Comentarios a la Biblia Queer - Génesis (tercera entrega)


GÉNESIS / BERESHIT
Autor: Michael Carden
Traducción MCRP


LEAMOS EL GÉNESIS

Al leerlo, quiero en primer lugar hacerlo ajeno, extraño, des-familiarizarlo. Muchos de los relatos del Génesis han sido considerados como base para códigos conservadores de género y sexualidad. Los relatos del Génesis se usan para dar una cualidad trans-temporal y así esencial a lo que a menudo son las recientes construcciones sociales normativas. Al responder al Génesis, lo estoy presentando de acuerdo con las divisiones o porciones (parashot) del ciclo anual de lecturas semanales de la sinagoga. Lo hago de esta forma, para destacar la lejanía del Génesis para los lectores modernos, y para recordarles que no es propiedad cristiana. También me introduciré en visiones a través de las tradiciones religiosas que valoran este libro, con las perspectivas contemporáneas “queer” y feministas. No es mi intento depatriarcalizar o homosexualizar al Génesis
.
El libro proviene de un antigua y lejana cultura y si hay aspectos de esa cultura que nos chocan y desconciertan hoy en día, entonces, que sea así. Sin embargo, me esforzaré para exponer partes que son más “queer” de lo que podría haberse pensado. Obviamente, mi foco estará en preguntas acerca de la sexualidad y el género, que surgen con la lectura del Génesis. Estas cuestiones son cruciales para mucha de la narrativa en el libro, y no creo que el autor/autores del Génesis proporcionen algunas respuestas fáciles.

Parte de las fuentes que usaré al responder a estas preguntas será recurrir a antiguos mitos, como el primitivo andrógino, el primer humano que, combinando en sí masculino y femenino, refleja la primaria unidad en el mundo.

En la historia de la exégesis del Génesis en el Judaísmo Rabínico, el Cristianismo y el Judaísmo Medio, del cual estas dos religiones nacieron, hay amplios precedentes en cuanto a la aplicación de este mito, a fin de comprender a los primeros humanos en el Génesis. El poder de este mito deriva del hecho de que en la estructura patriarcal del género basada en una jerarquía de penetración, el nivel medio o intermedio, debida a su misma indeterminación, evocaba al primitivo andrógino.

Es la visión de esta primaria unidad andrógina la que, como crítica a la jerarquía de género, inspirará resistencia, en forma de celibato, variantes de género y movimientos homoeróticos y de utopía sexual. Proporcionan formas de volver al Edén.

A diferencia de los exégetas judíos y cristianos del pasado, sugeriré que el mito del andrógino primario no solo está detrás de los relatos de la creación en el Génesis, sino que arroja una interesante luz sobre los relatos de las matriarcas, especialmente, Sara.

Pretendo abordar el Génesis como si fuera un engañador, siempre desafiando y minando las certezas en las cuales desearíamos congelar el texto. Es esta cualidad ricamente ambigua y plural del libro, la que más aprecio y la que facilita la destrucción de la certeza de las lecturas contemporáneas opresivas, que se basan en él. Argumentaré que más ir al Génesis para incambiables verdades de moralidad, teología, espiritualidad, es mucho más compesador y liberador abrazar la ambigüedad y jugar con ella, cuestionarla, desafiarla y dejarse desafiar por ella.


COMENTARIO
Bereshit 1.1. – 6.8

La primera “parasha” nos habla de la creación del mundo; sin embargo contiene no solo una, sino dos historias de la creación. La primera, en el capítulo 1, presenta una descripción poética de la creación, del caos acuático, en seis días. Estos días están estructurados en pares. El primer día, Dios/Elohim crea la luz y separa la luz de la oscuridad, para formar el día y la noche. El cuarto día, Elohim crea el sol, la luna y las estrellas, dando el gobierno del día al sol y de la noche, a la luna. De manera similar, el segundo día, crea la bóveda del cielo y separa las aguas de arriba de las de abajo, mientras que en el quinto día, Elohim crea a las criaturas del mar y las aves del aire. El tercer día, separa la tierra seca de las aguas de abajo y crea todo tipo de plantes y árboles, para que crezcan. El acto se equilibró con la creción  de todos los seres vivos sobre la tierra, en el sexto día, incluyendo, naturalmente, a los seres humanos, que son creados varón y mujer, a imagen y semejanza de Elohim.  Luego, declara que todo lo que está en la creación es bueno, y lo bendice. En el séptimo día, Elohim descansa, instituyendo de esta manera, el “Shabbat”.

