Solemnidad de la Ascención de Jesús
ENTREVISTA 57
¿Ascensión y asunción?
RAQUEL Emisoras
Latinas continúa en Nazaret. En los sótanos de la
iglesia de la Sagrada Familia se
conserva un cementerio de los tiempos de
Jesús. Hasta aquí hemos querido llegar en compañía del mismo Jesucristo.
¿Estarán aquí los restos de sus familiares?
JESÚS Cuando
mi padre José murió lo enterramos donde sepultaban a
todos
los nazarenos. Pero esto ha cambiado tanto…
RAQUEL ¿Fue
duro para usted?
JESÚS Sí,
mi madre quedaba viuda con varios hijos… Todo cambió en la
familia
cuando faltó mi padre.
RAQUEL ¿Y
cómo murió él?
JESÚS No
de enfermedad ni de años… Los hombres le adelantaron su
hora. Eran tiempos
difíciles en Galilea. Los soldados romanos cometían muchos atropellos. Y mi
padre era un hombre justo. Por esconder a unos muchachos que huían de una
matanza, los soldados le dieron una paliza, lo dejaron malherido y ya no se
levantó más…
RAQUEL Siento
haberle recordado ese dolor… ¿Y su madre…? ¿Dónde
murió
ella?
JESÚS Creo que en
Jerusalén. Pero oí decir que no, que en Éfeso, que Juan se la llevó a esa
ciudad lejana… Como yo le pedí que me la cuidara…Pero, dime, ¿por qué quieres
hablar de esto, Raquel?
RAQUEL Porque
nuestros oyentes quieren saber si es cierto lo que se dice
del
final de la vida de su madre.
JESÚS ¿Y
qué se dice?
RAQUEL Que
ella no murió, porque… porque no podía morir…
JESÚS No
puede ser. Todos morimos. Del polvo venimos y al polvo
volvemos.
RAQUEL Dicen
también que el cuerpo de su madre era tan inmaculado que
no
se lo podía tragar la tierra.
JESÚS Cuando
el grano de trigo cae en tierra, se pudre, pero no muere.
Sigue
viviendo en la nueva espiga.
RAQUEL Bueno,
lo que dicen es que ella no murió, sino que se durmió.
¿Eso
del sueño será realidad o leyenda?
JESÚS Es una parábola
hermosa. Porque al morir despertaremos en Dios. Una puerta se cierra y otra se
abre…
RAQUEL Pero
no hablan de puerta sino de escalera… Afirman que María
subió al cielo.
Distinto a su caso. Porque de usted sabemos que se elevó por sí solo y a ella
la cargaron los ángeles.
JESÚS ¿Eso
dicen?
RAQUEL Como
lo oye.
JESÚS Creo
que ahí ya empiezan a inventar.
RAQUEL No,
es un dogma de fe. La palabra oficial que usan en su caso es
ascensión. En el de
ella, asunción. En lenguaje actual, diríamos que usted se propulsó hacia las
alturas. Y ella fue como abducida, succionada.
JESÚS ¡Qué disparates,
Raquel!... Nadie tiene que subir a ninguna parte porque Dios no está arriba.
Está aquí, dentro de mí, dentro de ti. Dios es el corazón de todas sus
criaturas.
RAQUEL ¿Y
el cielo, entonces? En programas anteriores, usted nos dijo
que no hay
infierno… ¿Tampoco hay cielo? ¿Qué pasa después de la muerte?
JESÚS El cielo es la obra de sus manos. En
las manos de Dios vivimos.
Y al morir, seguiremos en sus manos.
RAQUEL Pero,
si no es demasiado pedir, como usted viene de “allá”…
¿nos
podría adelantar algo?
JESÚS Si
a un niño antes de nacer le contaran lo que va a ver fuera del
vientre
de su madre, no lo creería. No lo entendería tampoco.
RAQUEL ¿Ni
un avance siquiera?
JESÚS Te
aseguro que ni el ojo vio, ni el oído escuchó, ni la mente puede
imaginar lo que
Dios tiene preparado para quienes aman de verdad.
