El Evangelio de Juan - cuarta entrega

Biblia Queer / Evangelio de Juan.
Por Robert E. Gross / Traducción de nuestra hermana MCRP


Género y Sexualidad.-

Los personajes femeninos en el Cuarto Evangelio son mujeres empoderadas. María, la madre de Jesús, habla con confianza en la boda de Caná. La mujer samaritana junto al pozo se convierte en la apóstola de los samaritanos. Martha y María tienen un papel muy especial en la vida y el ministerio de Jesús, y parecen ejercer liderazgo en la comunidad de seguidores, en Betania. Martha confiesa a Jesús como el Mesías e Hijo de Dios y se convierte en su discípula. El Evangelio muestra a las mujeres rezando, confesando su fe y ungiendo con óleo, preservando de esta manera la inclusión del ministerio femenino en el movimiento de Jesús. Finalmente, María Magdalena se convierte en la apóstola de la resurrección.

Adele Reinhartz resume una perspectiva feminista sobre el Evangelio de Juan: “Sus retratos de mujeres, la ausencia del género como una categoría explícita en el material discursivo, y el énfasis en el amor como el término operativo en las relaciones interpersonales, todo sugiere una evaluación positiva del Evangelio desde una perspectiva feminista.” (Reinhartz 1994b: 595)

El evangelio proporciona algunas de las representaciones más fuertes de la mujer, en luz positiva dentro de las escrituras cristianas.

Hay dos relatos adicionales que toman el tema del género y la sexualidad. El primero está en 7.53-8.11, la mujer sorprendida en adulterio. Muchos estudiosos están de acuerdo en que este relato es una interpolación en el Evangelio. Se ajusta bien al tema del juicio en los capítulos 7 y 8. Raymond Brown ha sugerido que la narración puede ser bien una vieja historia acerca de Jesús, que viajó independientemente de los cuatro Evangelios y no fue incluido en ellos hasta que hubo un cambio en el rechazo de la Iglesia a perdonar el adulterio. (Brown 1997: 377) Los movimientos ascéticos en las primeras iglesias cristianas, pueden haber ignorado este fragmento, porque pinta a Jesús como demasiado laxo, tolerante en su tratamiento hacia la mujer llevada para juicio y castigo. Los ascetas cristianos – comenzando por Pablo – eran muy intolerantes con respecto al cuerpo y la sexualidad. Tomaron una posición mucho más rígida y cruel que el fundador de su movimiento religioso.

El fragmento de la mujer adúltera ha sido aceptado como escritura desde el siglo III hasta el presente, en la mayoría de las iglesias cristianas. La historia proporciona un poderoso rechazo a las actitudes condenatorias hacia la sexualidad y la cultura patriarcal de doble moral que pone su objetivo en la mujer, para el castigo, y no en el participante masculino. Las autoridades religiosas tratan de encontrar a Jesús en una trampa, esperando que por su compasión, viole la ley que condena el adulterio. Jesús anuncia a la pandilla religiosa de escribas fundamentalistas y fariseos: “El que nunca haya pecado, que tire la primera piedra” (8.7) Subvierte a este grupo de fundamentalistas, destacando su irreflexivo doble estándar y forzándolo a tomar una decisión sobre sí mismos. Jesús demuestra su superioridad moral y así, amplía el hueco entre él mismo y los fundamentalistas religiosos. Recuerdo que en mi clase, un estudiante contó cómo había dejado el Cristianismo porque una joven de 14 años se quedó embarazada en su iglesia y tuvo que ponerse de pie en una celebración, para confesar su pecado, mientras al futuro padre no se le exigió hacerlo. Las iglesias han apuntado a la mujer y le han aplicado las reglas sexuales, así como a las minorías, con sus inquisiciones, sus pánicos sobre el sexo y sus intentos de regular estrictamente las conductas sexuales.