Mientras en la superficie, este relato parece completamente directo, tanto en su comienzo como en su final, su aparente sencillez abre camino a la ambigüedad y el cuestionamiento. Como el poético prólogo del Génesis, este capítulo parece advertir al lector que todo no es necesariamente como parece. El primer problema deriva del término de apertura “bereshit”. Los cristianos están acostumbrados a leer “en los comienzos”, pero esta no es la única forma de leer el hebreo. El término se encuentra en una forma que podría mejor ser traducido por “el comienzo de”, de modo que el versículo de apertura sería: “el comienzo de la creación de Dios”, en lugar de “en los comienzos, Dios creó”. Más aún, David Sheinkin destaca que en la tradición esotérica judía las primeras tres palabras del Génesis pueden legítimamente ser traducidas hasta en doce formas diferentes (Sheinkin 1986: 52-3)

La ambigüedad también rodea el acto coronador de la creación: la creación de la Humanidad – “Dios dijo: “ahora, hagamos al hombre. Se parecerá a nosotros”.  Así, Dios creó a la humanidad a su imagen; varón y mujer los creó (Génesis 1. 26-7) Eiberg-Schwartz (1991) plantea estas válidas preguntas: ¿Tiene Dios un cuerpo, y si es así, es varón o mujer, o ambos? Dado que a los seres humanos se les ordena ser fructíferos y multiplicarse, ¿tiene Dios genitales, y si es así, de qué sexo?” (1991: 17) También se plantean otras preguntas. ¿Ordena el Génesis un único sistema de dos géneros? ¿Qué sucede con las personas que no son varón ni mujer? Finalmente, ¿es el sexo reproductivo el único mandato respecto a la sexualidad en el Génesis?

Una respuesta que se da en la tradición judía, y también se encuentra en algunos relatos cristianos (incluyendo a Orígenes), es que el primer ser humano era un andrógino que luego sería separado por la divinidad.

La Cábala Judía entiende que Génesis 1 es una representación textual del Cabalístico Árbol de la Vida, el mapa de las diez emanaciones/Sefiroth de la divinidad que dieron lugar a la creación. Los siete días de la creación se entienden como representando a los siete Sefiroth inferiores del Árbol. El árbol es también un mapa de la divinidad, un mapa de la creación y una representación del Humano Primario. El Árbol consiste en un macho, una hembra y una columna intermedia. Mientras cada Sefirah se presenta como hembra o macho, contiene ambos aspectos, el uno oscurecido por el otro. Si bien es andrógino, el Árbol de la Vida también abarca la sexualidad. 

La sexualidad es no solo parte del proceso creativo del Árbol, sino también la forma de restaurar la primaria unión perdida en el proceso de diferenciación que es la creación.

La ambigüidad andrógina del Árbol, con la anhelada búsqueda erótica por la unión que subyace a la comprensión de las relaciones del Sefiroth,  nos hace pensar lo siguiente: Mientras ostensiblemente “heterosexual”, la sexualidad divina no está de acuerdo con la subordinación jerárquica de la sexualidad, que sostenían los patriarcados antiguos (y modernos)

En consecuencia, yo diría que los relatos Cabalísticos no necesariamente abonan la heterosexualidad compulsiva, sino que proporcionan un espacio para una sexualidad más polimorfa e igualitaria. El Árbol Cabalístico sugiere que el andrógino es el modelo para cada uno de los seres humanos, que hombre y mujer representan un continuo en cada individuo; este debe ser llevado en armonía.

Este andrógino también se encuentra en losTantra, donde el objetivo de la búsqueda espiritual es unir Shakti con Siva, dentro de la persona.

Más aún, Sally Gross destaca que en el Judaísmo Rabínico se reconocía que no todo el mundo ha nacido hombre o mujer. Los textos Rabínicos utilizan dos términos, “tumtum” y “aylonith”, para designar a las personas de género intermedio.

El primero se refiere a una persona “cuyo sexo físico es indeterminable, porque aparentemente no hay genitales” (Gross, www.bfpubs.demon.co.uk/sally.htm), mientras el segundo es una mujer sin vientre. Gross afirma también que hay referencias Talmúdicas a otras condiciones intersexuales.

