La carta a la comunidad cristiana de Galacia desde una perspectiva queer.

BIBLIA QUEER – Gálatas.

GÁLATAS / Patrick S. Cheng

Libertad de la ley es el tema central de la Carta de Pablo a los gálatas (5.1) Como tal, resuena poderosamente en los cristianos queer, que han sido oprimidos por numerosas leyes, religiosas y seculares, que han tratado de restringir sus sexualidades y relaciones. En particular, Gálatas es una declaración de independencia de aquellos modernos “falsos creyentes” (2.4) – o sea, fundamentalistas de derecha – que tratan de imponer su propio código legalista de conducta sexual sobre la comunidad LGTB, en lugar de proclamar el verdadero evangelio de Jesús – un evangelio que está fundado en la fe, y no en la ley.

En este comentario, leo Gálatas desde la perspectiva de un hombre cristiano gay que comprende la Epístola como una crítica a esos “falsos creyentes”, que persiguen a la comunidad hoy en día, en nombre de la “ley” de Dios. Además, la leo desde mi ubicación social como una persona gay de ascendencia asiática – o sea, alguien que existe como una minoría dentro de una minoría. Gálatas también puede ser leída como una crítica a la mayoría blanca queer dominante, en el sentido de que impone su propio código implícito de conducta o “ley”, sobre aquellos de nosotros que también pertenecemos a una minoría étnica o cultural.

COMISIONADO PARA EL MINISTERIO QUEER.-

Pablo comienza su carta a los gálatas con una afirmación clara de su autoridad, por la cual proclama el evangelio. Afirma que fue comisionado directamente a través de Jesús y Dios Creador (1.1) y que recibió su evangelio por una revelación de Jesucrito (1.12) En otras palabras, Pablo no fue comisionado por fuentes humanas, tampoco recibió el evangelio de otros humanos. El llamado especial de Pablo consistió en la proclamación del evangelio a los gentiles – o sea, los no circuncidados (2.7) – como opuesto al ministerio de Santiago, Pedro y Juan, que estaban encargados de proclamar el evangelio al pueblo judío.

La cuestión de la autoridad es particularmente importante para aquellos de nosotros que somos cristianos queer. Por que permanecemos en los márgenes de las principales denominaciones cristianas – la mayoría de ellas rechazan nuestros matrimonios y nuestra ordenación – nosotros, como Pablo, debemos mirar directamente a Jesucristo y a Dios Creador para nuestros ministerios. Como nos dice Chris Glaser, no necesitamos a las iglesias principales para confirmar nuestros ministerios. Más bien, somos llamados por Dios para compartir la audacia de Pablo en afirmar que “Dios nos llama” (Glaser, 1994: 9/23) Así como él fue llamado a ministrar a los gentiles, nosotros somos llamados a proclamar el evangelio a nuestras propias comunidades, como hizo Troy Perry al fundar la Iglesia de la Comunidad Metropolitana, en 1968.

Algunos de nosotros, como Pablo, quizás incluso hemos perseguido a la comunidad LGTB antes de nuestra salida del closet (1.13; Hechos 9.1-19) Spong 2005: 137-9. O, quizás estando fuera del closet, pero viendo al Cristianismo como el “enemigo” y por tanto, persiguiendo a la comunidad cristiana, antes de integrarnos completamente en nuestras identidades cristianas, con nuestras identidades queer. No debemos sentirnos culpables por esta persecución, sino más bien regocijarnos en el hecho de que no podemos crecer espiritualmente a menos que reconozcamos nuestra propia “complicidad en las sagradas formas del pasado, con toda su violencia y víctimas” (Allison, 2001: 34) Es la directa revelación del evangelio por parte de Dios a nosotros, que nos permite superar nuestros prejuicios y ser testigos de nuestros llamados vocacionales como cristianos queer (1.23)

NO HETEROSEXUALIDAD COMPULSIVA.-

Luego, Pablo se vuelve al problema central que estaba enfrentando la iglesia en Galacia – falsos maestros que estaban insistiendo en que los conversos deberían ser circuncidados, para convertirse en seguidores de Jesús. En otras palabras, los falsos maestros insistían en que no era posible seguir a Jesús, sin seguir también la ley judía, que mandaba la circuncisión de los conversos.

