¿Cercanos al Reino o dentro del Reino?
En
Diversidad Cristiana, aceptamos e incluimos a la comunidad eclesial, a todas
las personas, pero tenemos una opción preferencial por quienes son vulneradas
en sus derechos y su dignidad, por la sociedad y la cultura contemporánea, y especialmente
por otras comunidades de fe
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28Al ver que Jesús les había
contestado bien, uno de los maestros de la ley, que los había oído discutir, se
acercó a él y le preguntó: —¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?
29Jesús le contestó: —El primer mandamiento de todos
es: ‘Oye, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor. 30Ama al
Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con
todas tus fuerzas.’ 31Pero hay un segundo: ‘Ama a tu prójimo como a
ti mismo.’ Ningún mandamiento es más importante que estos.
32El maestro de la ley le dijo: —Muy bien, Maestro. Es
verdad lo que dices: hay un solo Dios, y no hay otro fuera de él. 33Y
amar a Dios con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todas las
fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos
y todos los sacrificios que se queman en el altar.
34Al ver Jesús que el maestro de la ley había
contestado con buen sentido, le dijo: —No estás lejos del reino de Dios. Y ya
nadie se atrevía a hacerle más preguntas” (Marcos 12,28-34 versión Biblia de Estudio Dios Habla Hoy).
1.
El texto en su contexto.
El
relato evangélico sitúa a Jesús en Jerusalén (Marcos 11,15) en un escenario de
enfrentamiento con las autoridades civiles y religiosas: en 11,15-19 expulsa a
los vendedores y cambistas del Templo; en 11,27-33 se enfrenta a los jefes de
los sacerdotes, los maestros de la ley y los ancianos en torno a la figura y el
rol de Juan el Bautista; en 12,1-12 Jesús compara a las autoridades civiles y
religiosas con asesinos; en 12,13-17 los fariseos para ponerle a prueba y tener
de qué acusarle interrogan a Jesús sobre el pago de impuestos; en 12,18-27 los
saduceos, el partido al que pertenecían los jefes de los sacerdotes, para
ponerle a prueba y tener de qué acusarle interrogan a Jesús sobre la
resurrección de los muertos; en el relato de hoy un maestro de la ley interroga
a Jesús sobre el mandamiento más importante.
En
la tradición judía era muy importante el cumplimiento de los mandamientos.
Según algunos maestros de la ley éstos eran 613. Entonces era importante saber
cuál o cuáles eran los más importantes.
Jesús
responde al maestro de la ley con el Semá (Deuteronomio 6,4-5), la oración que
a diario recitaba el pueblo judío:
Oye, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor. 5“Ama
al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.
6“Grábate en la mente todas las cosas que hoy te he dicho, 7y
enséñaselas continuamente a tus hijos; háblales de ellas, tanto en tu casa como
en el camino, y cuando te acuestes y cuando te levantes. 8Lleva
estos mandamientos atados en tu mano y en tu frente como señales, 9y
escríbelos también en los postes y en las puertas de tu casa.
A
través de esta oración, el pueblo judío profesaba a diario su fe. Los judíos
piadosos la recitaban dos veces al día. Para resaltar su importancia, los
caracteres del comienzo y final del versículo 4 están escritos con un trazo más
grueso.
“El Señor nuestro Dios es el único Señor”
que podría traducirse también como “el
Señor es uno” tiene dos interpretaciones. Por un lado, afirma que el Señor
es el único Dios de Israel y por tanto exige de su pueblo, adoración y amor
exclusivos. Por otro lado, afirma la unidad del Señor, no está dividido sino
que es siempre uno y el mismo en su ser y en su obrar.
“Ama al Señor tu Dios” es mucho más que un mero sentimiento
o una emoción interior. Es la respuesta a un Pacto – Alianza de Amor. Así como
el Señor manifestó su amor liberando a Israel de la esclavitud en Egipto
(Deuteronomio 4,37; 7,8); así Israel debe manifestar su amor cumpliendo los
mandamientos del Señor (Deuteronomio 11,1; 13,22).
“Con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu
mente y con todas tus fuerzas” Deuteronomio, no asocia esta
expresión únicamente al verbo amar (10,12;
30,6) sino también a los verbos: buscar
(4,29), obedecer (30,10), volver (30,2), cumplir (26,16). Estos verbos, explican la forma que debe
entenderse y asumirse al amor al Señor como respuesta al amor que El manifestó
primero.
