Pentecostés: otra Iglesia es posible.

Reflexión Semanal – Pentecostés.

Jn. 20,19-23

“Al llegar la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, los discípulos se habían reunido con las puertas cerradas por miedo a las autoridades judías. Jesús entró y, poniéndose en medio de los discípulos, los saludó diciendo: —¡Paz a ustedes!

Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y ellos se alegraron de ver al Señor. Luego Jesús les dijo otra vez: —¡Paz a ustedes! Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes.

Y sopló sobre ellos, y les dijo: —Reciban el Espíritu Santo. A quienes ustedes perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a quienes no se los perdonen, les quedarán sin perdonar”. (Jn. 20,19-23 de la versión Biblia de Estudio Dios Habla Hoy)


El relato evangélico.

El relato evangélico que se nos propone para hoy, es una narración teológica no histórica. En ella, podemos identificar, en primer lugar, los rasgos de la celebración eucarística (vv 19-20): “el primer día de la semana”, o sea el domingo, “los discípulos se habían reunido”, o sea la comunidad está congregada; “Jesús entró”, cuando dos o tres se reúnen en su nombre, Jesús está siempre presente (cf Mt. 18,20); “les mostró las manos y el costado”, o sea les recordó la pasión, ése que está presente en la comunidad reunida es el mismo que fue arrestado, juzgado, torturado y ejecutado.

En segundo lugar, podemos identificar el cumplimiento de la promesa hecha por Jesús en Jn. 14,17-18 (vv 21 a). Jesús Pascual, es la realización de la paz mesiánica (Nm 6,26; Sal 29,11; Is. 9,6-7; 52,7; 57,19; 60,17; 66,12; Lc. 2,4; Jn. 16,13; Rom. 5,1; Ef. 2,14). A partir de la experiencia, de encuentro con el Resucitado, otro mundo es posible, donde la humanidad viva en paz y armonía consigo misma y con la naturaleza.

En tercer lugar, podemos identificar la misión de la Iglesia en el mundo, como prolongación de la misión que el Padre le encomendó a Jesús (vv 21 b). Una comunidad que sólo rinde culto, o sea una comunidad que únicamente se reúne para la celebración litúrgica, no es la Iglesia de Jesús. La Iglesia es esencialmente misionera o no es Iglesia. Jesús envía a sus discípulas y discípulos a transformar este mundo de injusticia, discriminación y opresión en otro mundo posible, que él llamó Reino (Lc. 4,16-21).

En cuarto lugar, podemos identificar a la comunidad que celebra y es misionera sobre la que “Jesús sopla” (vv 22), haciendo una nueva creación (Gn. 2,7; Sab. 15,11) y un nuevo pueblo, restaurado por la acción del Espíritu (Ez  37). La nueva creación y el nuevo pueblo alentados por el soplo del Espíritu actúan como la levadura en la masa (Mt.13,33) transformando las realidades de este mundo y sus religiones, en otro mundo y otra religiones posibles, donde las personas vivan con justicia, solidaridad y equidad.


La celebración de Pentecostés.

Juan presenta a Jesús resucitado comunicando el Espíritu Santo a sus discípulos el mismo día de la Pascua (Jn 20,22) convocados por María Magdalena (20,11-18). Lucas presenta a los discípulos cincuenta días después recibiendo al Espíritu Santo (Hch. 2,1-11) acompañados por las mujeres (1,14). Si nos quedamos con la simple lectura de los textos, enfrentamos una de tantas contradicciones que aparecen en la Biblia. Sucede, que nuevamente nos encontramos con relatos teológicos no históricos. Cada comunidad cristiana intentó explicar esa experiencia transformadora que denominamos Pentecostés – Espíritu Santo; la comunidad de Juan de una forma y la de Lucas de otra, sin embargo, ambas tienen el mismo mensaje, aunque el envoltorio o envase del mensaje sea diferente.

¿Qué sucedió realmente en Pentecostés?

Tenemos evidencia de algunos hechos: los discípulos varones estaban temerosos por lo sucedido (Jn 20,19) desanimados e incrédulos (Mt. 28,17; Mc. 16,10-11.14; Lc. 24,11, Jn 20,25); las mujeres protagonizan una acción realmente revolucionaria y escandalosa para la sociedad y la cultura judía: asumiendo el liderazgo del movimiento generado por Jesús (Mt. 28,8; Mc. 16,9-10; Lc. 24,8-10; Jn. 20,17-18) algo sucede a la interna de la comunidad que rompe con los miedos y a esa experiencia llamamos Espíritu Santo (Hch 2,2-4), entonces surge la Iglesia cuyo nacimiento y desarrollo nos relata Lucas en Hechos de los Apóstoles, una Iglesia esencialmente misionera (Mt.28,19-20; Mc. 14,15-18; Lc. 24,47; Jn 21,1-11).

Pentecostés es la experiencia inenarrable del paso de Dios en la vida de una comunidad cristiana; en que se consolida y madura; identifica los dones personales y los promueve para que estén al servicio de la comunidad y de la humanidad; en que dialoga con la sociedad y la cultura sin prejuicios y con respeto; en que construye la unidad partiendo de la riqueza de la diversidad, sin anularla ni destruirla; en que acoge a todas las personas sin juzgar y sin condenar; en que logra entender la Buena Noticia y compartirla en actitud servicial y solidaria; en que se compromete en la construcción de otro mundo posible donde la vida de todas las personas, sin exclusión, sea digna, plena y abundante.

Crean, es posible otra Iglesia, siguiendo el modelo de las mujeres que acompañaron a Jesús; una Iglesia escandalosamente comprometida con su mensaje inclusivo y liberador, capaz de sacudir a los discípulos varones: temerosos, desanimdos e incrédulos.


Feliz Pentecostés para todas y todos.
Obispo Julio.

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