El juicio a la sociedad, la cultura y la religión

Mensaje semanal.

“Al salir, Jesús vio a su paso a un hombre que había nacido ciego. Sus discípulos le preguntaron: —Maestro, ¿por qué nació ciego este hombre? ¿Por el pecado de sus padres, o por su propio pecado? Jesús les contestó: —Ni por su propio pecado ni por el de sus padres; fue más bien para que en él se demuestre lo que Dios puede hacer. Mientras es de día, tenemos que hacer el trabajo del que me envió; pues viene la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en este mundo, soy la luz del mundo.

Después de haber dicho esto, Jesús escupió en el suelo, hizo con la saliva un poco de lodo y se lo untó al ciego en los ojos. Luego le dijo: —Ve a lavarte al estanque de Siloé (que significa: “Enviado”). El ciego fue y se lavó, y cuando regresó ya podía ver. Los vecinos y los que antes lo habían visto pedir limosna se preguntaban: —¿No es este el que se sentaba a pedir limosna? Unos decían: —Sí, es él. Otros decían: —No, no es él, aunque se le parece. Pero él mismo decía: —Sí, yo soy. Entonces le preguntaron: —¿Y cómo es que ahora puedes ver?. Él les contestó: —Ese hombre que se llama Jesús hizo lodo, me lo untó en los ojos, y me dijo: ‘Ve al estanque de Siloé, y lávate.’ Yo fui, y en cuanto me lavé, pude ver. Entonces le preguntaron: —¿Dónde está ese hombre?. Y él les dijo: —No lo sé.

El día en que Jesús hizo el lodo y devolvió la vista al ciego era sábado. Por eso llevaron ante los fariseos al que había sido ciego, y ellos le preguntaron cómo era que ya podía ver. Y él les contestó: —Me puso lodo en los ojos, me lavé, y ahora veo. Algunos fariseos dijeron: —El que hizo esto no puede ser de Dios, porque no respeta el sábado. Pero otros decían: —¿Cómo puede hacer estas señales milagrosas, si es pecador? De manera que hubo división entre ellos, y volvieron a preguntarle al que antes era ciego: —Puesto que te ha dado la vista, ¿qué dices de él? Él contestó: —Yo digo que es un profeta.

Pero los judíos no quisieron creer que había sido ciego y que ahora podía ver, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: —¿Es este su hijo? ¿Declaran ustedes que nació ciego? ¿Cómo es que ahora puede ver? Sus padres contestaron: —Sabemos que este es nuestro hijo, y que nació ciego; pero no sabemos cómo es que ahora puede ver, ni tampoco sabemos quién le dio la vista. Pregúntenselo a él; ya es mayor de edad, y él mismo puede darles razón. Sus padres dijeron esto por miedo, pues los judíos se habían puesto de acuerdo para expulsar de la sinagoga a cualquiera que reconociera que Jesús era el Mesías. Por eso dijeron sus padres: “Pregúntenselo a él, que ya es mayor de edad.”

Los judíos volvieron a llamar al que había sido ciego, y le dijeron: —Dinos la verdad delante de Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es pecador. Él les contestó: —Si es pecador, no lo sé. Lo que sí sé es que yo era ciego y ahora veo. Volvieron a preguntarle: —¿Qué te hizo? ¿Qué hizo para darte la vista? Les contestó: —Ya se lo he dicho, pero no me hacen caso. ¿Por qué quieren que se lo repita? ¿Es que también ustedes quieren seguirlo? Entonces lo insultaron, y le dijeron: —Tú serás discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés. Y sabemos que Dios le habló a Moisés, pero de ese no sabemos ni siquiera de dónde ha salido. El hombre les contestó: —¡Qué cosa tan rara! Ustedes no saben de dónde ha salido, y en cambio a mí me ha dado la vista. Bien sabemos que Dios no escucha a los pecadores; solamente escucha a los que lo adoran y hacen su voluntad. Nunca se ha oído decir de nadie que diera la vista a una persona que nació ciega. Si este hombre no viniera de Dios, no podría hacer nada. Le dijeron entonces: —Tú, que naciste lleno de pecado, ¿quieres darnos lecciones a nosotros? Y lo expulsaron de la sinagoga.

Jesús oyó decir que habían expulsado al ciego; y cuando se encontró con él, le preguntó: —¿Crees tú en el Hijo del hombre? Él le dijo: —Señor, dime quién es, para que yo crea en él. Jesús le contestó: —Ya lo has visto: soy yo, con quien estás hablando. Entonces el hombre se puso de rodillas delante de Jesús, y le dijo: —Creo, Señor. Luego dijo Jesús: —Yo he venido a este mundo para hacer juicio, para que los ciegos vean y para que los que ven se vuelvan ciegos.

Algunos fariseos que estaban con él, al oír esto, le preguntaron: —¿Acaso nosotros también somos ciegos? Jesús les contestó: —Si ustedes fueran ciegos, no tendrían culpa de sus pecados. Pero como dicen que ven, son culpables” (Jn. 9,1-41).


El texto bíblico nos sugiere por lo menos tres lecturas e interpretaciones que podemos estar haciendo de su contenido, dejando de lado el continente, aquello que envuelve el mensaje, que es propio de una época y de una cultura.


Primera lectura e interpretación.

El evangelista presenta una secuencia de situaciones que hacen referencia a un proceso catequético sobre el discipulado:

- Jesús toma la iniciativa de sanar al hombre ciego. Su enfermedad era considerada consecuencia del pecado personal o de sus antecesores. Esa situación de asociación “enfermedad – pecado” lo ponía en un lugar de discriminación dentro de la sociedad. Al devolverle la vista, Jesús le restituye la dignidad, restaura los vínculos con la sociedad y la cultura, le incluye en la comunidad.