De manera similar, en el Cristianismo, el hermafroditismo era una categoría humana reconocida. El tema importante para los teólogos era la necesidad de un hermafrodita, para evitar la sodomía en las relaciones sexuales. La solución era, como lo afirma Ambrose Paré en 1573, “elegir qué órganos sexuales deseaban usar, y tenían prohibido bajo pena de muerte usar otro diferente al que habían elegido (Paré, citado en Almond 1999: 8)

Las tradiciones cristianas, por lo tanto, conocen que hay más de dos sexos, pero encuadran su respuesta en términos de pánico homosexual y homofobia. Lo que ha cambiado en tiempos recientes: la intervención quirúrgica asigna un género o personas nacidas intersexuales y esto ha eliminado el derecho a elegir, tradicionalmente acordado al individuo intersexual.

En efecto, tales intervenciones quirúrgicas revelan la homofobia y el pánico homosexual que subyace en la reificación del rígido binario de género macho y hembra en la Cristiandad Occidental.

El rasgo andrógino se encuentra más claramente en el segundo relato de la creación en Génesis 2-3. Este segundo relato comienza como una tierra seca, con Dios /YHWH Elohim creando a un ser humano (en hebreo, adamah, o “de la tierra”) YHWH Elohim luego planta un jardín en Edén y coloca al ser humano en él. Le dice al ser humano que puede comer de cualquier árbol del jardín, excepto del Árbol de la Sabiduría del Bien y del Mal. Comer de ese árbol traería la muerte. YHWH Elohim, luego procede a crear a todos los animales de la tierra, como compañeros potenciales para el ser humano. Cada uno de ellos fueron nombrados por el ser humano, pero ninguno le fue una compañía adecuada. Finalmente, YHWH Elohim puso al humano a dormir y tomó uno de sus costados para dar forma a una mujer (el original hebreo está mejor traducido como “costado”, en lugar de “costilla”)

YHWH Elohim pone a la mujer junto al hombre, quien se regocija ahora que tiene una compañía verdadera. “…hizo el Señor una mujer, y se la presentó al hombre, el cual, al verla, dijo: “¡Esta sí que es de mi propia carne y de mis propios huesos! Se va a llamar “mujer”, porque Dios la sacó del hombre (Génesis 2. 23-4)

Estas palabras hacen eco del relato de Aristófanes en el Symposium de Platón, de acuerdo con el cual los humanos eran originalmente parejas de tres sexos: macho, hembra y hermafrodita. Debido a que se estaban convirtiendo en demasiado amenazadores, los dioses tomaron cartas en el asunto, y los biseccionaron.

Desde ese momento en adelante, los seres humanos se afanan en buscar la otra mitad, para reconstruir esa unidad primaria perdida de macho, hembra y hermafrodita,  de modo que cada pareja pueda convertirse en una sola carne. De manera similar, en la tradición judía, la pareja humana de Génesis, 2 fue entendida  como haber sido originalmente dos aspectos o rostros de un único ser, que la divinidad finalmente separó, para formar a la mujer y al hombre.

Quizás el autor de este segundo relato ha eliminado deliberadamente las parejas hombre-mujer, dejando solo la hermafrodita, en un intento de eliminar el homoerotismo. Si esto es así, el intento falla, pues el hermafrodita habita en el reino intermedio de la antigua jerarquía de género. Para convertirse en una única carne, un esposo debe abandonar su privilegio de género, y con su esposa, descender al nivel intermedio, no varón ni mujer.

Para terminar esta visión idealista, la historia relata luego cómo entró la muerte en el mundo. La serpiente tienta a la mujer para probar la fruta del Árbol del Bien y del Mal. Al principio, ella se resiste, pero finalmente prueba, y el hombre sigue su ejemplo. Entonces, se dan cuenta de su desnudez, y sienten vergüenza.

Se esconden de YHWH Elohim, quien se da cuenta de lo que han hecho. Maldice a la serpiente y condena a los humanos a una vida de lucha y dolor. Es en este momento que Adán, nombra a la mujer Eva /Hawah, pues será la madre de todos los seres humanos futuros. Son expulsados del Edén, de modo que ya no podrán comer del Árbol dela Vida, y ser inmortales. El Edén se coloca bajo la vigilancia de los querubines y así, la muerte se convierte en parte de la vida humana.

