Las mujeres en el Evangelio de Marcos

Estudio Bíblico realizado por el Obispo Julio (2010) comparando el discipulado masculino y femenino.


Las mujeres en el Evangelio de Marcos.


La lectura continuada y repetida del Evangelio de Marcos, aporta una visión diferente de la que generalmente tenemos. Generalmente, tendemos a creer que es un relato donde Jesús se enfrenta a los poderes políticos y religiosos siendo detenido, enjuiciado, torturado, condenado y ejecutado. Y ciertamente así es. Pero, luego de una lectura continuada y repetida, comienzan a aparecer otros temas. Entre ellos, la presencia de las mujeres en la Iglesia primitiva. Su rol de liderazgo. Su mayor comprensión del mensaje de Jesús comparadas con los varones. Su proceso de invisibilización por una cultura patriarcal y machista que puso por escrito los dichos y hechos de Jesús y de la Iglesia Primiriva. Una cultura a la que Jesús enfrentó, aunque fue derrotado por ella. Hasta tal punto, que dos mil años después, tenemos una iglesia que tomó y repitió lo peor de la cultura donde Jesús vivió, dejando a las mujeres en el lugar de discriminación y exclusión en que Jesús las encontró y las sacó,

 
1) Presentación Breve del Tema

La propuesta de este Estudio Comparativo es realizar una lectura alternativa, o tal vez subversiva, de diferentes textos bíblicos. Si bien Marcos asigna un lugar significativo a las discípulas mujeres no deja de situarlas en un rol secundario en relación a los discípulos hombres.

Sin embargo, una lectura “contra cultural” del Evangelio de Marcos, es decir, desde “la resistencia” en clave “jesusiana y no cristiana” (1) permite una comprensión diferente de lo que hasta el momento parecía obvio.

Desde esta perspectiva, las discípulas mujeres pueden ser vistas, como el verdadero modelo de discipulado a seguir, en contraposición a los discípulos hombres que no lograron comprender el mensaje ni la persona de Jesús.

Hasta pareciera que Jesús, adopta actitudes que en su sociedad y su cultura era propias de las mujeres, a la hora de proponer el seguimiento a su persona y su proyecto, como la demuestran los textos seleccionados para este trabajo.


2) Presentación de los textos bíblicos elegidos y comentario a cada uno.

2.1. Jesús el servidor (Mc. 10,45).

Hombres:

“Llegaron a la ciudad de Cafarnaúm. Cuando ya estaban en casa, Jesús les preguntó: —¿Qué venían discutiendo ustedes por el camino? Pero se quedaron callados, porque en el camino habían discutido quién de ellos era el más importante. Entonces Jesús se sentó, llamó a los doce y les dijo: —Si alguien quiere ser el primero, deberá ser el último de todos, y servirlos a todos” (9,33-35; cf. 10,35-44).

Mujeres:

“Cuando salieron de la sinagoga, Jesús fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama, con fiebre. Se lo dijeron a Jesús, y él se acercó, y tomándola de la mano la levantó; al momento se le quitó la fiebre y comenzó a atenderlos” (Mc. 1,29-31).

Comentario:

Expresamente en dos textos Marcos pone a los discípulos disputándose el poder (9,33-35 y 10,35-44). En ambos casos Jesús presenta el servicio como la actitud que deben tener sus seguidores. A pesar de las enseñanzas de Jesús a través de palabras y actos, los discípulos no lograban comprender el significado del seguimiento. Sin embargo, la suegra de Pedro, una vez “levantada” (vv 31), es decir, restituida en su dignidad, incluida en la comunidad, comenzó a servir naturalmente, siguiendo el ejemplo de Jesús.


2.2. Jesús el Siervo de Yavé: discriminado, victimizado y excluido (Mc. 8,31).

Hombres:

“Un hombre enfermo de lepra se acercó a Jesús, y poniéndose de rodillas le dijo: —Si quieres, puedes limpiarme de mi enfermedad. Jesús tuvo compasión de él; lo tocó con la mano y dijo: —Quiero. ¡Queda limpio! Al momento se le quitó la lepra al enfermo, y quedó limpio. Jesús lo despidió en seguida, y le recomendó mucho: —Mira, no se lo digas a nadie; solamente ve y preséntate al sacerdote, y lleva, por tu purificación, la ofrenda que ordenó Moisés, para que conste ante los sacerdotes.Pero el hombre se fue y comenzó a contar a todos lo que había pasado. Por eso Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo, sino que se quedaba fuera, en lugares donde no había gente; pero de todas partes acudían a verlo” (Mc. 1,40-45; cf. 10,46-52).