- El hombre ciego, en una nueva situación, da testimonio de Jesús. No niega la causa de su sanación, el encuentro con Jesús le cambió la vida. Da testimonia ante el pueblo, que se ve enfrentado por la nueva situación de este hombre el pueblo que representaba a la sociedad y la cultura, dividida frente a la Buena Noticia de Jesús; y da testimonio ante los fariseos que representaban el sistema de creencias religiosas que rechazaban a Jesús y su mensaje.

- El hombre ciego es expulsado de la comunidad de fe por su testimonio. El discipulado implica hacer el mismo camino del Maestro. No pactar con el sistema social y cultural. No pactar con los poderes religiosos. Sino vivir el novedoso desafío de experimentar a Dios en la libertad, en la solidaridad y en la justica aunque eso signifique el rechazo y la persecución.

- Jesús consolida la experiencia de fe del hombre ciego. Solamente el encuentro con Jesús fortalece la vivencia del discipulado. Solamente en el encuentro con él, el ser humano es capaz de adorar a quien, restituyéndole su dignidad y sus derechos incluyéndolo en una comunidad de iguales.


Una segunda lectura e interpretación.

El evangelista nuevamente presenta a Jesús enfrentado al sistema religioso de su tiempo. Un sistema aferrado a la Ley y la Tradición: “Tú serás discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés”.

- Este texto del Evangelio, desafía a las comunidades cristianas a realizar una profunda y seria revisión de su tradición religiosa, en cuanto conjunto de doctrinas y prácticas.

- ¿De quién somos discípulas las comunidades cristianas, de la tradición o de “ese hombre”?

- El seguimiento de Jesús nos exige poner a todo ser humano, pero especialmente a quienes están vulnerados en sus derechos y su dignidad, por encima de todo.

Un sistema que discrimina y expulsa a quienes piensan diferente: “Tú, que naciste lleno de pecado, ¿quieres darnos lecciones a nosotros? Y lo expulsaron de la sinagoga”.

- El texto del Evangelio, desafía a las comunidades cristianas a ponerse en diálogo con una sociedad y una cultura que ha vivido profundas transformaciones, que no es la misma en la que surgieron el conjunto de doctrinas, prácticas y ritos que constituyen la tradición.

- Los tiempos modernos y postmodernos, exigen responder con el lenguaje actual a los desafíos actuales. En tiempos de Jesús, el sistema religioso creía que la enfermedad era consecuencia del pecado personal o familiar. Jesús no tuvo el menor reparo en cuestionar esa creencia de su tradición religiosa. En tiempos de Jesús, el sistema religioso exigía que el sábado, día de descanso sagrado, destinado a Dios, se cumpliera estrictamente. Jesús rompió más de una vez, la norma sagrada del descanso sabático. Jesús puso al ser humano por encima de la norma, de la doctrina, de la tradición, de la Ley.

- Desde la Iglesia de Jesús, no podemos seguir respondiendo con fórmulas anacrónicas, no es suficiente explicar lo que no se entiende, es necesario buscar palabras, gestos, ritos que sean entendibles por el hombre y la mujer del siglo XXI, aunque eso signifique dejar de lado parto o toda la tradición, porque en realidad, estaremos siguiendo con una creatividad fiel al Evangelio, el ejemplo de Jesús. De lo contrario, continuaremos etiquetando, discriminando y excluyendo a todas las personas o grupos que piensen diferente a nuestras tradiciones.

Una tercera lectura e interpretación.

La comunidad mesiánica está integrada por personas discriminadas, excluidas y vulneradas en sus derechos y dignidades por el sistema social, cultural y religioso.

Jesús durante su ministerio, fue formando un movimiento que al cabo de varios siglos después concluyó con la creación de la Iglesia. En ese movimiento incluyó todas las personas que en su época eran discriminadas y excluidas de la comunidad de fe: cobradores de impuestos, pobres, mujeres, pecador@s, enferm@s, prostitutas, pescadores …

Las comunidades cristianas, estamos llamadas a continuar la tarea inclusiva de Jesús de Nazaret. ¿Quiénes son, en nuestro tiempo, las personas discriminadas y excluidas por líderes religiosos, por quienes se aferran a la tradición, por quienes ocupan lugares de poder?

Si al mirar al interior de nuestras iglesias no vemos personas empobrecidas, mujeres liderando junto a los hombres, gays, lesbianas, bisexuales, heterosexuales, personas trans, personas con vih y sida, adict@s, con antecedentes penales, viviendo en las calles, trabajador@s sexuales, inmigrantes ilegales, ancian@s institucionalizad@s … entonces es que todavía no somos la comunidad mesiánica, la Iglesia de Jesús.


A manera de conclusión.

El Evangelio de hoy presenta a Jesús diciendo: “Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo” – “Yo he venido a este mundo para hacer juicio”.

Las comunidades cristianas necesitamos encontrarnos urgentemente con Jesús para cumplir con nuestra misión “ser luz para el mundo”. Este encuentro se da únicamente en el servicio y en la solidaridad a aquellas personas que son el sacramento por excelencia de Jesús (Mt. 25,31).

La experiencia de fe, vivida en servicio y solidaridad a las personas discriminada y excluidas es el juicio divino a la sociedad, la cultura y la religión, porque la justicia de Dios siempre toma partido por las personas que son víctimas del sistema.

Buena semana para todos y todas.
+ Julio.

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