Este relato es realmente un tipo de rito de pasaje de edad, o historia de la pubertad, y se relaciona tanto con los orígenes del sexo, como con la muerte. Como destaca Niditch, este relato representa una entrada en el mundo del nacimiento y la muerte, “en que el hombre y la mujer se relacionan sexualmente entre sí, y de acuerdo con los papeles sociales. Un mundo en que trabajan duramente y conocen la diferencia entre el bien y el mal”. (Niditch 1992: 17)

En el destino que YHWH Elohim asigna a la mujer y el hombre, se puede ver la emergencia de la jerarquía, por la cual el hombre gobernará sobre la mujer y el dominio del hombre intentará imponerse sobre la tierra: “A la mujer [YHWH Elohim] dijo: “Aumentaré tus dolores cuando tengas hijos, y con dolor los darás a luz. Pero tu deseo te llevará a tu marido, y él tendrá autoridad sobre ti”. Y al hombre, dijo: “Como le hiciste caso a tu mujer y comiste del árbol del que te dije que no comieras, ahora la tierra va a estar bajo maldición por tu culpa; con duro trabajo la harás producir tu alimento durante toda tu vida. La tierra te dará espinos y cardos, y tendrás que comer plantas silvestres. Te ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste formado, pues tierra eres y en tierra te convertirás” (Génesis 3. 16-19)

La mujer sufrirá y luchará para dar a luz y, como ella, la tierra, la primaria madre de la cual ella nació, tan sin esfuerzo, ahora dará frutos solo a través del esfuerzo y el trabajo humano. Ahora bien, tanto la tierra como la mujer están en lucha con el hombre, que busca imponer su dominio sobre ellos. Es como para instaurar esta realidad, que – inmediatamente – el hombre pone nombre a la mujer: Eva.

Como dice Phyllis Trible astutamente, este versículo hace eco al nombramiento de los animales por el creador de la tierra, en Génesis 2, un acto por el cual el creador ha afirmado tanto su diferencia como su dominio sobre ellos. Al nombrar a la mujer, “el hombre reduce a la mujer al estatus de un animal” (Trible 1978: 133)

El nombre la reduce a una utilidad funcional, en relación al hombre. Ya no está la sexualidad conducida hacia la restauración de la unión primigenia, sino que se convierte en un acto de dominio y propiedad.

El hombre siembra su semilla en el vientre y en el campo y busca afirmar su propiedad de ambas (la tierra y la mujer) y de las cosechas que obtiene de ellas.

¿Es esto una Caída? Esta ha sido la tradición de lectura dominante en el Cristianismo, con consecuencias directas para las mujeres, para la tierra y para la sexualidad. El Judaísmo Rabínico rechaza las nociones cristianas de una Caída, y especialmente la doctrina Agustiniana del pecado original. Sin embargo, la tradición judía ha reconocido que al comer la fruta prohibida, la humanidad cambió.

Anteriormente, una realidad externa, ahora el mal se convierte en parte de la naturaleza humana y, en consecuencia, los seres humanos están sujetos a la muerte. Esta realidad no significa que los humanos están malditos o totalmente separados de la divinidad. Todavía están encargados de buscar el bien y hacer de la tierra un mundo celeste, pero las nuevas circunstancias significan que los seres humanos deben encontrar el bien dentro y fuera.

Algunas tradiciones gnósticas y otras, se han centrado en la historia como un mito de pasaje de edad. La mujer se ve como la Sofía, por la que entra el conocimiento a la humanidad. Ciertamente, es posible leer el relato en una forma que destaca a YHWH Elohim, como colocando desde el principio a los primeros humanos, para que comieran la fruta del Árbol de la Sabiduría.

Sin duda, no es la serpiente, sino el mismo YWHW Elohim quien miente. El hecho de comer del Árbol no es quien trae la muerte. Ella viene como resultado de la pareja humana echada del Edén y de esta manera, sin acceso a la inmortalidad que confiere la fruta del Árbol de la Vida. La mujer en este relato es también el personaje más fuerte y más responsable. Es la que habla, y actúa por iniciativa propia, mientras el hombre es pasivo y rehúsa aceptar la responsabilidad por su acción.