Por contraste, Pablo insistía en que la circuncisión no era necesaria para seguir a Jesús. Recuerda su comisión específica, de proclamar el evangelio a los gentiles, que no estaban circuncidados (2.9) Critica a aquellos como Pedro, que afirmaba lo contrario. Pablo recuerda la hipocresía de Pedro, al rehusarse a partir el pan públicamente con los gentiles, por miedo al grupo de los circuncidados (2.12), aunque el mismo Pedro “había vivido como un gentil y no como un judío” (2.14) Pablo utiliza un lenguaje muy fuerte, contra los falsos maestros. Pablo considera a estos falsos maestros como proclamando un “evangelio diferente”, que “pervierte” al evangelio de Cristo (1.6-7) También acusa a los gálatas por ser “tontos” al dejarse “hechizar” (3.2) por los falsos maestros.

Este problema de la circuncisión es análogo al debate contemporáneo en cuanto a si uno puede ser sexualmente “queer” y ser cristiano. Los fundamentalistas de derecha que insisten en que la gente “queer” no podemos ser cristianos/as, a menos que renunciemos a nuestras sexualidades, son similares a los falsos maestros de Galacia, que insistían en la circuncisión bajo la ley judía, como requerimiento para seguir a Jesús. Como afirma Tom Bohache en su lectura queer de Gálatas, nosotros, cristianos LGTB no tenemos que renunciar a nuestra sexualidad para ser aceptables a Dios. En sus palabras “no tenemos que circuncidar la piel de nuestra orientación sexual a los efectos de ser aceptables para el Dios Todopoderoso” (Bohache 2000: 235)

La buena noticia para los cristianos LGTB es que “nuestra condición de hijos de Dios no depende de fuerzas exteriores o reglas o listas de pecados, creadas por los seres humanos” (Bohache 2000: 235) Más bien, somos amados por Dios, por obra de la increíble profundidad de su gracia. El evangelio es más que un mero código de conducta – trasciende la idea de “bondad” y se relaciona con las nociones de “dependencia conforme a la aprobación del grupo” (Alison 2003: 133)

Como resultado, aquellos de nosotros, cristianos queer reconocemos que ninguna “circuncisión” compulsiva ni heterosexualidad compulsiva se requiere, a los efectos de ser seguidor de Jesús. En efecto, como ha escrito Tom Hanks, los individuos homofóbicos que imponen “normas heterosexuales sobre las minorías sexuales” y ex – gay “torturas” está de hecho proclamando “otro evangelio” (Hanks 2000: 121-2), exactamente como los maestros falsos de Galacia. Como Pablo confrontó a Pedro en cuanto a su hipocresía en la reunión alrededor de la mesa, estamos llamados a confrontar la hipocresía de los falsamente llamados cristianos, que excluyen a las personas LGTB de la membrecía plena en la Iglesia (Glaser 1994: 9/23) Es importante para nosotros hablar abiertamente sobre esto, pues la hipocresía religiosa inhibe la honestidad y el crecimiento espiritual de los demás (Truluck 2000: 286)

No más hombre y mujer.

En uno de los más conocidos versículos de Gálatas, Pablo proclama que: “no hay más judío o griego, no más esclavo u hombre libre, no más hombre y mujer; porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús (3.28) En esta sección de la Epístola, Pablo advierte a los gálatas no dividirse por el papel de la ley en sus vidas, ya que todos están unidos en el bautismo en Jesús.

Para contrarrestar los argumentos divisionistas de los falsos maestros acerca de la necesidad de aplicar la ley Mosaica, Pablo cita el ejemplo de Abraham y cómo él y su “descendencia” fueron bendecidos por Dios, porque creía en Él (3.6), mucho antes de que la ley fuera revelada en el Monte Sinaí (3.17) De acuerdo con Pablo, la ley Mosaica fue meramente escrita para servir como disciplinaria, hasta que Jesús, quien es la “descendencia” de Abraham (3.16), llegara para justificarnos por la fe (3.24) Así, todos los que están bautizados en Cristo Jesús – sean judíos o griegos, esclavos o libres, hombres o mujeres – son herederos de la promesa original, hecha a Abraham y su descendencia (3.29) Esto es particularmente significativo para los cristianos “queer”; que fueron liberados de las prohibiciones mosaicas contra la relación anal hombre – hombre en Levítico 18.22 y 20.13.