Mujeres:

“Entre la multitud había una mujer que desde hacía doce años estaba enferma, con derrames de sangre. Había sufrido mucho a manos de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía, sin que le hubiera servido de nada. Al contrario, iba de mal en peor. Cuando oyó hablar de Jesús, esta mujer se le acercó por detrás, entre la gente, y le tocó la capa. Porque pensaba: “Tan solo con que llegue a tocar su capa, quedaré sana.” Al momento, el derrame de sangre se detuvo, y sintió en el cuerpo que ya estaba curada de su enfermedad. Jesús, dándose cuenta de que había salido poder de él, se volvió a mirar a la gente, y preguntó: —¿Quién me ha tocado la ropa?. Sus discípulos le dijeron: —Ves que la gente te oprime por todos lados, y preguntas ‘¿Quién me ha tocado?’ Pero Jesús seguía mirando a su alrededor, para ver quién lo había tocado. Entonces la mujer, temblando de miedo y sabiendo lo que le había pasado, fue y se arrodilló delante de él, y le contó toda la verdad. Jesús le dijo: —Hija, por tu fe has sido sanada. Vete tranquila y curada ya de tu enfermedad” (Mc. 10,25-34).

Comentario:

Resulta interesante y significativo, releer los signos de sanación obrados por Jesús. En unos hay una demanda expresa de la persona enferma (Mc. 1,40; 10,47). En otros, hay personas que median entre Jesús y la persona enferma aunque esta sea adulta (2,1-12; 7,31-37; 8,22-26). Todos estos casos, la persona enferma es un hombre. Sin embargo, la mujer enferma de hemorragias no tuvo quien la presentara y mediara ante Jesús. Probablemente se encontraba en tal estado de indefensión que ni siquiera pudo abrir la boca para suplicar. Simplemente cree y espera. ¿Cuántas veces habrá sufrido humillaciones por ser mujer, por estar enferma y por ser impura? Triplemente discriminada, victimizada y excluida por una sociedad y una cultura que tiene lugar solo para los hombres, los sanos y los puros. A ésta, temerosa y arrodillada, Jesús sana, restituye su pureza que la incluye en la comunidad y envía.

Esta mujer, recorrío el mismo camino de Jesús en su calidad de Siervo de Yavé (Is. 52,13-53-12). Discriminación por su orígen (Mc. 6,1-6). Victimización por parte de las autoridades socio políticas y religiosas (Mc. 2,23-27; 3,1-6.22). Exclusión de la comunidad – pueblo (Mc. 14,1-2.45-15,47).


2.3. Jesús, el que lo da todo (Mc. 10,45)

Hombres:

“Cuando Jesús iba a seguir su viaje, llegó un hombre corriendo, se puso de rodillas delante de él y le preguntó: —Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna? Jesús le contestó: —¿Por qué me llamas bueno? Bueno solamente hay uno: Dios. Ya sabes los mandamientos: ‘No mates, no cometas adulterio, no robes, no digas mentiras en perjuicio de nadie ni engañes; honra a tu padre y a tu madre.’ El hombre le dijo: —Maestro, todo eso lo he cumplido desde joven. Jesús lo miró con cariño, y le contestó: —Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres. Así tendrás riqueza en el cielo. Luego ven y sígueme. El hombre se afligió al oir esto; y se fue triste, porque era muy rico. Jesús miró entonces alrededor, y dijo a sus discípulos: —¡Qué difícil va a ser para los ricos entrar en el reino de Dios!” (Mc. 10,17-23).

Mujeres:

“Jesús estaba una vez sentado frente a los cofres de las ofrendas, mirando cómo la gente echaba dinero en ellos. Muchos ricos echaban mucho dinero. En esto llegó una viuda pobre, y echó en uno de los cofres dos moneditas de cobre, de muy poco valor. Entonces Jesús llamó a sus discípulos, y les dijo: —Les aseguro que esta viuda pobre ha dado más que todos los otros que echan dinero en los cofres; pues todos dan de lo que les sobra, pero ella, en su pobreza, ha dado todo lo que tenía para vivir” (Mc. 12,41-44).

