El Reino de Dios no se privatiza
Mensaje Domingo 2 de octubre
El Reino de Dios no se privatiza
“Escuchen otra parábola: El dueño de una finca plantó un viñedo y le puso un cerco; preparó un lugar donde hacer el vino y levantó una torre para vigilarlo todo. Luego alquiló el terreno a unos labradores y se fue de viaje. Cuando llegó el tiempo de la cosecha, mandó unos criados a pedir a los labradores la parte que le correspondía. Pero los labradores echaron mano a los criados: golpearon a uno, mataron a otro y apedrearon a otro. El dueño volvió a mandar más criados que al principio; pero los labradores los trataron a todos de la misma manera.
“Por fin mandó a su propio hijo, pensando: ‘Sin duda, respetarán a mi hijo. ’Pero cuando vieron al hijo, los labradores se dijeron unos a otros: ‘Este es el que ha de recibir la herencia; matémoslo y nos quedaremos con su propiedad.’ Así que lo agarraron, lo sacaron del viñedo y lo mataron.
“Y ahora, cuando venga el dueño del viñedo, ¿qué creen ustedes que hará con esos labradores?”
Le contestaron: —Matará sin compasión a esos malvados, y alquilará el viñedo a otros labradores que le entreguen a su debido tiempo la parte de la cosecha que le corresponde.
Jesús entonces les dijo: —¿Nunca han leído ustedes las Escrituras? Dicen:
‘La piedra que los constructores despreciaron
se ha convertido en la piedra principal.
Esto lo hizo el Señor,
y estamos maravillados.’
Por eso les digo que a ustedes se les quitará el reino, y que se le dará a un pueblo que produzca la debida cosecha. En cuanto a la piedra, cualquiera que caiga sobre ella quedará hecho pedazos; y si la piedra cae sobre alguien, lo hará polvo.
Los jefes de los sacerdotes y los fariseos, al oir las parábolas que Jesús contaba, se dieron cuenta de que hablaba de ellos. Quisieron entonces arrestarlo, pero tenían miedo, porque la gente creía que Jesús era un profeta.” (Mt 21,33-46 versión Biblia de Estudio Dios Habla Hoy).
En las Escrituras Hebreas o Primer Testamento, la imagen de la viña nos remite a dos realidades: símbolo de la fertilidad de la tierra, junto a olivos e higueras (Deut. 6,11; Jos. 24,13; 1Sam. 8,14; 2Re. 5,26; Jer. 5,17 y 39,10; Os. 2,15) y sin lugar a dudas, símbolo de Israel (Sal. 79 u 80 –dependiendo de la versión bíblica-; Isaías 5,1-7).
A lo largo de la literatura profética encontramos referencias entre la vid o viñedo e Israel: Se transformó en una vid extraña (Jer. 2,21; Os. 10,1), que estando seca será consumida por el fuego (Ez. 15,1-8; 19,10-14), pero los sobrevivientes son comparados a un racimo de uvas (Is. 65,8) que en el futuro será abundante (Am. 9,13-15).
Jesús, retoma esta imagen para referirse a la situación de Israel. La dirigencia religiosa de su tiempo estaba fanatizada, había adoptado una posición fundamentalista. En lugar de ser el pueblo de Dios al servicio de la humanidad, se transformó en el pueblo de Dios que excluía a los otros pueblos. En lugar de ser un pueblo testigo para el resto de los pueblos, se transformó en un pueblo sectario cuya salvación era la única meta.
El ejemplo de “los viñadores homicidas” puesto por Jesús a la dirigencia religiosa de su tiempo, contradice escandalosamente la posición de los líderes religiosos y de la religión oficial, desafiándolos claramente, al afirmar que todas las personas están llamadas a participar del Reino, con el único requisito de practicar la justicia y la solidaridad.
Mientras que para los líderes religiosos, las personas enfermas, pecadoras y extranjeras les era imposible acceder a la soberanía de Dios (= el Reino) quedando excluidas; para Jesús no era importante las diferencias de raza, género u otra, sino la característica de buscar y practicar la justicia y la solidaridad.
Para Jesús, la justicia y la solidaridad, no eran sólo un ideal, sino el camino que recorrió junto a su comunidad discipular, en su vida cotidiana, realizándolas en la práctica.
El Reino de Dios, no se privatiza. Es un don gratuito que Dios da a la humanidad. Quienes lideran las comunidades cristianas no pueden ni deben seguir sus discursos privatizadores del Reino. La salvación se da en la Iglesia y fuera de la Iglesia. La salvación se da donde Dios quiere y no donde los hombres quieren. La salvación, que no es otra cosa que la plenitud de vida, digna, plena y abundante (Jn 10,10) Jesús nos revela que es posible cada vez que las personas obramos la justicia y la solidaridad.
Buena semana para todos y todas.
Obispo Julio.
Comentarios
Publicar un comentario