RAQUEL Entonces, nos
quedamos entre el cielo y la tierra. Ni ascensiones ni asunciones, pero sí una
gran esperanza. Desde Nazaret, Raquel Pérez, Emisoras Latinas.
CONTROL CARACTERÍSTICA MUSICAL
LOCUTOR Otro Dios es Posible. Entrevistas exclusivas
con Jesucristo en su
segunda venida a la Tierra. Una producción
de María y José
Ignacio López Vigil con el apoyo de Forum Syd y Christian Aid.
MÁS DATOS SOBRE ESTE POLÉMICO TEMA…
Más allá…
Todas las
religiones dan respuesta a la cuestión del sentido de la vida y de la historia
y ofrecen ―y ése es su principal atractivo― la certeza de una realidad “más
allá” de la vida que conocemos, de una vida que trasciende la muerte. En el judaísmo
clásico tardío esa realidad se llamó “resurrección”, en el cristianismo se
habla de “vida eterna”, en el Islam se promete el “paraíso”.
La última frontera
En la
cultura de muchos pueblos no cristianos la muerte es recibida con una
naturalidad que el cristianismo ha olvidado. Los egipcios tenían una hermosa
visión de la muerte: morir era llegar a la otra orilla. En ese viaje, el
pájaro-alma se elevaba hacia el sol, perpetuando su existencia en la imagen del
dios Osiris. En algunos pueblos indios norteamericanos no sólo se aguarda con
serenidad la muerte, sino que se sale a su encuentro. Cuando las personas
sienten en su cuerpo que ya llega la muerte, se despiden de sus familiares y de
sus amigos, se alejan de su campamento y se sientan solos, solas, a esperarla.
La invocan y así, antes que la muerte física los toque, ya han dispuesto su
espíritu, diciendo adiós, muriendo a todo lo que ha sido su vida.
En la
cultura cristiana, tan influida por la filosofía occidental, centrada en el yo,
el miedo a la muerte es lógico: porque en la muerte nuestro yo se disolverá. Y
no logramos imaginar una continuidad de nuestra vida sin una continuación de
nuestro yo. El atractivo de las religiones es ése precisamente: que nos
prometen la salvación en un futuro, y esa salvación futura incluye la
permanencia del yo. Por otro lado, al haber separado al ser humano de la Naturaleza, al haber
hecho tan profunda la dicotomía cuerpo-espíritu, la cultura cristiana rodea la
muerte de negatividad y hasta de terror.
Una
perspectiva alternativa, verdaderamente cristiana, nos haría ver la muerte como
una fase indispensable, natural, del proceso de la vida, una meta presente en
todos los procesos vitales. La muerte es una señal de que la Naturaleza domina sobre
la vida individual. Pero cuando el ser humano no se ha sentido ligado a la Madre Naturaleza
o se ha sentido superior a ella, con derecho de dominio, recibirá a la muerte
como un destino impuesto desde fuera y como algo tétrico.
Si no hubiera muerte…
En su
novela “Las intermitencias de la muerte”, el Premio Nóbel de Literatura, el
portugués José Saramago crea una trama sorprendente. En un país cualquiera
ocurre algo insólito: la muerte decide suspender su trabajo y todo el mundo
deja de morir. Inicialmente, esto causa euforia, pero muy pronto sobreviene el
caos y la
desesperación. Si no hay muerte, no hay tiempo y, entonces,
habrá para todos una vejez eterna, que muy pronto resulta insoportable. En la
desesperación de una situación que no logran administrar ni asimilar, todos
buscarán formas, correctas y turbias, compasivas y “maphiosas” para lograr que
la muerte vuelva a actuar. Hasta que un día la muerte decide reaparecer… La
reflexión que se deriva de este osado argumento puede ayudarnos a entender el
sentido de la muerte en nuestra limitada vida.
