Hacia una eclesiología del discipulado.
12 38Jesús decía en su
enseñanza: “Cuídense de los maestros de la ley, pues les gusta andar con ropas
largas y que los saluden con todo respeto en las plazas. 39Buscan
los asientos de honor en las sinagogas y los mejores lugares en las comidas;
40y despojan de sus bienes a las viudas, y para disimularlo hacen largas
oraciones. Ellos recibirán mayor castigo.”
41Jesús estaba una
vez sentado frente a los cofres de las ofrendas, mirando cómo la gente echaba
dinero en ellos. Muchos ricos echaban mucho dinero. 42En esto llegó
una viuda pobre, y echó en uno de los cofres dos moneditas de cobre, de muy
poco valor. 43Entonces Jesús llamó a sus discípulos, y les dijo:
—Les aseguro que esta viuda pobre ha dado más que todos los otros que echan
dinero en los cofres; 44pues todos dan de lo que les sobra, pero
ella, en su pobreza, ha dado todo lo que tenía para vivir” (Marcos 12,38-44
versión Biblia de Estudio Dios Habla Hoy).
El relato evangélico
de hoy nos propone dos escenas. En la primera, Jesús critica a las autoridades
religiosas por su hipocresía, en la segunda, Jesús pone como ejemplo a una
viuda pobre. Ambas escenas son comunes a Lucas (11,37–54; 20,45–47; 21,1–4) y la primera común a
Mateo (23.1–36).
1.
El texto en su contexto:
En la primera escena
Jesús lanza una crítica contra los Maestros de la Ley.
Les acusa de
ostentación (versículo 38) porque los judíos piadosos usaban filacterias, unas
pequeñas cajitas de piel que se ataban en la frente y en el brazo izquierdo a
la hora de la oración y contenían en su interior pasajes especiales del Antiguo
Testamento, esto lo hacían en cumplimiento estricto y literal del mandato de
bíblico:
-
Y, como si tuvieran ustedes una marca en el brazo o
en la frente, esto les hará recordar que siempre deben hablar de la ley del
Señor, pues él los sacó de Egipto con gran poder (Éxodo 13,6);
-
Lleva estos mandamientos atados en tu mano y en tu
frente como señales, y escríbelos también en los postes y en las
puertas de tu casa (Deuteronomio 6,8-9);
-
Grábense estas palabras en la mente y en el
pensamiento; átenlas como señales en sus manos y en su frente (Deuteronomio
11,18).
Les acusa de buscar
los lugares de honor (versículo 39) porque los Maestros de la Ley buscando los
asientos que estaban al frente de la congregación (Mateo 23,6; Lucas 14,7;
20,46).
Les acusa, citando al
profeta Isaías de despojar de sus bienes a las personas vulneradas en sus
derechos y su dignidad (versículo 40):
-
¡Ay de ustedes, que dictan leyes injustas y publican
decretos intolerables, que no hacen justicia a los débiles ni reconocen los
derechos de los pobres de mi pueblo, que explotan a las viudas y roban a los
huérfanos! (10,1-2).
En la segunda escena
Jesús resalta la generosidad de la viuda pobre.
El Templo de
Jerusalén tenía 13 cofres donde la gente realizaba sus ofrendas. Jesús estaba
sentado frente a ellos (versículo 41). Los ricos hacían ofrendas importantes
mientras que una viuda pobre, apenas ofrendó dos monedas insignificantes. El
texto original dice que las monedas eran “leptón”, la moneda griega más pequeña
y de menor valor, estas dos monedas equivalen a 1/64 del denario, la moneda
romana que equivalía a un jornal de trabajo.
Es importante tener
claro que en el contexto de Jesús, esta persona se encontraba en una situación
de triple exclusión:
-
era
mujer, de acuerdo a la ley y la tradición judía necesitaba de un hombre (padre,
marido, hermano) que velara por ella;
-
era
viuda, de acuerdo a la ley y la tradición judía, estaba en situación de
vulnerabilidad social;
-
era
pobre, de acuerdo a la tradición judía estaba en situación de discriminación y
opresión.
Esta persona: mujer,
viuda y pobre es puesta por Jesús como ejemplo, por ofrendar de lo que
necesitaba para sobrevivir, frente a los ricos y poderosos que ofrendaban de lo
que les sobraba.
2.
El texto en nuestro contexto:
La primera escena nos
enfrenta a una realidad eclesial que no hemos podido superar de la Iglesia
medieval: el poder, las vestimentas ostentosas que llamamos ornamentos sagrados,
de los títulos honoríficos.
La segunda escena nos
enfrenta a otra realidad eclesial que no hemos logrado entender: los bienes son
para compartir, continuamos ofrendando
de lo que nos sobra sin llegar a compartir con quienes necesitan. La generosidad,
la solidaridad, la justicia la debemos ejercer todas las personas, sin embargo,
quienes menos tienen son quienes más comparten.
Y el tener no se
refiere únicamente a bienes económicos. Los grupos en situación de
discriminación y exclusión, vulnerados en sus derechos y su dignidad, por su
condición de género, de orientación sexual, a partir de su situación han puesto
sus recursos en común y se han organizado, ejerciendo solidaridad para luchar
por la inclusión social, cultural y religiosa.
El relato evangélico
de este domingo nos desafía a construir una eclesiología del discipulado,
dejando atrás tradiciones que nos limitan y nos oprimen, asumiendo el camino de
Jesús, comprometido con un Dios liberador e inclusivo que comunica vida
abundante a todas las personas, pero especialmente a las oprimidas,
discriminadas, excluidas, vulneradas en sus derechos y su dignidad.
Buena semana a todos
y todas.
+ Julio
32ª domingo del
Tiempo de la Iglesia.
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