La Epístola a los Colosenses en la Biblia Queer - Segunda entrega.

La Epístola a los Colosenses - Biblia Queer. Thomas Bohache. Traducido por MCRP.-

IMAGEN DE CRISTO

El anónimo autor de Colosenses, pone el tono del texto entero en el capítulo I, donde enuncia una de las más famosas porciones cristológicas del Segundo Testamento: el “Himno a Cristo” de Colosenses 1.15-20. Muchos estudiosos están de acuerdo en que este es probablemente una pieza ampliamente utilizada de la poesía o canción litúrgica, desde los primeros tiempos de la Cristiandad, que el autor incluyó en la epístola porque habría sido familiar a su audiencia (McDonald 2000: 68) El himno representa una Cristología muy “alta”, o sea, retrata a Jesús el Cristo como figura divina, uno con Dios “el Padre”, mientras las llamadas “bajas” Cristologías destacan la humanidad de Jesús como Cristo (Haght 1999: 178-84) Estos versos en Colosenses han sido comparados a menudo con otro temprano himno cristológico, Filipenses 2.6-11, que describe a Jesús como vaciando su naturaleza divina, tomando la forma de “esclavo” (o sea, forma humana), y fue recompensado por Dios con la exaltación, por su obediencia “incluso hasta la muerte en cruz”.

Mientras estos fragmentos de los dos tempranos himnos Cristianos son similares, creo que pueden ser distinguidos: Colosenses 1.15-20 no describe la humanidad de Jesucristo como una disminución de su divinidad, él es, por el contrario, retratado como el primogénito de vivos y muertos; su humanidad se describe no como un despojo (o vaciamiento), tampoco su forma humana como esclavitud, ni su muerte se ve como la recompensa de Dios con la exaltación, sino más bien como un único fin buscado, por el cual Dios reconcilia al cosmos consigo. Así, incluso aunque este fragmento pudo haber tenido orígenes tempranos, creo que fue redactado más tarde que el de Filipenses, una epístola genuinamente paulina. Pablo, en sus epístolas, ve la muerte de Jesús como un evento vergonzoso (en griego “skandalos”, 1 Corintios 1.23), que Dios rehabilitó para Su gloria a través de la resurrección. Por otra parte, Colosenses se une al posterior “visitante divino” en la Cristología del Evangelio de Juan y otro Segundo Testamento y textos Gnósticos de los siglos I y II, que anuncian la teología de que la figura preexistente de Cristo (también llamada Logos y Sophia) se hizo humana para morir y elevarse luego para rescatar a la creación, que había “caído” por el pecado humano o la inconducta por parte de las emanaciones semi-divinas (Bultmann 1955: 12,66) Esto me demuestra que Colosenses, mientras dice ser una epístola de Pablo, sin embargo, incluye una Cristología posterior a Pablo, apoyando así su procedencia deutero-paulina.

Más aún, el autor emplea esta alta Cristología a efectos de apoyar su agenda de jerarquía, control por los líderes y otras manifestaciones de kyriarquía. La importancia de la imagen de Cristo como una herramienta en esta propaganda se ve en la forma en que un cisma se formó alrededor de Colosenses 1.15-20, por los tres versículos que preceden y siguen al himno:

A) Que tú seas fuerte, con toda la fuerza que proviene del poder glorioso (de Dios),

B) Que puedas estar preparado para soportar todo con paciencia (1.11).

C) Mientras le das regocijadas gracias al Padre, que te ha permitido participar en la herencia de los santos en la luz (1.12)

D) (Dios) nos ha rescatado del poder de las tinieblas y nos ha conducido al reino del

E) Hijo Amado, en el cual tenemos la redención, el perdón de los pecados (1.13)


EL HIMNO A CRISTO (1.15-20)

D’) y ustedes, que fueron extraños y hostiles en mente, haciendo malas obras, (1.21)

E’) [Cristo] ahora los ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte,

C’) Para presentarlos santos y sin mancha, e irreprensibles delante de él, (1.22)

B’) Si en verdad permanecen fundados y firmes en la fe,

A’) sin moverse de la esperanza del Evangelio que han oído… (1.23)

El paralelo en los tres versos en ambos lados del Himno a Cristo destaca su importancia, ya que el retrato de Cristo aquí, será instrumental en la comprensión del resto de Colosenses. Las dos frases que preceden y siguen inmediatamente detallan el estado humano (oscuridad, extrañeza, hostilidad), que ha sido cambiado por la acción de Dios en Cristo (redención, perdón, reconciliación). Sin embargo, como Cristo aquí retratado es un Cristo cósmico, pre-existente, que posee “toda la completud de la divinidad”, el Himno provoca un movimiento en cómo el entrecruzamiento se equilibra y las primeras frases son replicadas en las últimas: lo que se atribuye a Dios en 1.11-12, es ahora “transferido” a Cristo en 1.22-23. Esto, entonces, permite al autor concentrar en la suprema Autoridad de Cristo sobre la Iglesia, cuyos líderes están sobre hombres/patrones/padres, quienes están, a su vez, sobre mujeres/esclavos/niños.

Solamente sometiéndose a esta jerarquía eclesial y social, podrán los cristianos vivir su salvación en Cristo: se debe “soportar todo con paciencia”, “continuar seguramente establecidos y firmes” a efectos de “compartir la herencia de los santos”, y permanecer “santos y sin mancha e irreprochables”. Así, afirmo que el Himno de Colosenses, lejos de ser meramente una hermosa manera de alabar al Cristo cósmico, es una “inyección” intencional en la Cristiandad de segunda generación, de un Cristo tiránico, triunfante que vencerá a los enemigos y protegerá a sus seguidores si permanecen sometidos. Este es el Cristo autoritario, militarista que servirá al imperio romano tan bien, una vez que la Cristiandad sea oficialmente reconocida como la religión imperial bajo Constantino. El Cristo de Colosenses es también el Salvador universal sin quien no hay salvación (Hechos 4.12) y en cuyo nombre, generaciones de cristo- fascistas han destruido a musulmanes, judíos y pueblos indígenas de África, Asia y las Américas. Como los ciudadanos globales trabajan para un mundo más inclusivo y tolerante, personas de fe – quizás especialmente comunidades “queer” – necesitan aceptar que el “reconocimiento de otras formas de salvación es uno de los factores importantes para una cristología del siglo XXI” (Gillis 1998: 89), y para ello, debemos distanciarnos de la Cristología de Colosenses 1.15-20

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