La justicia de Dios revelada por Jesucristo es un escándalo para el sistema religioso

Domingo séptimo del Tiempo de la Iglesia.

La justicia de Dios, revelada por Jesucristo, 
es un escándalo para el sistema religioso.



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1Algunos días después, Jesús volvió a entrar en Cafarnaúm. En cuanto se supo que estaba en casa, 2se juntó tanta gente que ni siquiera cabían frente a la puerta; y él les anunciaba el mensaje. 3Entonces, entre cuatro, le llevaron un paralítico. 4Pero como había mucha gente y no podían acercarlo hasta Jesús, quitaron parte del techo de la casa donde él estaba, y por la abertura bajaron al enfermo en la camilla en que estaba acostado. 5Cuando Jesús vio la fe que tenían, le dijo al enfermo: —Hijo mío, tus pecados quedan perdonados.

6Algunos maestros de la ley que estaban allí sentados, pensaron: 7“¿Cómo se atreve este a hablar así? Sus palabras son una ofensa contra Dios. Solo Dios puede perdonar pecados.”

8Pero Jesús en seguida se dio cuenta de lo que estaban pensando, y les preguntó: —¿Por qué piensan ustedes así? 9¿Qué es más fácil, decirle al paralítico: ‘Tus pecados quedan perdonados’, o decirle: ‘Levántate, toma tu camilla y anda’? 10Pues voy a demostrarles que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados. Entonces le dijo al paralítico: 11—A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. 12El enfermo se levantó en el acto, y tomando su camilla salió de allí, a la vista de todos. Por esto, todos se admiraron y alabaron a Dios, diciendo: —Nunca hemos visto una cosa así” (Marcos 2,1-12 versión Biblia de Estudio Dios Habla Hoy).



1-    Contexto geográfico, político – religioso y socio – económico donde se desarrollan las escenas:

El Evangelio de Marcos, continúa situando a Jesús en el territorio del norte, en Galilea, a orillas del lago. En semanas anteriores hemos explicado, que Galilea era, en los evangelios pero fundamentalmente en Marcos, el lugar teológico de las personas discriminadas, excluidas, vulneradas en sus derechos y su dignidad.


2-    Contenidos de la escena del Evangelio:

En ese contexto geográfico, político – religioso y socio – económico, se desarrolla este episodio, donde Jesús perdona y sana a un hombre paralitico.

Hemos dividió el texto bíblico en tres escenas.

La primera escena, nos ubica en el contexto inmediato:

Algunos días después, Jesús volvió a entrar en Cafarnaúm” (versículo 1). Recordemos que Jesús no podía entrar a lugares poblados y tenía que quedarse en sitios solitarios luego de la curación del hombre con lepra (Mc 1,40-45).

“Se juntó tanta gente que ni siquiera cabían frente a la puerta; y él les anunciaba el mensaje” (versículo 2). Se ha vuelto una constante la multitud siguiendo a Jesús. Después de la curación de la suegra de Pedro la multitud llegó a él con personas enfermas (Mc 1,33). Después de la curación del hombre con lepra la multitud acudía a él a los lugares solitarios (Mc 1,45). En este episodio, nuevamente la gente se convoca, probablemente en casa de Pedro, para estar con Jesús. Dos cosas haría que la gente le buscara, la primera su enseñanza, Mc  1,22 dice: “toda la gente quedó impresionada con su enseñanza, porque él no enseñaba como los maestros de la ley, sino como alguien que tenía autoridad”. Además, la enseñanza de Jesús generaba mucha expectativa en el pueblo, dado el contexto político – religioso y socio – económico en que se encontraba: “Ha llegado el momento, el reino de Dios está cerca” (Mc 1,15); la segunda sus acciones: Jesús devolvía dignidad a las personas: liberó al endemoniado en la sinagoga, restableció la salud de la suegra de Pedro, limpió e incluyó al hombre con lepra. Jesús tiene autoridad porque su enseñanza va acompañada de obras.

“Entre cuatro, le llevaron un paralítico. Pero como había mucha gente y no podían acercarlo hasta Jesús, quitaron parte del techo de la casa donde él estaba, y por la abertura bajaron al enfermo en la camilla en que estaba acostado” (versículos 3 y 4). Estos dos versículos presentan tres acciones diferentes:

-       El hombre paralizado se presenta en una postura totalmente pasiva: entre cuatro personas le llevan hasta Jesús, no hay palabras de por medio, el hombre estaba acostado en la camilla.

-       La gente que estaba escuchando a Jesús obstaculizaban el acceso del hombre paralizado y de quienes le traían.

-       Las cuatro personas se presentan en una postura activa: conducen al hombre paralizado, no se detienen frente al obstáculo del acceso, buscan alternativas; el texto dice que lo entraron por el techo.

Tengamos en cuenta, que en aquella época, las casas no eran muy grandes, se construían con una escalera exterior que conducía a la terraza (Dt 22,8) y por el clima los techos eran livianos, ramas y algo de barro, por lo tanto fue relativamente fácil desplazar al hombre paralizado hasta Jesús.

“Cuando Jesús vio la fe que tenían, le dijo al enfermo: —Hijo mío, tus pecados quedan perdonados” (versículo 5). Recordemos que domingos atrás hemos explicado que para el judaísmo, la enfermedad era consecuencia del pecado (Mc 5,2-16, Lc 7,21; Hch 19,12). Este versículo tiene dos elementos importantes, lo que Jesús ve: la fe que tenían, no una fe de sistema de creencias sino una fe práctica, lo cargaron y lo condujeron a Jesús; y lo que Jesús dice: “tus pecados quedan perdonados” ,es decir, Dios no los valora, no los tiene en cuenta, los pasa por alto, no les hace caso. En este sistema de creencias, Jesús ataca la causa y no la consecuencia del problema que paralizaba al hombre.