Para Israel,
como para Jesús, éste es el gran mandamiento. Sin embargo, Jesús no desperdicia
la oportunidad de confirmar nuevamente su enseñanza: el amor a Dios está
íntimamente ligado al amor al prójimo. Entonces continúa diciendo al maestro de
la ley: “Pero hay un segundo: ‘Ama a tu
prójimo como a ti mismo.’ Ningún mandamiento es más importante que estos”
(versículo 31 cf. Levítico 19,18).
El Levítico,
con este mandamiento, finaliza la serie de preceptos destinados a promover en
el pueblo de Israel: la solidaridad, la honestidad, la justicia entre los
miembros de la comunidad. La palabra hebrea que se traduce por prójimo, designa la persona, que no es
del círculo familiar, con la que no se tiene parentesco, pero se tiene una
relación de proximidad. La tradición judía entendía y enseñaba que prójimo era
únicamente un miembro del pueblo judío o extranjeros residentes (Deuteronomio 10.18-19).
Sin embargo, para Jesús y las comunidades de la antigüedad, el mandamiento
tenía un alcance universal (Mt 22,39; Mc 12,31; Lc 10,27; Rom 13,9; Gal 5,14;
Stg 2,8).
El maestro
de la ley que interrogó a Jesús finaliza confirmando las palabras de Jesús,
haciéndose eco de las enseñanzas de Deuteronomio 4,35; Isaías 45,21 y Oseas 6,6.
El relato
finaliza con la afirmación de Jesús “No
estás lejos del reino de Dios” (versículo 34).
2.
El texto en nuestro contexto.
Las
Iglesias enfrentamos dos grandes desafíos.
El
primero, olvidar que el amor a Dios y el amor al prójimo son los dos
mandamientos que nos acercan al Reino. A lo largo de dos mil años de
cristianismo, hemos ido agregando preceptos, cánones y normativas,
asemejándonos al pueblo judío que contaba con 613 mandamientos y tenía
dificultades para identificar cuáles eran los más importantes.
El
segundo, limitar nuestro estatus de “prójimo” a los miembros de la Iglesia, de
la congregación o de la comunidad, asemejándonos a las prácticas del pueblo de
Israel. Recordemos este mismo relato en el Evangelio de Lucas (10,25-37). Los
versículos 25 a 29 coinciden con Marcos; pero Lucas realiza un agregado, los
versículos 29 a 35 pone en boca de Jesús la parábola del buen samaritano, y en
36 – 37 la enseñanza sobre quién es nuestro prójimo.
Notemos que
en el Evangelio de Marcos, Jesús no le dice al maestro de la ley “eres parte del reino de Dios” o “lo que dices te hace parte del reino de
Dios”, sino simplemente “no estás
lejos del Reino”. Y es que en realidad, faltaba algo para que el maestro de
la ley fuera parte del reino: el amor incondicional e inclusivo (Hechos 10,34).
Las iglesias
podemos optar por el estatus de “estar cercanas al Reino” o “estar dentro del
Reino”. La diferencia la marca nuestra práctica del amor incondicional e inclusivo
que enseñan Jesús en la parábola del buen samaritano. No es suficiente amar a
las personas por ser parte de nuestras familias, de nuestro círculo de
amistades, de nuestro entorno eclesial, laboral o estudiantil, o porque responden
a las expectativas de la sociedad y la cultura en la que nos movemos. Esta
práctica nos acerca al Reino pero no nos hace parte, no nos hace miembros
plenos. Solamente, cuando las iglesias seamos capaces de amar e incluir a todas
las personas, siguiendo el ejemplo divino (Hechos 10,34) seremos parte del Reino
y tendremos membrecía plena.
Por eso, en
Diversidad Cristiana, aceptamos e incluimos a la comunidad eclesial, a todas
las personas, pero tenemos una opción preferencial por quienes son vulneradas
en sus derechos y su dignidad, por la sociedad y la cultura contemporánea, y especialmente
por otras comunidades de fe.
Buena semana
para todas y todos.
+ Julio.
Semana 31ª
del Tiempo de la Iglesia.
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