La Iglesia Cristiana ha desarrollado una virulenta erotofobia; casi ha igualado el sexo al pecado, siguiendo las fuentes paulinas. Que los celotes erotofóbicos de las iglesias cristianas – demasiado a menudo decididos a condenar las vidas sexuales de las personas “queer” – escuchen este relato, notando que Jesús ni estaba obsesionado con el sexo ni regulaba las vidas sexuales de las personas, como las iglesias intentan hacer. Jesús se dedicó mucho más a destacar los temas de injusticia social y exclusión, mientras las iglesias a menudo ignoran los temas sociales contemporáneos: sexo prematrimonial, homosexualidad, trasgénero y bisexualidad.

El segundo relato trata la última cena de Jesús con sus discípulos, cuando Él realiza  una acción “queer”. Se quita sus ropas externas, y lleva a cabo la acción subalterna e íntima de lavar los pies a sus discípulos. Transgrede los papeles, tanto de clase como de género, tomando la actitud de un esclavo y/o una mujer, al hacer esto (Jennings 2003: 162-6) Es a través de esta conducta transgresora que modela las de sus discípulos, a quienes se instruye para que hagan lo mismo entre ellos. “Yo, el Señor y Maestro, les he lavado los pies. Así que ustedes deben lavarse los pies unos a otros” (13-14) Pedro queda sorprendido por la acción ritual de Jesús, al lavarle los pies. ¿Cómo puede Jesús adoptar tal conducta de esclavo o de mujer? Es degradante para un hombre libre; es indigno de un ser masculino.

El hecho de que las mujeres no estén explicítamente mencionadas en esta escena, no significa que no hubiera mujeres discípulas. La presuposición de algunas iglesias en cuanto a que solamente los doce estaban presentes, ha sido utilizada para justificar el liderazgo masculino en las ordenaciones. Las discípulas estaban presentes en muchos eventos durante el ministerio de Jesús, y siempre fueron mencionadas. La mención a los discípulos en la Última Cena, debe ser interpretada como refiriéndose tanto a hombres como a mujeres discípulos.

A menudo, la Iglesia Cristiana ha conectado este pasaje con rituales de purificación o bautismo. Tomo el simbolismo que expresan ambos aspectos, pero a menudo he leído este texto con el libro de Ruth en mente. En él, Ruth descubre los pies de Boaz. La expresión hebrea “descubrir los pies” significa en realidad “descubrir los genitales”. Yo leo esta acción simbólica de lavar los pies, como la purificación simbólica de los genitales humanos y su reconocimiento de la bendición original y pureza de la sexualidad humana. La resistencia y alarma de Pedro a este lavado, ha permanecido como un símbolo de la falla en la iglesia institucional de Pedro en reconocer la pureza de la sexualidad humana. Esta iglesia ha luchado contra la noción de la que sexualidad humana es un don de Dios a todos los seres humanos de todas las orientaciones y todas las identificaciones de género. Solo cuando Jesús insiste en el lavado de los pies, Pedro accede, con reservas. Esta puede ser una lectura completamente a-bíblica para muchos estudiosos que se han formado en una lectura heterosexista de las Escrituras. Sin embargo, se ajusta al reconocimiento de la comunidad GKTTB, en cuanto a la bondad y bendición original de su sexualidad, a pesar de las ortodoxias seguidoras de Pedro, que han condenado su sexualidad, sus vidas de amor y sus familias de elección.

El primer punto que deseo destacar es que Jesús toma la postura de un esclavo o una mujer, que lava los pies de sus invitados. Uso el término “esclavo”, porque es una traducción más precisa que la versión dulcificada “siervo”. La palabra “esclavo” hace que muchos lectores modernos se estremezcan debido al legado violento del racismo norteamericano y la esclavocracia anterior a la Guerra Civil. Pero las escrituras cristianas abundan en imaginería de esclavos para hablar de liderazgo. (Martin: 1990)

La acción de Jesús  trastoca las jerarquías de clase y de género, y comunica una noción de que el liderazgo no pertenece a sí mismo, sino a la comunidad. Jesús ejemplifica a sus discípulos qué significa el liderazgo. Su cuerpo pertenece a la comunidad. Su acción simbólica es igualitaria, no jerárquica; es humilde y un servicio para la comunidad de discípulos y discípulas.

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Próxima entrega "Excurso: los judíos".

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