Hasta aquí la primer escena; en la segunda:

“Algunos maestros de la ley que estaban allí sentados, pensaron: “¿Cómo se atreve este a hablar así? Sus palabras son una ofensa contra Dios. Solo Dios puede perdonar pecados.” (versículos 6 y 7). Marcos establece una diferencia sustancial entre, la gente que se amontonaba para escuchar a Jesús y los maestros de la ley que estaban sentados escuchando a Jesús. Los ubica en un lugar de poder y Jesús volvió a escandalizarlos, atribuyéndose un rol, que según las doctrinas del judaísmo correspondía a Dios. Nuevamente Jesús restituye la dignidad de las personas vulnerada por el sistema religioso (Lc 5,17-26; Jn 9,1-7) y eso lo enfrenta al poder del Templo.

En la tercer escena, Jesús enfrenta a los maestros de la ley: “¿Qué es más fácil, decirle al paralítico: ‘Tus pecados quedan perdonados’, o decirle: ‘Levántate, toma tu camilla y anda’? Pues voy a demostrarles que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados. Entonces le dijo al paralítico: —A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa” (versículos 9 al 11). En estas palabras de Jesús, también se enfrentan otras muchas cosas: el lugar de lo sagrado y de lo profano ya que la escena se desarrolla en una casa y no en el Templo; el rol de los “ministros de Dios” que administraban la Ley y el Templo y el rol de los ministros carismáticos que surgen del pueblo, Jesús no pertenecía a la clase sacerdotal ni era maestro de la Ley; la doctrina sobre el pecado y la justicia divina del sistema religioso y la buena noticia de Jesús; la justicia imparcial atribuida a Dios por el sistema de creencias y la justicia parcial y partidaria de Dios Amor que nos revelada Jesús.

El binomio enfermedad – pecado siempre van juntos en la doctrina del sistema religioso. El binomio curación y perdón siempre van juntos en la Buena Noticia que anuncia Jesús. Frente al rostro de Dios, juez y castigador que presentaba el sistema religioso, Jesús revela el rostro amoroso de Dios que acepta incondicionalmente a todas las personas.

La escena finaliza con que “el enfermo se levantó en el acto, y tomando su camilla salió de allí, a la vista de todos. Por esto, todos se admiraron y alabaron a Dios, diciendo: —Nunca hemos visto una cosa así” (versículo 12). La actitud del hombre que estaba enfermo y fue sanado es la confirmación de lo que Jesús venía exponiendo hasta el momento. Eso es lo que causa admiración en las y los presentes: su enseñanza va acompañada de actos de liberación y de dignificación de las personas.


3-    El mensaje aquí y ahora:

Tres reflexiones:

En primer lugar, las comunidades cristianas estamos llamadas a actuar como esas cuatro personas que condujeron al paralítico hasta Jesús. Nuestra fe no puede ni debe ser una fe estrictamente religiosa, esto es creer en un conjunto de dogmas, doctrinas, enseñanzas ni tampoco estrictamente cúltica, esto es participar de la liturgia, las celebraciones, los cultos. La fe que requiere Jesús es sus discípulos y discípulas es una fe comprometida, una fe que se manifiesta a través de la praxis. Y aquí no estoy poniendo la eterna discusión católico – protestante: sobre la fe y obras, basada en la doctrina de los apóstoles; aquí estoy siguiendo la radicalidad de Jesús y digo que la manifestación del Reino, aquí y ahora, es la participación activa en la liberación integral de las personas vulneradas en sus derechos y su dignidad.  La fe de las comunidades cristianas se manifiesta en la expresión solidaria con las personas discriminadas y excluidas.

Y las personas discriminadas y excluidas, vulneradas en sus derechos y su dignidad, son todas aquellas que los actuales sistemas sociales, culturales y religiosos expulsan por acción y omisión; que como el hombre paralítico necesitan necesariamente de la intervención de otras y otros para liberarse, empoderarse y dignificarse.

En segundo lugar, las comunidades cristianas podríamos estar actuando como la gente que escuchaba a Jesús, lo escuchaba, pero impedía que otros y otras llegaran a él, tal es el caso del hombre paralítico y sus acompañantes. Estamos llamadas a revisar permanentemente nuestro sistema de creencias, si ellos liberan a las personas y convoca a quienes están en situación de discriminación, exclusión y vulneración de sus derechos, entonces y solo entonces, nuestro sistema de creencias tiene su fundamento en el evangelio de Jesucristo; pero, si por el contrario discrimina, excluye, margina, victimiza, oprime, tengamos la certeza que nos hemos apartado de la Buena Notica que Jesucristo, el Señor nos reveló.

En tercer lugar, y no por ello menos importante, las comunidades cristianas corremos el riesgo de creernos únicas destinatarias del perdón. Y, el Dios revelado por Jesucristo, es mayor que nuestro sistema de creencias, nuestros dogmas y nuestras doctrinas; y no tiene en cuenta el pecado sino el amor en cuanto expresión de justicia y solidaridad. La justicia humana es imparcial, pero Jesús nos ha revelado un Dios cuya justicia siempre es parcial, tomando partido por quienes están en situación de discriminación y exclusión. Esto puede resultarnos injusto y hasta escandaloso, como le sucedió a los maestros de la ley, sin embargo, es estrictamente evangélico.

Buena semana para todas y todos.
+Julio.

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