Comentarios a la Biblia Queer - Génesis (segunda entrega)

GÉNESIS / BERESHIT
Comentarios a la Biblia Queer
Autor: Michael Carden
Traducción: MCRP
INTRODUCCIÓN

LA SEXUALIDAD EN EL GÉNESIS.

Como producto de una cultura antigua y ajena, no debería sorprender que el mundo del género y la sexualidad encontrado en el Génesis, sea muy extraño al dominante en las culturas occidentales de hoy en día.

Mientras algunas narraciones del Génesis se han convertido en cruciales para los debates cristianos contemporáneos sobre sexualidad y género, el mundo erótico del Génesis significa un contraste fuerte a los “valores familiares” cristianos conservadores que se promueven como esenciales para el Cristianismo hoy en día.

Los sistemas occidentales de género y sexualidad están construidos alrededor de una serie de binarios – femenino/masculino, homosexual/heterosexual – el Génesis refleja un mundo en el cual el género y la sexualidad se construyen como un continuo jerárquico. Esta jerarquía está basada en la penetración. Los hombres son los que penetran y están en la cúspide de la jerarquía. Debajo de ellos, están las mujeres, y debajo de ellas, los eunucos, la vírgenes, los hermafroditas. En el fondo, se encuentran los monstruos: hombres y mujeres penetrados.

Este sistema género/sexualidad se solapa con otras jerarquías. Los hombres extranjeros y los esclavos pueden ser sujetos de penetración por los hombres nativos y los amos, sin pérdida del estatus de los hombres que penetran. La violación masculina podría así ser empleada contra los prisioneros de guerra, explícitamente para negarles el estatus masculino.

Sin embargo, dentro de esta jerarquía masculino/femenino, la sexualidad reproductiva estaba privilegiada. La familia (pero no la familia nuclear) era crucial para el mundo antiguo, y la sexualidad reproductiva era entendida en términos agrícolas, o sea semilla y suelo. El hombre siembra la semilla y la mujer es el campo en que la semilla se transforma y del cual luego sale (Delaney 1991: 30-6) Asociada a esto, se encuentra la práctica del matrimonio endogámico y patrilineal.

Como observa Carol Delaney: “las mujeres son la tierra…los campos y las hijas – como frutos de esta tarea – deben quedar dentro del grupo” (1991. 102) Esta ideología monogenética de procreación, y los correspondientes sistemas de matrimonio endogámico, son el rasgo de las culturas mediterráneas/medio orientales de la prehistoria.

Sin embargo, es importante hacer notar que el Judaísmo Rabínico mantenía una teoría duogenética o incluso trigenética de la procreación, por la cual la mujer, el hombre e incluso la divinidad contribuían a la procreación.

Si las mujeres son como campos, entonces, así como un hombre puede aumentar su patrimonio en tierras, puede además, hacerlo con mujeres. La poligamia y el concubinato son un rasgo del mundo antiguo, de donde proviene el Génesis. Si bien los factores económicos podrían obligar a la monogamia para muchos, no hay oprobio para la poligamia. Sin embargo, si bien un hombre podría acumular muchos campos, un campo solo podía tener un dueño. Las mujeres están destinadas a un único hombre, para criar hijos suyos. Un hombre no está destinado a una mujer y es libre de sembrar su semilla, con o sin matrimonio. Pero debe reconocer los derechos de propiedad de otros hombres sobre sus mujeres. El adulterio es siempre un crimen, contra el esposo, no contra la esposa.

Es necesario destacar que el mundo del Génesis y los mundos que conforma no comparten las nociones contemporáneas de heterosexual, bisexual, homosexual. El homoerotismo, amor y deseo hacia el mismo sexo ciertamente existían, pero se entendían de manera muy diferente. Para el mundo antiguo, los hombres eran penetradores, y mientras se conformen a ese papel, no había vergüenza. Vergüenza y estigma estaban asociados con el hombre penetrado, mientras la mujer penetradora podía  considerarse un monstruo especial. Los eunucos y los hermafroditas eran aceptados, pero subordinados a hombres y mujeres. La mujer virgen también ocupaba una ambigüedad subordinada similar en la jerarquía.  Asimismo, se aplicaba una ambigüedad particular a los muchachos, que ocupaban un espacio transicional entre el mundo de las mujeres y el de los hombres adultos. El deseo pederasta podía ser aceptado, pero emergían tensiones alrededor del hecho de que los muchachos eran proto-hombres. La clase y la etnia eran cruciales. Un muchacho esclavo y/o un muchacho extranjero podían ser un objeto legítimo de deseo y penetración sexual. En la Atenas clásica, el deseo por un muchacho de la propia clase y etnia podía ser legítimo, con tal de que no estuviera involucrado el sexo con penetración. Mientras las chicas como proto-mujeres eran ya objetos legítimos de penetración y deseo, como proto-mujeres eran “valuables” para ser “cambiadas por otras” (Delaney 1991: 78) Su valor radicaba en la integridad de sus vientres, la propiedad de sus padres y, subsecuentemente, de sus maridos. Sin embargo, a pesar del valor transaccional de las chicas y la ambigüedad de los muchachos, ellos crecen para ser hombres y sembradores de sus semillas, de ellos depende la continuidad de la familia, y así, su estatus dentro de una comunidad será más alto que el de las chicas.

Estos modelos de sexualidad y género aún predominan en muchs sociedades del Mediterráneo y Oriente Medio, pero son extremadamente antiguas. Tales modelos son compartidos por comunidades “paganas” e “israelitas/bíblicas”, no en estricta uniformidad, sino sujetos a variaciones históricas, socio-culturales y religiosas.

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