Comentario:

La comparación de estos dos textos marca varias diferencias entre la mujer y el hombre. Ella es viuda y pobre. Su condición de viuda la sitúa en un estado de dependencia por ser mujer. El es hombre y rico. Ella ofrece todo lo que tiene. El se entristece y se niega a ofrecer lo que tiene. Ella es puesta por Jesús como un modelo a seguir. El es puesto por Jesús como un modelo a evitar. Esta viuda pobre que generosamente da todo lo que posee es presentada en el Evangelio en una situación similar a la de Jesús que ofrece todo de sí (Mc. 10,45)

 
2.4. Jesús y las cosas que salen del corazón (Mc. 7,16).

Mujeres:

“Jesús había ido a Betania, a casa de Simón, al que llamaban el leproso. Mientras estaba sentado a la mesa, llegó una mujer que llevaba un frasco de alabastro lleno de perfume de nardo puro, de mucho valor. Rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús… (Mc. 14,3).

Hombres:

“Algunos de los presentes se enojaron, y se dijeron unos a otros: —¿Por qué se ha desperdiciado este perfume? Podía haberse vendido por el equivalente al salario de trescientos días, para ayudar a los pobres. Y criticaban a aquella mujer (Mc.14,4-5).

Mujeres:

…Pero Jesús dijo: —Déjenla; ¿por qué la molestan? Ha hecho una obra buena conmigo. Pues a los pobres siempre los tendrán entre ustedes, y pueden hacerles bien cuando quieran; pero a mí no siempre me van a tener. Esta mujer ha hecho lo que ha podido: ha perfumado mi cuerpo de antemano para mi entierro. Les aseguro que en cualquier lugar del mundo donde se anuncie la buena noticia, se hablará también de lo que hizo esta mujer, y así será recordada (Mc. 14,6-9).

Comentario:

El mismo texto, pone en comparación las actitudes de la mujer y las actitudes de los hombres, incluido el anfitrión. Marcos dice que algunos de los presentes se enojaron (14,4) pero su paralelo en Mateo dice que los discípulos se enojaron (26,8), incluso en Juan se dice que Judas Iscariote, uno de los discípulos es quien protesta (Jn. 12,4-5). Sin lugar a dudas fueron los hombres quienes se enojaron por la actitud de agazajo de la mujer. Sin embargo Jesús la justifica (14,6-9).

Podemos dar muchas interpretaciones desde una perspectiva cristiana, como la que da Marcos vinculándo este suceso con el rito funerario de época. Pero nuevamente me inclino por una perspectiva jesusiana. La mujer fue justificada por Jesús porque simplemente estaba siendo culpabilizada por sus acciones, porque los discípulos – hombres estaban reproduciendo el modelo cultural donde la mujer es inferiorizada y desvalorada. Ella “hizo lo que pudo” (14,8), lo que tuvo a su alcance, lo que salió de su corazón, para demostrar su amor y admiración a Jesús. Seguramente Jesús valoró su autenticidad, tal como él actuó en la vida.

 
2.5. Jesús y las discípulas: el camino completo de Galilea a Jerusalén.

Hombres:

“Todavía estaba hablando Jesús cuando Judas, uno de los doce discípulos, llegó acompañado de mucha gente armada con espadas y con palos. Iban de parte de los jefes de los sacerdotes, de los maestros de la ley y de los ancianos. Judas, el traidor, les había dado una contraseña, diciéndoles: “Al que yo bese, ese es; arréstenlo y llévenselo bien sujeto.” Así que se acercó a Jesús y le dijo: —¡Maestro! Y lo besó. Entonces le echaron mano a Jesús y lo arrestaron. Pero uno de los que estaban allí sacó su espada y le cortó una oreja al criado del sumo sacerdote. Y Jesús preguntó a la gente: —¿Por qué han venido ustedes con espadas y con palos a arrestarme, como si yo fuera un bandido? Todos los días he estado entre ustedes enseñando en el templo, y nunca me arrestaron. Pero esto sucede para que se cumplan las Escrituras. Todos los discípulos dejaron solo a Jesús, y huyeron. Pero un joven lo seguía, cubierto solo con una sábana. A este lo agarraron, pero él soltó la sábana y escapó desnudo” (14,43-51; cf. 14,66-72).

