A quienes ejercen el liderazgo de las misiones de la Iglesia Antigua – Diversidad Cristiana, miembros del clero o ministerios laicos.
“Justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Rom
14,17).
Con inmensa alegría me
dirijo a la Cámara del Clero de la IADC y a aquellas personas que ejercen ministerios
extraordinarios liderando comunidades, pidiendo a Dios, que “es rico en
misericordia” (Ef 2,4) que les colme de su Espíritu Santo y haga próspero el
ministerio que desarrollan.
1. Sembrando comunidades.
Hace seis años
iniciamos el plan pastoral Sembrando Comunidades. La IADC en cuanto forma parte
de la Iglesia de Jesucristo, es depositaria de la misión de llevar buenas
noticas a todas las personas (Mt 28,16-20) y enviada a sanar y liberar (Mt
10,8), e incluir en la Fiesta de la Vida (Mt 22,9), una vida que es plena,
digna y abundante (Jn 10,10), a la que todas las personas sin excepción, están
llamadas, porque “no hace diferencias” (Hch 10,34). No importa si estas
comunidades están formadas por dos personas o por más, sabemos por los
Evangelios que el movimiento de Jesús estaba integrado por pequeñísimos grupos,
lo que se identifica en la Carta a los Romanos como “Iglesias Domésticas” (Rom
16), lo que hemos denominado “Iglesia Hogar” en nuestros Cánones; abundan los
ejemplos como el de Emaús (Lc 24,13-25) o el de Betania (Lc 10,38-46).
En aquel entonces,
nuestro objetivo era la implantación y fortalecimiento de Iglesias Domesticas
en Uruguay (cf https://diversidadcristiana.blogspot.com/p/iglesia-misionera.html),
sin embargo, Dios en su misterioso designio (Qo11,5) quiso que la IADC, siendo
una de las más pequeñas iglesias, similar al grano de mostaza (Mt. 13,31-32),
cada año se desarrolle y surja en diferentes lugares: Uruguay, Argentina,
Brasil, Colombia, Cuba, El Salvador, Costa Rica, México, España y Camerún. En
cada país, existen clérigos o ministros laicos que lideran y animan pequeñas
comunidades de la IADC, un movimiento diverso, unido por la fe que profesó la
comunidad apostólica y la iglesia de la patrística; es más, un movimiento cuya
única posesión y riqueza es la fe en Jesucristo que comunica gozoso al mundo
(Hch 3,6).
2. Comunidades diversas pero unidas
por el depósito de la fe.
Ustedes, líderes en
distintos países, llamados “por designio de Dios para anunciar la promesa de
vida que se nos ha hecho en Cristo Jesús” (2Tim1,1) a la sociedad y la cultura
en la que se encuentran insertos, son la IADC en esos territorios, portan el
Evangelio liberador, sanador e inclusivo de Jesucristo, más allá de la
tradición cristiana a la que pertenecen: católica, anglicana, evangélica,
ortodoxa, recuerden que la unidad se construye sobre la diversidad; acepten en
sus iglesias a todas las personas sin distinción siguiendo el ejemplo de
Jesucristo. La IADC se caracteriza por su catolicidad, esto es, por guardar y
enseñar “el depósito de la fe” (1Tim 3.9), aquello que creyó y enseñó la
comunidad apostólica. Como líderes de
distintas tradiciones cristianas, podrán agregarle pero nunca quitarle a este
depósito de la fe. Pero es fundamental, que respeten la diversidad de
tradiciones. Las tradiciones cristianas son distintas formas de entender y
practicar nuestra fe en Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre. No
repitamos al interior de la IADC las viejas contiendas de la Iglesia universal.
Ya tenemos bastantes divisiones: católicos romanos y ortodoxos, católicos
romanos y protestantes, católicos romanos y anglicanos, católicos romanos y
veterocatólicos, protestantes y evangélicos, católicos romanos y católicos
nacionales, evangélicos y pentecostales, pentecostales y neopentecostales,
católicos romanos y católicos independientes …. El segundo milenio se ha
caracterizado por divisiones al interior del cristianismo, condenándose unos a
otros. El tercer milenio debe caracterizarse por desandar el camino de la
división, debe caracterizarse por construir la unidad (Jn 17,20) en la
diversidad de expresiones: “un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, 6 un
solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos” (Ef
4,5-6).
