Quinto Domingo del Tiempo de la Liberación
Ciclo B – Juan 15,1-8
Seguir
incondicionalmente a Jesús o vivir en la mediocridad religiosa
1.
El
texto en su contexto:
Jesús, toma una de
las imágenes frecuentes en la vida y en
la historia de Israel, para expresar su relación con sus discípulas y
discípulos; en efecto, la vid (versículo 1) en las Escrituras Hebreas
representaba al pueblo elegido (Salmo 80,8-16; Isaías 5,1-7; Jeremías 5,9-11;
12,10-11; Ezequiel 15,1-6; 19.10-14).
El evangelista
expresa la íntima relación entre Jesús y la comunidad discipular, el nuevo
pueblo que se estaba gestando, imagen del antiguo pueblo, nuestros hermanos
mayores en la fe, cuyo viñador era YHWH. Juan pone en boca de Jesús que el
Padre es quien cuida de la viña (versículo 1-2), es decir, del pueblo que Él
elige.
La única forma que
tiene la comunidad discipular de dar frutos es unida a Jesús, así como las
ramas están unidas a la planta (versículos 3-5). En comunión con Jesús, las
palabras y las acciones de la comunidad discipular tienen sentido, porque es
enviada por el Maestro; lo que dice y lo que hace no es por propia voluntad,
sino porque lo escuchó y lo vio antes en su Maestro (1 Juan 1,3-4 cf 2
Corintios 3,5; Filipenses 4,13). Si la comunidad discipular no está unida al
Maestro, es decir, si no cumple con su misión, no sirve para nada (versículo 6
cf Mateo 3,10; 7,19); de igual manera, Mateo pondrá en boca de Jesús la
parábola de la sal, planteando que si pierde su sabor ya no sirve para nada
(Mateo 5,13).
Estar en comunión con
el Maestro implica permanecer fieles a sus enseñanzas (versículo 7) y la
fidelidad a sus enseñanzas hace que verdaderamente seamos discípulas y
discípulos del Maestro (Juan 8,31); el discipulado exige fidelidad. Esta
comunión entre el Maestro y su comunidad discipular, también es con el Padre,
que escucha al Hijo y en el Hijo a sus amigos y amigas (versículo 7 cf Mateo
21,22; Marcos 11,24; Juan 14,13-14).
2. El texto en nuestro
contexto:
Nuevamente, las
bautizadas y los bautizados enfrentamos la encrucijada de optar por ser
cristianos: católicos, protestantes, anglicanos, pentecostales … o ser
discípulos. El discipulado exige
fidelidad a la misión y obediencia al Maestro, es radical, escandaloso,
subversivo, revolucionario. No podemos ser discípulas o discípulos de Jesús sin
comprometernos radicalmente con su proyecto. En el discipulado no tiene lugar
la mediocridad, es todo o nada:
“anda,
vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres. Así tendrás riqueza en el
cielo. Luego ven y sígueme” (Marcos 10,21)
“Deja
que los muertos entierren a sus muertos;
tú ve y anuncia el reino de Dios” (Mateo 8,22)
“El
que pone la mano en el arado y sigue mirando
atrás, no sirve para el reino de Dios” (Lucas 9,62)
Aquí está en juego la
esencia del mensaje de Jesús. El discipulado implica seguir las huellas del
Maestro “que pasó haciendo el bien y
sanando” (Hechos 10,38), dignificando a las personas que eran vulneradas
por el sistema político y religiosos, prueba de ello son las innumerables
curaciones y exorcismos. Las discípulas y los discípulos no adoran a Dios en
los espacios sagrados sino serviendo (Mateo 25,31-46) en los espacios profanos
(Marcos 16,7), en la Galilea de los paganos (Mateo 4,15).
Ciertamente es más
fácil ir los domingos al templo para celebrar la misa o el culto, dependiendo
de la denominación, participar de los estudios bíblicos semanales, organizar
las actividades de la Iglesia, orar a la mañana y a la noche en las comodidades
y seguridades de nuestras casas, amar a nuestras familias y amistades; pero
esto no es discipulado. El evangelio de hoy nos pone de cara a una realidad crudísima
y durísima, seguir a Jesús incondicionalmente o vivir nuestra vida en la
mediocridad religiosa.
Buena semana para
todos y todas. + Julio.
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