Ascensión y asunción “a los cielos”
Cuando en
el cristianismo tradicional se afirma que, al morir, se destruye el cuerpo y el
alma inmortal entra en la vida eterna, se está estableciendo una jerarquía, en
la que el cuerpo resulta inferior y de menor valor. Esta idea de la
superioridad del espíritu sobre el cuerpo que atraviesa toda la tradición
cristiana, ha tenido consecuencias negativas de todo tipo, pero no procede de
Jesús, para quien el cuerpo es el templo de Dios y lo divino no está ni arriba
ni fuera de lo humano. Los dogmas católicos de la Ascensión de Jesús a los
cielos y de la Asunción
de María, su madre, a esos mismos cielos, tratan de compensar la arraigada idea
católica del desprecio al cuerpo, estableciendo un privilegio especialísimo
para, al menos, dos cuerpos humanos.
Asunción: un dogma de fe
La
tradición de un Dios “arriba”, habitando en el cielo lejano, es central en la
doctrina oficial católica. En noviembre de 1950, Pío XII, hablando “ex cátedra”
―y esto según la doctrina papal del siglo anterior era hablar infaliblemente―
proclamó el dogma de la asunción de María al “cielo” con estas categóricas
palabras: Declaramos, promulgamos y definimos que es un dogma divinamente
revelado que la
Inmaculada Madre de Dios, María siempre Virgen, al terminar
su vida terrenal fue elevada a la gloria celestial en cuerpo y alma. Por tanto,
si alguno se atreve (Dios no lo permita) a negar voluntariamente o a dudar de
lo que ha sido definido por nosotros, sepa que ha apostatado completamente de
la fe divina y católica.
Ascensión: una metáfora
La Ascensión de Jesús no es un dogma de fe. Como aparece en los relatos evangélicos
(Mateo 28,16-20; Marcos 16,19-20; Lucas
24,50-52; Hechos 1,3-11), la doctrina oficial considera esa “subida” como
un hecho “histórico”, uno más de los datos que componen la “biografía” de
Jesús. Pero ese episodio es una metáfora: cuarenta días después de morir, Jesús
“subió a los cielos”. El número 40 es un
número simbólico a lo largo de toda la Biblia. En este caso, significa que fue un
período completo e irrepetible, en el que quienes integraron el movimiento de
Jesús y creyeron en su mensaje se convencieron definitivamente que Jesús seguía
con ellos y en ellos y que ya estaba en las manos de Dios, que Dios, y no los
injustos, “había ganado la partida”.
El cielo será una fiesta
El cielo es lo que vemos “arriba”,
el manto azul que cobija la tierra, en donde corren las nubes y brilla el sol,
la luna y las estrellas. Una mayoría de tradiciones religiosas ha situado a
Dios en el “cielo”, en ese “arriba”, externo, lejano y superior. Jesús no.
Jesús hablaba de Dios “dentro” de cada persona y hablaba también de hacer
presente a Dios en relaciones humanas justas e incluyentes, solidarias y compasivas.
Jesús
habló muchas veces del cumplimiento pleno del Reino de Dios, pero nunca
llamándolo cielo. En muchos pasajes de los evangelios aparece el concepto
“Reino de los cielos”, que no es
de Jesús, que siempre habló y predicó el “Reino de Dios”.
Nunca
Jesús se refirió tampoco a un final desvinculado de la historia. Utilizó
varias imágenes para hablar del futuro, del “mundo nuevo”: los seres humanos
verán a Dios con sus ojos, se repartirá la herencia, se oirán risas de fiesta,
la familia de Dios se sentará a la mesa de un banquete, se partirá y repartirá
el pan de la vida… Y todo cambiará: los últimos serán los primeros, los pobres
dejarán de serlo, los hambrientos serán saciados, quienes lloran reirán…
Lo más
original del mensaje de Jesús y de su movimiento es plantear que todo esto comienza ya en
la tierra, en el mundo de las relaciones humanas: viviendo en comunidad y solidariamente, compartiendo, sirviendo, cuidando la
vida, sanando a quienes están enfermos o están tristes… Todo esto inicia aquí
como un atisbo de lo que será la plenitud. La imagen del banquete de fiesta con la
casa llena a rebosar fue central en el lenguaje usado por Jesús para hablar
sobre el futuro (Mateo 22, 1-14). El “cielo” será una fiesta colectiva y sin
fin.
Fuente: Otro Dios es posible.
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