En lugar de ello, culpa a la mujer e incluso intenta culpar a YHWH Elohim, por haberla creado. Muchos siglos de exégesis masculina han continuado la actitud del hombre, culpando a la mujer y tomándose la libertad de vilipendios sorprendentemente misóginos. Al hacer esto, han seguido los pasos del primer hombre, continuando el proceso de subordinación iniciado cuando el hombre nombró a la mujer en Génesis 3.20: “El hombre llamó Eva (en hebreo, vida) a su mujer, pues ella fue la madre de todos los que viven”.

Génesis 3 cuenta la transición desde un mundo mítico, primario, paradisíaco del Edén, a un mundo conflictivo, jerárquico, cotidiano de la vida humana común. Su imaginería sexual de la serpiente, el árbol y la desnudez, podría servir bien como una narración contada en la pubertad, quizás incluso para la menarca. Siendo un relato que significara el comienzo de la menstruación y la entrada en la vida fértil, el parto y los esposos, podría significar el estatus central de la mujer en el relato. 

Entonces, otra vez, su habla confiada y su acción pueden significar el mítico reino del Edén, en el cual las reglas y convenciones del reino humano jerárquico, patriarcal, no tienen lugar. Pero la historia no la culpa a ella, y de manera similar, no culpa a la sexualidad.

El capítulo anterior culmina no solo con la creación de la mujer como coronación de la creación, sino también la alta, mítica, andrógina visión de la sexualidad como restaurando la unión primigenia de una sola carne entre los seres humanos. La historia en Génesis 3, se traslada desde esta visión igualitaria de la sexualidad a una visión utilitaria y económica de la sexualidad procreadora, en el orden social patriarcal.

En el relato, este orden no es considerado una maldición de YHWH Elohim sobre los humanos (son la tierra y la serpiente quienes son maldecidos) Puede argumentarse que Génesis busca respaldar el mundo como es, o al menos que las mujeres y los hombres deberían entender y aceptar su lugar en él.

Sin embargo, al explicar la vida humana por medio de un movimiento desde un reino mítico del Edén a la vida cotidiana, el reino mítico del andrógino queda como una memoria peligrosa, criticando, desafiando a la jerarquía patriarcal procreativa de semilla, campo y vientre.

La sexualidad no se ve en el Génesis como una fuente primaria del mal. Esto puede ser afirmado desde la historia extraña que concluye esta sección, el relato de los hijos de Dios tomando esposas de las hijas de los hombres (Génesis 6. 1-4): “Cuando los hombres comenzaron a poblar la tierra y tuvieron hijas, los hijos de Dios vieron que estas mujeres eran hermosas. Entonces, escogieron entre todas ellas, y se casaron con las que quisieron. Pero el Señor dijo: - No voy a dejar que el hombre viva para siempre porque él no es más que carne. Así que vivirá solamente veinte años. 

Los gigantes aparecieron en la tierra cuando los hijos de Dios se unieron con las hijas de los hombres para tener hijos con ellas, y también después. Ellos fueron los famosos héroes de los tiempos antiguos.”

Los Nephilim, los héroes de los tiempos antiguos de renombre, son la herencia de estas uniones. La historia es un resto de un mito mucho más detallado que se encuentra en la literatura seudoepigráfica, 1 Enochy Jubileos, especialmente. De acuerdo con ella, los seres angélicos, los Guardianes, pecan por rendirse a sus deseos ante las hermosas hijas de los hombres. Toman a las mujeres como esposas, con resultados desastrosos. De sus uniones, vienen los Nephilim, que eran los Gigantes y que a su muerte se convertían en espíritus malignos. Más aún, las uniones entre los Guardianes y las mujeres humanas llevan a una corrupción de la humanidad, más adelante compuesta por los Guardianes enseñando a los humanos las artes de la magia y de la guerra.

Esta corrupción de la humanidad y el orden creado es lo que produce el Diluvio. Referencias a este mito, en los Testamentos de los Doce Patriarcas, componen el pesimismo sexual con la misoginia, retratando a las mujeres como seduciendo a los Guardianes e induciéndolos al pecado.

Sin embargo, la breve versión del Génesis saca todos estos detalles y no pronuncia ninguna condenación a los hijos de Dios, las hijas de los hombres o los Nephilim.

Cuando el texto se mueve abruptamente, para anunciar que la maldad de los seres humanos era tan grande que causó la pena de Dios y el remordimiento por haberlos creado, no hay referencia a esta historia anterior. Tampoco la hay en la relación detallada de Noé y el Diluvio, que aparece a continuación.

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Próxima entrega "Noé y el diluvio"

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