“Si alguien dice “amo a Dios” y aborrece a su hermano es un mentiroso; porque quien no ama a su hermano a quien ve no puede amar a Dios a quien no ve” (1Juan 4,20)

Reflexión del domingo 30º del Tiempo de la Iglesia.
“Si alguien dice “amo a Dios” y aborrece a su hermano es un mentiroso; porque quien no ama a su hermano a quien ve no puede amar a Dios a quien no ve” (1Juan 4,20)





Los fariseos se reunieron al saber que Jesús había hecho callar a los saduceos, y uno, que era maestro de la ley, para tenderle una trampa, le preguntó: —Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la ley?

Jesús le dijo: —‘Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.’ Este es el más importante y el primero de los mandamientos. Pero hay un segundo, parecido a este; dice: ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo.’ En estos dos mandamientos se basan toda la ley y los profetas” (Mt 22,34-40 versión Biblia de Estudio Dios Habla Hoy)


1-    El contexto.

Jesús fue aclamado “rey” al entrar en Jerusalén (Mt 21,1-11), expulsó a los vendedores y cambistas de los atrios del Templo (Mt. 21,12-17), por medio de parábolas realizó fuertes críticas al liderazgo político y religioso de Israel (Mt. 21,28-22,14) para luego entrar en clara confrontación con ellos (Mt. 22,25-40),

2-    Los actores.

El texto nos habla de fariseos que so organizan para probar a Jesús y los saduceos que habían sido vencidos por Jesús en sus discusiones sobre la resurrección (Mt. 22,23-33).

En tiempos de Jesús, los saduceos eran un pequeño grupo de familias aristocráticas, en muy buena situación económica, que controlaban el Templo de Jerusalén, sacerdotes y colaboradores. Este grupo era mayoría en el Sanedrín, colaboraban con las fuerzas de ocupación romanas, rechazaban a la gente común y excluían a los sacerdotes pobres.

Mientras que los fariseos eran un grupo de resistencia pasivo, dedicado a la observancia de la Ley. Integraban el Sanedrín y dominaban en materia política. Controlaban las sinagogas y las escuelas y eran respetados por el pueblo. 

3-    El contenido.

El texto presenta un diálogo, entre Jesús y los fariseos, sobre el mandamiento más importante.

La tradición desarrollada por los Maestros de la Ley comprendía 613 mandamientos y era un verdadero problema saber cual de todos ellos era el más importante.

Jesús responde aludiendo Dt 6,4-9, la oración que a diario repetían los israelitas:

“Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor. “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. “Grábate en la mente todas las cosas que hoy te he dicho, y enséñaselas continuamente a tus hijos; háblales de ellas, tanto en tu casa como en el camino, y cuando te acuestes y cuando te levantes. Lleva estos mandamientos atados en tu mano y en tu frente como señales, y escríbelos también en los postes y en las puertas de tu casa”

Mientras que para los líderes el mandamiento más importante era guardar el reposo sabático, para Jesús era el amor a Dios.

Pero como en muchas ocasiones, Jesús no se limita a la respuesta y va más allá estableciendo cuál es el segundo mandamiento de los 613 que sostenía la tradición:

“Ama a tu prójimo, que es como tú mismo” (Lv 19.18).

Con este mandamiento, levítico finaliza una serie de preceptos sobre la honestidad, la solidaridad y la justicia entre los miembros de la comunidad, el pueblo de la alianza. Una enseñanza que no es ajena a la legislación de Israel estableciendo sistemas de protección hacia aquellas personas que eran vulneradas en sus derechos y dignidad (Ex 22,20-26).

Prójimo significaba toda persona con la que no se mantenía una relación de parentesco y que pertenecía, según la tradición, al pueblo de la alianza.

4-    Un anuncia escandaloso a líderes fundamentalistas.

El amor a Dios y el amor a todas las personas, desde una dimensión universal, ya que prójimo no eran únicamente los miembros del pueblo de la alianza, sino toda la humanidad, sin importar su origen o condición (Lc 10,25-37), fueron para Jesús y la primera comunidad cristiana la síntesis de las Escrituras, (Mt 22,39; Mc 12,31.33; Lc. 10,27; Rom 13,9; Gal 5,14; Sant 2,8).

Las muchas enseñanzas de la Biblia, entonces, se pueden sintetizar en dos: amor filial a Dios y amor fraternal a la humanidad. Pero el amor bíblico no es únicamente sentimientos sino fundamentalmente acciones. El amor produce solidaridad y justicia, especialmente hacia aquellas personas que por falta de equidad, son discriminadas, estigmatizadas o excluidas.

Como Iglesia, tenemos que revisar nuestra actual fe y su forma de expresión ¿está construida sobre la escandalosa enseñanza de Jesús, de que el ser humano está por encima de la tradición, del magisterio, de las doctrinas, de las enseñanzas de los líderes religiosos? Si es así, nuestra fe tiene su fundamento en el Dios de la Vida que se revela en las Escrituras.

Buena semana para todos y todas.
Obispo Julio.

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