La IADC por su propia
constitución es la fiel expresión de la diversidad cristiana y no por ello
pierde su catolicidad y su apostolicidad, profesada en los documentos canónicos
y en las declaraciones sobre catolicidad y sobre apostolicidad y en otras
declaraciones como la de identidad de la IADC. Aferrémonos a esto como un valor
en sí mismo que debemos testimoniar. Diversas expresiones de la IADC en un
mismo territorio es el testimonio de que otra iglesia es posible, otra teología
es posible, otra pastoral es posible. El movimiento de Jesús, la iglesia de la
antigüedad, era diversa en su formación, estaba el grupo de los Doce (Mc 6,7),
el grupo de las mujeres (Lc 8,1-3), el círculo más amplio de los setenta y dos
(Lc 10,1), los que creyeron cuando visitó Samaría (Jn 4,40-42), los maestros de
la ley que creyeron en él (Jn 3,1-21), la comunidad de Betania (Lc 10,38-42),
entre otros. Cada grupo con una identidad propia, con referentes comunitarios
propios, sin perder la característica esencial: ser parte del movimiento de
Jesús.
3. Comunidades testigos.
Las comunidades
eclesiales de la IADC debieran imitar el ejemplo de la antigua iglesia, no
centradas en la liturgia afirmando una espiritualidad desencarnada, sino
centradas en la solidaridad (Hch 2,45) y viviendo una vida cúltica encarnada en
las realidades que les tocaba vivir (Hch 2,46); comunidades que se caractericen
por ser testigos en los contextos donde se encuentran insertas (Hch 2,47).
Las comunidades
eclesiales de la IADC están llamadas a ser luz (Mt 5,13-16) en medio de una
sociedad que ha optado por vivir en la oscuridad (Ef 5,8; 1Tes. 5,4-5),
haciendo resplandecer su luz (Is 9,2) para que otras personas puedan caminar
con claridad hacia Jesucristo, principio y fin de todo (Ap 22,13)..
Ser luz no significa
otra cosa que vivir radicalmente los valores evangélicos de la solidaridad y la
inclusión, tal como nos lo enseñó Jesucristo, “que pasó haciendo el bien (Hch
10,38).
El profeta Isaías habla
en nombre de Dios recordando al pueblo “ustedes son mis testigos”. Recordemos a
nuestras comunidades el deber cristiano que se les encomienda en una sociedad
que ha optado por el consumismo, el materialismo y el individualismo. No en
vano, hemos predicado a Jesucristo, no en vano hemos enseñando con nuestro
ejemplo y con nuestras palabras; nuestras comunidades están llamadas a dar testimonio
de Jesucristo (Jn 15,27).
Conclusión
Hermanos y Hermanas en
el ministerio clerical o laical, la IADC no ha cesado de sembrar comunidades
comprometidas con el Evangelio de Jesucristo, sin importar su cantidad de
personas, hemos priorizado su calidad de fe y adhesión al mensaje liberador y
sanador del Maestro, unas son de 2 otras de mayor número, reuniéndose en las
casas o en iglesias prestadas hemos ido creciendo y desarrollando el proyecto
pastoral Sembrando Comunidades; hoy es una realidad el estar presentes en
América, Europa y África dando testimonio de otra forma de ser iglesia: en
diálogo con la sociedad y la cultura; encarnada en las realidades de sus
miembros; asumiendo los dolores y las
alegrías de la humanidad; comprometida en la liberación, sanación e inclusión
de grupos y personas vulneradas en sus derechos y dignidad.
Creemos radicalmente en
la Iglesia: una, santa, católica y apostólica.
Defendemos radicalmente
la diversidad de expresiones y formas de ser iglesia, contextualizadas en las
realidades de las diferentes comunidades.
Nos comprometemos a
continuar Sembrando Comunidades que se identifiquen con el movimiento de Jesús,
custodias del depósito de la fe (1Tim 3,9) recibida de la comunidad apostólica
y escandalosamente solidarias (Mt 25,35-40) con las personas vulneradas.
+Julio Vallarino,
Obispo de la IADC
Uruguay, 4 de octubre
de 2018.
Fecha en que recordamos
a San Francisco de Asis.
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