Domingo de la vigésima tercera semana del Tiempo de Misión en la Diversidad - Que la Iglesia vea!
28 de octubre
Mc 10,46-52
1. El texto en su contexto:
Jesús iba con las
discípulas y los discípulos camino a Jerusalén (vv 32) y para ello era
necesario atravesar el río Jordán y pasar por Jericó (vv 46a). Este episodio
nos remite a la entrada del pueblo hebreo a la tierra prometida (Jos 3-6).
El relato evangélico es
inmensamente rico en contenido presentando a Bartimeo como un hombre ciego y
mendigo (vv 46b) capaz de percibir lo que otras personas con vista no logran
percibir aunque lo están viendo con sus propios ojos. ¿Qué cosa veía esa gente
que no entendía? Nada más ni nada menos que a Dios reinando en medio del pueblo
(Lc 17,21 cf. 7,22; 4,14-21); los signos realizados por Jesús: sanaciones,
liberaciones, resucitaciones no son otra cosa que los indicadores del establecimiento
del “Shalom de Dios” es decir, el reinado de paz con justicia, la inclusión de
los excluidos en el pueblo de Dios, la formación de un nuevo pueblo donde nadie
quede fuera, el establecimiento de lo que llamaríamos en el siglo XXI, un nueva
civilización, la civilización de la paz con justicia, de la equidad con
solidaridad. El ciego Bartimeo visualiza que está siendo testigo de la
instauración del Reino de Dios en medio del pueblo, mientras que quienes
seguían a Jesús todavía mantenía expectativas políticas y vinculadas al poder,
justamente el párrafo evangélico anterior, hace referencia a tres de los más
importantes dentro de la comunidad apostólica, buscando el honor y el poder por
medio de Jesús (10,35-45).
El relato comienza con
una confesión de fe “Jesús, hijo de David” (vv 47). Bartimeo reconoce en Jesús al
Mesías anunciado y esperado (Jr 23,5; 33,15; Zac 3,8). Esta confesión de fe es
proclamada a gritos teniendo la inmediata censura de la gente (vv 48). ¿Lo
reprimían porque gritaba o lo reprimían por lo que gritaba?. Ciertamente, el
contenido de la confesión de fe de Bartimeo es escandaloso y peligroso.
Escandaloso, porque reconoce en Jesús al Mesías esperado; Jesús, un judío pobre,
que no pertenecía a los círculos del poder, ni de la religión, ni de las
familias notables; que provenía de Nazaret, una aldea tan pequeña que no
figuraba en los documentos de época. Peligroso, porque reconoce que el sistema
político y religioso se equivocaron, el Mesías no surge de las filas políticas
ni tampoco de las sacerdotales, surge del pueblo pobre y oprimido, de entre la
gente discriminada y excluida (Mt 4,15; Jn 1,46). Jesús, sin embargo, reconoce
en el ciego Bartimeo a una persona creyente, acepta su confesión de fe, es más,
la ratifica “tu fe te ha salvado” (vv 52).
La confesión de fe de
Bartimeo (vv 47) y su insistencia (vv 48) provoca la atención de Jesús que lo
llama (vv 49) y coherente con su fe, Bartimeo lo sigue (vv 52). El evangelista
nuevamente nos enfrenta al tema del discipulado: llamado del maestro y
seguimiento del discípulo (1,17-20; 2,14), llamado del maestro y testimonio del
discípulo (1,40-45; 5,18-20). La comunidad discipular, el movimiento de Jesús,
lo que hoy llamamos la Iglesia, se formó con personas discriminadas y excluidas
por el sistema político y religioso de acuerdo a los relatos en el Evangelio de
Marcos (1,17-20; 40-45; 2,14; 5,18-20), en cambio, los ricos y creyentes no
aceptaron el seguimiento (10,17-31).
2. El texto en nuestro contexto:
El relato evangélico
nos pone de cara a dos temas fundamentales “opresión – liberación” y “llamado –
seguimiento”.
Al situarnos en Jericó
nos viene a la mente al pueblo hebreo pasando de la esclavitud a la liberación,
pero también, transitando de una vida nómada (habitantes del desierto) a una
vida urbana (habitantes en la tierra prometida); nos plantea la adaptación del
pueblo de Dios a las transformaciones sociales y culturales, la ruptura con las
tradiciones del desierto para generar una cultura urbana, la inclusión de los
pueblos paganos en el pueblo de Dios, el diálogo intercultural e interreligioso
entre el pueblo de Dios y los pueblos asentados en la tierra prometida.
Por otra parte, el
relato del mendigo ciego nos propone revisar nuestro experiencia de fe ¿por qué
somos cristianos o cristianas? Y dentro de la religión cristiana ¿por qué somos
católicas y católicos? Y dentro de la denominación católica ¿por qué somos
independientes?
Desde la IADC:
Ø Sentimos
la llamada del Maestro a entrar en diálogo con la sociedad y la cultura
contemporáneas, como lo hizo el pueblo de Dios al ingresar a la tierra de la
promesa.
Ø Como
el mendigo ciego, confesamos a Jesús como el Mesías anunciado y prometido por
Dios que nos liberó del yugo de las leyes y las tradiciones que oprimen y
excluyen para que otras personas pudieran creer. Reconocemos que nuestra
confesión de fe puede ser considerada escandalosa y peligrosa, porque cuestiona
a quienes han transformado la fe recibida de los apóstoles en un anestésico
para las conciencias, en una experiencia puramente espiritual desencarnada de
las diversas realidades humanas; porque propone transformar las estructuras
injustas en los Estados y en las Iglesias poniendo en riesgo seguridades,
honores y poderes de algunas personas.
Ø Sentimos
el llamado a un seguimiento radical y comprometido con Jesucristo, siguiéndolo
por el camino, trascendiendo fronteras políticas y religiosas dentro del
cristianismo y hasta fuera de él si fuera necesario, puesto que, el Dios
revelado por Jesucristo, no hace diferencia entre las personas (Hch 10,34).
Ø Denunciamos
toda estructura política o religiosa, cristiana o de otra religión, católica o
de otra denominación, independiente o de otra corriente dentro del catolicismo,
que vulnere los derechos y la dignidad de las personas, que discrimine y
excluya, que impida la liberación integral de cada ser humano sin importar
raza, etnia, género, orientación sexual, o cualquier otra condición.
Invitamos a todos los
cristianos y todas las cristianas a confesar a Jesús como el Mesías, el único
Mediador entre Dios y la humanidad (1 Tim 2,5) y a pedirle que sane todas
nuestras cegueras como lo hizo con el mendigo ciego, para que le sigamos por el
mundo como discípulos y testigos, construyendo comunidades de iguales,
comunidades solidarias, comunidades testigos.
Jesús: que la Iglesia
vea!
Buena semana para todos
y todas
+Julio, Obispo de la
IADC
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