Domingo de la vigésima primer semana del Tiempo de Misión en la Diversidad: de la mediocridad cristiana al seguimiento del discipulado




14 de octubre
Mc 10,17-30


1.     El texto en su contexto:

Un hombre rico, entusiasmado con Jesús lo saluda con un título pomposo (vv 17) y le pregunta sin más vueltas aquello que la tradición mandaba (Dt 4,1; 5,33; 8,1; 30,19): el pueblo viviría en la tierra prometida; aquí el hombre rico se refiere a la vida perdurable en la era definitiva que esperaba parte del judaísmo. Jesús lo corrige respecto el título (vv 18) y remite al hombre a lo que todos conocían (vv 19). El hombre rico, satisfecho de cumplir desde su adolescencia con los mandamientos (vv 20 cf Ex 20,12-16; Dt 5,16-20) seguramente esperaba satisfacer su estricta religiosidad con alguna palabra de Jesús, sin embargo, el Maestro le propone renunciar a sus bienes y emprender el camino del discipulado (vv 21). El hombre rico decepcionado de Jesús se marcha (vv 22): la exigencia de Jesús no era lo que esperaba, no se siente capaz de renunciar, decidiendo quedarse con los mandamientos de la tradición y sus riquezas.

Jesús emite una sentencia categórica tomada de la tradición judía respecto de las riquezas (vv 23-25: cf Sal 49,7-8; 62,11; Job 30,24-25; Jr 17,10): las riquezas y la experiencia de Dios no pueden ir juntas. Y es que si alguien no es capaz de solidarizarse con quienes tienen necesidades al punto de compartir lo que se tiene, no puede tomar parte del proyecto de Jesús, se autoexcluye del Reino de paz con justicia para todos y todas.

Los discípulos quedan “espantados” –afirma el relato evangélico- por la sentencia de Jesús (vv 26), sin embargo, el Maestro siembra la calma y la esperanza, (vv 27). Pedro, al igual que muchas personas, manifiesta su seguimiento interesado, esperando algo a cambio, olvidándose de la gratuidad (vv 28); a lo que el Maestro enseña que el seguimiento tiene que ser desinteresado “por mí y por la buena noticia” –dice Jesús (vv 29); la buena noticia no es otra cosa que el Evangelio, el anuncio de liberación, sanación e inclusión (Lc 4,18-21), la instauración del Reinado de Dios llevando justicia a quienes eran víctimas de la injusticia (Lc 7,22) y que habrá consecuencias: el bien en esta vida será la familia eclesial (3,34-35) aunque la vivencia radical del seguimiento implique persecuciones, éstas no son de preocupar, porque al establecerse el Reinado de Dios: una nueva civilización de paz con justicia de solidaridad con equidad; de vida plena, digna y abundante (Jn 10,10) habrá valido la pena (vv 30).


2.     El texto en nuestro contexto:

El cristianismo se ha convertido en una religión de dogmas y cultos dejando de lado lo más importante, la experiencia de fe que se hace carne en la solidaridad entre las personas. Pareciera que con cumplir con mandamientos, preceptos, normas e ir a la celebración semanal, llámese misa, santa cena, culto o el nombre que quiera darse, ya está todo cumplido y no es así. El cristianismo está llamado a trasformar el mundo pero antes debe transformarse a sí mismo (Hch 4,32-37); para ser sal es necesario dejarse disolver (Mt 5,13), para ser luz es necesario dejarse quemar (Mt 5,14), para ser levadura es necesario mezclarse (Lc 13,18-21). El cristianismo necesita volver a sus orígenes, retomar la experiencia de discipulado (vv 21).

El seguimiento del Maestro exige radicalidad (Mt 10,37; 19,29; Lc 9,62) y gratuidad, no cabe la actitud interesada de Pedro (Mt 19,27; Lc 18,28). El discipulado no admite gente mediocre. Seguir a Jesús implica comprometerse en la transformación de este mundo, del sistema político, del sistema económico, del sistema educativo, del sistema de seguridad social, del sistema religioso … Seguir a Jesús implica renunciar a seguridades y comodidades sumergiéndose en un mundo contrario al que conocemos, una nueva civilización que exige solidaridad con las personas vulneradas en sus derechos y su dignidad, solidaridad con quienes no tienen sus necesidades humanas satisfechas, solidaridad con quienes están en situación de injusticia.

¿Estamos dispuestos – dispuestas a ser parte del movimiento de Jesús, de quienes le siguen enseñando lo que enseñó y haciendo lo que hizo o queremos quedarnos en las seguridades y el confort del cristianismo actual?

 Buena semana para todos y todas
+Julio, Obispo de la IADC



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