Mensaje de Navidad 2018





Mensaje de Navidad 2018

“Tomó la condición humana
haciéndose uno de tantos”
(Fi 2,7).

Tengan mucha paz.

La celebración de Navidad nos interpela sobre el misterio de Dios encarnado (Jn 1,14); Dios con nosotros y nosotras, entre nosotros y nosotras (Is 7,14) y su designio para la humanidad y la creación entera. ¿Cuál es el motivo por el que el Hijo de Dios se hizo Hijo del Hombre, pasando por las distintas etapas que pasa cualquier ser humano: gestación, nacimiento, amamantamiento, infancia, adolescencia, juventud, adultez para finalmente morir; siendo en todo semejando a la especie humana (Fi 2,7)?

La respuesta nos la proporciona las Sagradas Escrituras: “tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo único, para que todas las personas que creen en Jesús tengan vida plena, digna y abundante” (Jn 3,16-17; 10,10).  No existe otro motivo posible para la humanización y nacimiento de Dios que el realizar, por puro amor y gratuidad, la divinización de la humanidad y de la misma creación (1Cor 15,28).

Dios vio que su obra era buena (Gn 1,10.12.18.21.25), muy buena (Gn 1,31) y por eso quiso ser parte de ella; entonces, la Navidad nos revela el misterio y el valor intríseco de la Vida, de toda vida. Las palabras y las acciones de Jesús de Nazareth dan cuenta de ello, durante su ministerio demostró claramente la dignidad inviolable de cada ser humano, no importa si era varón o era mujer, si era creyente o si era pagano, si era adulto o si era niño; por el solo hecho de ser humano, Jesús dignificó su vida: curando, sanando, restaurando, abrazando, incluyendo,  dejándonos así su ejemplo para que lo sigamos (Jn 13,15).

La misión de la Iglesia es continuar la obra de Jesús que pasó haciendo el bien (Hch 10,38). En cada navidad no recordamos el hecho histórico del nacimiento de Jesús sino que conmemoramos el acontecimiento salvífico del amor incondicional de Dios a la Humanidad. Jesús se hizo uno de tantos (Fi 2,7) desafiando a la Iglesia a buscarlo en lugares poco sagrados (Mc 16,7) y a servirle en personas de no muy buena reputación (Mt 25,31-46).

Navidad nos enfrenta al valor incondicional de toda vida humana, no solo la de quienes aún no nacieron, como se empeñan en defender únicamente sectores del cristianismo. La vida de la infancia desnutrida, en situación de calle, en riesgo de consumo de drogas, analfabeta, explotada laboralmente y sexualmente tiene el mismo valor incondicional e innegociable y la Iglesia está obligada a defender. La vida de la adolescencia que ni estudia ni trabaja, que se le pone la etiqueta de “menores peligrosos”, que consume pasta base y otras drogas, que tiene una práctica irresponsable de su sexualidad, que desafía la autoridad adulta, que se enfrenta a situaciones complejas de tener que definir su orientación sexual, que acaba perdiendo el sentido de la vida y llegando a intentos de suicidio y al suicidio mismo, tiene el mismo valor incondicional e innegociable y la Iglesia está obligada a defender. La vida de las mujeres en situación de violencia de género, de las mujeres trans, de las trabajadoras sexuales, de las que son víctimas de la trata de blancas, de las que se divorcian, de las que abortan y son juzgadas moralmente y condenadas sin saber las circunstancias que las llevan a tales decisiones, tienen el mismo valor incondicional e innegociable y la Iglesia está obligada a defender; y así, el derecho de toda la humanidad a vivir con dignidad.

Quiera Dios que esta Navidad, no nos quedemos limitados a la celebración familiar de comer y beber, de tirar cohetes y esperar las próximas fiestas para repetir nuestra mediocridad.

Quiera Dios que esta Navidad, no nos quedemos admirando el pesebre que armamos en casa o en el templo porque sería un simple acto de idolatría contemplar y adorar imágenes construidas por manos humanas.

Quiera Dios que esta Navidad, tengamos el valor de romper con la mediocridad cristiana y asumamos la misión que nos dejó Jesucristo, de construir otra civilización humana, basada en la paz con justicia (Lc 4,18-21; 7,22).

Feliz Navidad.
Dios bendiga a cada una y uno de ustedes
+Julio, Obispo de la IADC

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