Apóstoles 10,34).
Esta comunidad integra la Iglesia
Antigua en Uruguay y está afiliada a la Comunión de Iglesias de Tradición
Católica no romana, sobre la que trataremos en el capítulo siguiente. Un
espacio ecuménico de Iglesias emergentes cuyo origen se remonta a las Iglesias
Católicas nacionales, fundamentalmente la ICAB (Iglesia Católica Apostólica
Brasileña) y la ICAA (Iglesia Católica Apostólica Argentina).
Diversidad Cristiana no integra los
espacios oficiales de diálogo ecuménico como la FIEU (Federación de Iglesias
Evangélicas del Uruguay) o el CICU (Consejo de Iglesias Cristianas del
Uruguay), sin embargo, interactúa con las iglesias miembro de esos espacios, en
otros más concretos y pastorales, como el Espacio Ecuménico VIH SIDA o la
Comisión para la Erradicación de la Violencia del Espacio de Diálogo
Interreligioso Uruguay, donde participa junto a la Iglesia Anglicana en
Uruguay, la Iglesia Evangélica Metodista del Uruguay, la Iglesia Evangélica
Luterana Unida, la Iglesia Valdense del Río de la Plata, las Iglesias de la
Comunidad Metropolitana.
Es así que podemos ubicar a Diversidad
Cristiana, dentro del nivel III de Ecumenismo, o sea, el Ecumenismo de Base,
donde “la tarea conjunta no comienza generalmente con un diálogo sino con algún
problema pequeño que afecta al barrio o localidad donde residen parroquias o
iglesias locales que inician dicha acción ecuménica. Es por esto que creemos
que aquí es donde se hace necesario enunciar una afirmación: la unidad de la
Iglesia no pasa exclusivamente por los diálogos sino que necesariamente implica
lo que Jesús afirma en su oración transmitida hasta nosotros por el testimonio
de Juan: `que todos sean uno para que el mundo crea´ (Juan 17,21)” [3].
Por otra parte, la formación
ministerial, las candidatas y los candidatos, la realizan en diferentes centros
de formación, dependiendo de las asignaturas: en el ITAU (Instituto Teológico
Anglicano del Uruguay), en la Facultad de Teología Mons. Mariano Soler de la
Iglesia Católica Apostólica Romana y en el IMEPP (Instituto Metodista de
Estudios Pedagógicos Pastorales).
Finalmente, Diversidad Cristiana se
caracteriza por no contar con sede ni templo propios, utilizando para sus
actividades las instalaciones de la Iglesia Metodista en el Uruguay –
Congregación Aguada.
Todo lo antes dicho, pone a Diversidad
Cristiana en un lugar privilegiado para el diálogo ecuménico, haciendo de su
experiencia eclesial un caso que bien podría ser sistematizado y difundido
entre las comunidades de fe latinoamericanas como insumo para el diálogo
ecuménico desde una perspectiva más pastoral y concreta que teológica
doctrinal.
Sin embargo, esto es producto de algunas
acciones concretas: una fe cristocéntrica; una referencia a la iglesia de la
antigüedad en el primer siglo, que fue diversa en su cuerpo doctrinal, práctica
pastoral, liturgia y organización; un proceso de pos-denominacionalismo,
“proceso por el cual las personas adhieren a una comunidad eclesial en base a
sus convicciones más allá de los fundamentos doctrinales que dicha Iglesia
posea e independientemente de cuál sea la Iglesia que eligen”[4].
II.
Iglesias
emergentes en el contexto uruguayo.
Tomando
en cuenta los escenarios descriptos brevemente en la introducción a este
trabajo, podemos afirmar con cierta certeza, que las Iglesias emergentes son
casi inexistente en la realidad uruguaya.
El
país cuenta con una diversidad de expresiones religiosas: católica romana,
católica no romana, protestantes, evangélicos pentecostales, judaísmo, budismo,
religiones afro. Sin embargo, con las características mencionadas más arriba, dentro
de la corriente del cristianismo, ubicamos a Diversidad Cristiana.
A
pesar de estar dentro de las pocas, o tal vez la única dentro de esta corriente
en el país, se puso el esfuerzo en estrechar vínculos con Iglesias similares en
el resto de América Latina, para ello se utiliza el facebook como medio de
contacto, volviéndose un espacio de encuentro, diálogo, intercambio, formación,
oración común; llegando a concretarse un primer encuentro ecuménico,
presencial, en la ciudad de Buenos Aires, los días 7 y 8 de setiembre del
corriente año, en ISEDET, donde participaron aquellas Iglesias que están
vinculadas al Obispo José Ricardo Ferreira de Souza, fundador de la Iglesia
Viejos Católica de América.
La
ausencia de interlocución a nivel nacional, fue suplida por las redes sociales,
como una alternativa al encuentro y al diálogo ecuménico. Esta experiencia,
permite explorar el nivel II del Ecumenismo y consolidar el nivel I.
III.
Iglesias
de tradición en el contexto uruguayo
Las
Iglesias de tradición en el contexto uruguayo, han transitado los tres niveles
del diálogo ecuménico, llegando a concretar experiencias exitosas como lo fue
el Encuentro Ecuménico VIH SIDA ó el Templo Interreligioso, construido en el
Penal de Santiago Vázquez, espacio común para rendir culto a Dios, dentro del
sistema carcelario y alguna otra experiencia aislada.
Sin
embargo, las Iglesias emergentes no participamos de los espacios formales de
diálogo ecuménico, como la FIEU ó el CICU, mencionados más arriba.
Uno
de los grandes desafíos a enfrentar y superar, es introducir en la formalidad a
las Iglesias emergentes, poniendo en diálogo el cristianismo formalmente
establecido con las nuevas corrientes post cristianismo, sin lugar a dudas
sería un signo claro de madurez a nivel eclesial y del liderazgo cristiano.
Conclusiones:
En estas páginas,
simplemente intenté plasmar algunos elementos de nuestra práctica pastoral,
fruto de nuestra experiencia eclesial, frente al diálogo ecuménico.
Sin lugar a dudas, la experiencia
recorrida, consolida lo emprendido y establece la certeza de estar transitando
por un camino correcto, a pesar de ello, quedan algunas interrogantes que
deberán ser respondidas con fidelidad creativa:
¿Es posible la unidad de la
Iglesia en la diversidad de teologías, cuerpos dogmáticos, expresiones
litúrgicas y experiencias pastorales?
¿Es posible mantener la
identidad eclesial en el diálogo ecuménico?
¿Qué cosas son negociables y
qué cosas no se negocian en ese encuentro de realidades eclesiales?
¿Cuál es el aporte que
podemos realizar las Iglesias emergentes al diálogo ecuménico?
[1]
In necesariis unitas, in dubiis libertas,
in omnibus caritas. San Agustín de Hipona (354 – 430).
[2] Fuente:
Curso de Ecumenismo. Consejo Latinoamericano de Iglesias. www.claiweb.org
[4]
Materiales del curso Ecumenismo y Pluralismo
Religiosos: Hugo Córdova Quero,
El desafío del diálogo, III Ecumenismo y diálogo interreligioso en AL pág 42
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