La Iglesia de Jesús: una comunidad evangelizada y evangelizadora que es inclusiva y solidaria.

Reflexión semanal.

“El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió. El que recibe a un profeta por ser profeta, recibirá igual premio que el profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, recibirá el mismo premio que el justo. Y cualquiera que le da siquiera un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por ser seguidor mío, les aseguro que tendrá su premio.”(Mt. 10,40-42 versión Biblia de Estudio Dios Habla Hoy).

La Iglesia es enviada al mundo para ser testigo de Jesucristo y su Buena Noticia. Pero también ella, en sus distintas expresiones y manifestaciones comunitarias, recibe a hombres y mujeres que le hablan de parte de Dios. Por lo tanto, la Iglesia no sólo es evangelizadora, sino que también es evangelizada (vv 40-41).

No es la comunidad quien elige a sus miembros sino que Dios les envía. Cada persona que llega a nuestras comunidades, a través de su historia de vida, de sus palabras y de sus gestos, nos habla de parte de Dios, nos enriquece con sus dones, nos evangeliza: es buena noticia de parte de Dios.

El Evangelio de hoy nos exhorta a prestar atención a los miembros de la comunidad, a quienes llegan de paso o a quedarse. En esas personas estamos recibiendo a Jesús (cf Lc. 10,16) y en él al Padre que lo envió (cf. Jn. 13,20; 14,9).

La comunidad, la Iglesia, se construye a partir de la diversidad no de la uniformidad.

Cada persona es única e irrepetible. Cuando llega una persona, no importa si es niño o niña, joven o adulta, no pretendamos que sea como esperamos o queremos que sea, porque ella es imagen y semejanza divina (cf Gn. 1,26-28), y nuestra fe expresa que la naturaleza divina, si bien es una, es diversa: porque es Padre, es Hijo y es Espíritu.

Cada persona es portadora de diferentes dones (1Co 12), su existencia enriquece al conjunto de la Iglesia (1Co. 13,26). No limitemos su participación, no obstaculicemos su desarrollo, no impongamos nuestras expectativas sobre esa persona. Respetemos su proceso. Acojamos su buena noticia de Dios. Nuestra imposición puede levantar barreras y finalmente expulsarla.

La unidad de la Iglesia se construye a partir de la diversidad de sus integrantes. Una comunidad cristiana, necesariamente tiene que estar abierta a la diversidad de personas, de lo contrario no incluye sino que excluye. Y tiene que estar abierta a dejar de lado el prejuicio para poder amar. Es en el amor a la otra persona, a quien es diferente, a quien piensa diferente, a quien actúa diferente, que construimos la unidad de la Iglesia 1Co. 13).

Dejémonos evangelizar, dar una buena noticia de parte de Dios, por quienes son diferentes y tal vez, totalmente diferentes.

Pero también, el Evangelio de hoy, nos exhorta a comprometernos con las personas discriminadas y excluidas, trabajando para derribar todas las barreras que vulneran los derechos humanos y la dignidad de las personas. Jesús nos exhorta a servir a las personas pequeñas (vv 42).

Servir a quienes no cuentan en la sociedad y en la cultura (cf. Mc. 9,37; Lc. 9,48), tal vez podrían ser las personas en situación de calle, las internadas en los hospitales psiquiátricos o residenciales para la tercera edad.

Servir a quienes son víctimas de prejuicios y humillaciones (Mt. 25,34-40), tal vez podrían ser las y los adolescentes, especialmente cuando provienen de contextos socioeconómicos empobrecidos, o cuando visten asumiendo una cultura, por ejemplo: “plancha”.

Servir a quienes no tienen un lugar en nuestros espacios sagrados (las personas impuras de Mt. 8,1-4, tal vez hoy podrían ser personas GLTTB, trabajadoras y trabajadores sexuales, personas con VIH y SIDA, personas con antecedentes penales …;  o las personas paganas de Mt. 8,5-13, tal vez hoy podrían ser de otras creencias, por ejemplo umbandistas o tal vez ateas …; o las mujeres de Mt. 8,16-17: que tal vez hoy podrían ser aquellas personas que culturalmente consideramos inferiores, por ejemplo niños, niñas, adolescentes, ancianos, ancianas, personas con capacidad diferente).

Vayamos a evangelizar, a dar una buena noticia de parte de Dios, a quienes sus derechos y dignidad son vulnerados por la sociedad, la cultura y la religión.

Si la Iglesia es evangelizada necesariamente será evangelizadora. No puede haber evangelización sin transformación de las realidades de exclusión e insolidaridad porque el Evangelio de Jesucristo es esencialmente inclusivo y solidario.

Buena semana para todas y todos.
Obispo Julio.

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