Mensaje en la ceremonia de ordenación diaconal de Vartán
Les
damos la bienvenida a todas y todos quienes nos acompañan en esta tarde tan
especial para Diversidad Cristiana. Una comunidad tan pequeña como un grano de
mostaza, que ha ido transitando por las huellas de Jesús, nuestro Maestro,
desde hace algunos años. En ese camino no hemos dejado de experimentar la
presencia fiel de Dios que nos sostiene y acompaña. Una presencia divina que se
encarna permanentemente en la historia de Diversidad Cristiana: cuando en los
inicios nos reuníamos en nuestras casas, cuando la comunidad metodista de
Aguada nos recibe en su local, cuando la Iglesia Antigua instituye un pastor,
cuando comenzamos a reconocer los dones que el Señor hacía surgir en la
comunidad e instituimos lectoras, realizamos servicios entre las personas más necesitadas,
y así llegamos hasta hoy en que ordenamos diácono a nuestro hermano Vartán.
Este
rito de ordenación, no es otra cosa que reconcer la acción de Dios, en la vida
de Vartán y en la historia de Diversidad Cristiana.
Como
el profeta Jeremías (1,4-9), todas las personas somos llamadas por Dios a una
misión en favor de la humanidad y El nos capacita para esa misión. Quienes
conocemos a Vartán, reconocemos su don de servicio solidario y desinteresado a
favor de las personas necesitadas, pero especialmente entre las personas GLTTB
y sus familias, expresado de diferentes maneras de acuerdo a las circunstancias
y los requerimientos.
Como
la comunidad de Hechos de los Apóstoles (6,1-7) cuya significación reside, sin embargo, no en la institución de cierto
orden en la jerarquía ministerial, sino en el hecho de ser el primer ejemplo
que se recoge de la historia de la Comunidad Apostólica, de la delegación de
responsabilidades administrativas y sociales en quienes tenían perfil y dones
apropiados. Reconocemos en Vartán a una persona de mucha fe, dispuesta
al servicio desinteresado, responsable en las tareas administrativas asignadas
y abierta a la acción del Espíritu Santo por eso, lo hemos propuesto para el
orden del diaconado y confiamos en que el Señor lleve a buen término, la obra
que inició en nuestro hermano.
En los escritos del Nuevo Testamento y en la práctica de
la Iglesia de la antigüedad, el término “diaconía” nunca pierde su relación con
la provisión de necesidades materiales y el cumplimiento de servicios. La
insistencia de Jesús en que su venida tenía por misión servir (Mc. 10,45) tiene
que considerarse a la luz de esta concepción. Resulta muy significativo el
hecho de la afirmación de Jesús esté ubicada en el contexto del servicio a la
mesa (Lc. 22,14-27). Jesús se presenta en la historia de la humanidad, como el
diácono por excelencia, el que sirve a la mesa de su pueblo. Y como nos
muestran estos pasajes, el “diaconado” es, en este sentido, una impronta de
toda la Comunidad de discípulos y discípulas de Jesús.
La Iglesia podrá hacer muchas cosas, pero si no está al
servicio de las personas desfavorecidas en la sociedad, o no es la Iglesia de
Jesús.
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