Mujeres:

“También había algunas mujeres mirando de lejos; entre ellas estaban María Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé. Estas mujeres habían seguido a Jesús y lo habían ayudado cuando él estaba en Galilea. Además había allí muchas otras que habían ido con él a Jerusalén” (Mc. 15,40-41)

Comentario:

Estas discípulas mujeres eran galileas. Habían salido junto a los discípulos hombres. Las discípulas y los discípulos habían compartido el mismo camino que Jesús. Habían escuchado las mismas enseñanzas. Habían sido testigo de los mismos signos. Sin embargo, ellas llegaron a la meta junto a Jesús y ellos no.

Las discípulas fueron capaces de realizar todo el camino y llegar a la meta. De arriesgar la vida haciendo visible que integraban el movimiento de Jesús. De afrontar el fracaso y la frustración al presenciar la ejecución de su Maestro. ¿Quién mejor que una mujer para comprender la terrible humillación que estaba viviendo el Maestro?

Las discípulas fueron capaces de elaborar, desde su capacidad resiliente, la pasión de Jesús y comprender que había resucitado. Por eso fueron capaces de consolar y contener a la comunidad de discípulos. Por eso fueron capaces de mostrar a Pedro y los otros que Jesús estaba resucitado en Galilea.

Al igual que Jesús, abandonándose a sí mismas, fueron capaces de salir al encuentro de los otros (Mc. 1,21-26. 29-31. 32.34. 40-44; 2,1-12; 3,1-5. 7-10; 5,1-20. 21-43; 6,30-44. 53-56; 7,24-30. 31-37; 8,1-10. 22-26; 9,14-29; 10,46-52). Eso les mereció ser testigos de la Pascua (Mc. 16,1-7).

 
3) Comentario Global

Del estudio comparativo surjen varios aprendizajes que enriquecen el discipulado:

1- Los evangelios también son historias de mujeres, pero al ser contadas por hombres (y vale para toda la biblia) es necesario “desmantelarlas” del aparato machista y patriarcal, producto de la sociedad y la cultura, que desvirtúan su contenido liberador y dignificador.

2- Es necesario devolver la voz a las mujeres silenciadas, invisibilizadas y colocadas en planos secundarios en la historia de la Iglesia. Los Evangelios evidencian, junto a otros documentos del Segundo Testamento, que ellas tuvieron un marcado protagonismo junto a Jesús, y en muchos casos superior al de los Doce. Desempeñaron un relevante liderazgo en las comunidades, cumpliendo roles de dirigencia (diáconas y apóstolas).

3- Jesús no hizo diferencia entre discípulas y discípulos. Estas surgen a partir de los condicionantes epocales de la cultura centrada en el varón. Es más, desde una lectura alternativa o subversiva, como decíamos al comienzo, se podría concluir que Jesús se puso de parte de las mujeres en todas las circunstancias.

4- Desde esta lectura, podemos identificar testimonios donde las discípulas mujeres fueron más fieles, más coherentes y más radicales en el seguimiento de Jesús, que los discípulos hombres.

Tan evidente resulta la incomodidad de la comunidad masculina, que no solamente silencian a las discípulas mujeres, las ponen en un plano secundario quitándoles protagonismo, sino que las descalifican, malinterpretando y manipulando, por ejemplo, el texto de Mc. 16,9 (cf. Lc. 8,2) presentando abiertamente a María Magdalena como una endemoniada a la que Jesús había liberado. Pero muy solapadamente dicen que Pedro fue un traidor y un violento, o que los otros diez apóstoles fueron unos cobardes que abandonaron a Jesús, justificando la mediocridad de sus acciones con texto proféticos que tranquilizan sus conciencias y las nuestras.

4) Oración Final

Dios, Madre y Padre, en este Día Internacional de la Mujer, pedimos que nuestra Iglesia recupere la experiencia de la Iglesia Primitiva, donde la equidad entre los géneros fue posible, en el nombre de Jesús. Así sea.-

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(1)  Planteo la diferencia de clave de lectura, entre “jesusiana” y “cristiana”. La primera, sería una aproximación al texto bíblico desde la cercanía a Jesús de Nazaret, es decir, intentar leerlo con los lentes con los que nos transmiten los Evangelios, que leyó Jesús su sociedad, su cultura, su religión; donde la persona, no importa si es hombre o mujer, está por encima de la tradición, de la ley, de las estructuras organizativas que se da una comunidad. La segunda, sería una aproximación al texto bíblico desde el Cristo construido a partir de la fe, producto de una cultura determinada, que debió abrirse y dialogar con otras culturas. Un Cristo producto de doctrinas y dogmas que marca una distancia signifiativa entre el Jesús histórico y la Comunidad discipular actual.








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