No es sorprendente que la promesa de igualdad radical en Gálatas 3.28 resuene con fuerza en los cristianos “queer” y nuestros aliados. En otras palabras, no solo ya no hay judío o griego, esclavo o libre, hombre o mujer, sino que ya no hay “straight” o “queer” (véase, por ejemplo, Jennings, 2003: 9; McNeill 1993: 147; Rogers 1999: 37-66; Truluck 2000: 209-10; Tutu 1996: IX) De acuerdo con Chris Glaser, por ejemplo, la promesa de igualdad en Gálatas 3.28 trasciende los prejuicios en las principales iglesias sobre las personas LGTB (Glaser 1994: 4/19) En efecto, si ya no hay hombre y mujer en Cristo Jesús, “no importa a Dios a qué género amamos, de qué género somos, o a cuál género creemos que pertenecemos. (Glaser 1994: 10/3) De la misma manera, Kathy Rudy anota que Gálatas 3.28 nos llama a crear un mundo en el cual “la fe cristiana - y no el género o la orientación sexual – sea “la primaria y única medida” (Rudy 1997: 100-1)

Recientemente, las personas bisexuales y trasgénero han leído Gálatas 3.28 como una afirmación específica de sus diversas identidades de género. Por ejemplo, Susan Craig, una pastora bisexual, cita a Gálatas 3.28 al escribir acerca de cómo los bisexuales son “ni gays ni straights” y sin embargo, “ambos, gay and straight” (Craig 2000: 198) Justin Tanis, un ministro trasgénero, afirma que Gálatas 3.28 nos permite vernos como “hijos de Dios primera y principalmente”. Para Tanis, Gálatas 3.28 “pinta para nosotros una visión de un mundo más allá del género, en el cual hay lugar para infinita variación e infinita gracia” (Tanis 2003: 83) Finalmente, Virginia Mollenkott ve Gálatas 3.28 como la “despolarización” de las categorías macho – hembra (hombre – mujer) y afirma un “tercer sexo” o personas intersexuales, transexuales y trasgénero (Mollenkott 2001: 113-14)

Libertad del Legalismo Sexual.

Pablo se vuelve luego al tema central de Gálatas, o sea que Jesús nos ha liberado del yugo de la esclavitud de la ley (5.1) Pablo dibuja una analogía estructural con los dos hijos de Abraham: Ismael, que era el hijo de la esclava Hagar (4-25) e Isaac, que era el hijo de la mujer libre, Sara (4.28) En el pasado, éramos como Ismael e Isaac. Estábamos esclavizados y permanecían bajo la autoridad de los guardianes y comisarios (4.2-3) Sin embargo, con la venida de Jesús, hemos sido adoptados por Dios y, como Isaac, somos plenos herederos de Dios (4.5)

La referencia paulina al “yugo de la esclavitud”, habla al pueblo “queer” y nuestros amigos, en múltiples niveles. En uno, el yugo de la esclavitud es el “legalismo sexual” of los fundamentalistas de derecha, que mantienen a las personas LGTB en sus lugares (Glaser 1994: 7/8; ver también Truluck 2000: 28). En el segundo nivel, el yugo de la esclavitud es el miedo de la asociación – que mantienen muchos de nuestros amigos no- queer – y que supone que la solidaridad con nosotros hará que las identidades heterosexuales sean cuestionadas. Todavía en otro nivel, el yugo de la esclavitud es el “legalismo ideológico”, dentro de la comunidad LGTB, que define lo que significa ser “gay, lesbiana, y políticamente o espiritualmente correcto”. (Glaser 1994: 7/8) y que nos impide respetar la verdadera diversidad de cuerpos y perspectivas dentro de nuestra comunidad. Es Jesús quien nos libera de todos estos yugos de esclavitud.

Las varias referencias paulinas a la adopción y la herencia en esta sección de Gálatas, también habla a la comunidad LGTB. Por ejemplo, hay un recuerdo viviente a los cristianos, en cuanto al llamado vocacional para ser hospitalarios con los extraños. Eugene Rogers afirma que nuestra misma existencia – como personas que se vuelven a significaciones alternativas de creación de familias – son un recuerdo a todos los cristianos de que somos todos productos de adopción, como hijos de Dios (Rogers 1999: 260) Paradójicamente, nuestro estatus como hijos de Dios nos impide ser o considerarnos como extraños, en un lugar donde no hay adentro ni afuera. En las palabras de James Alison, nuestro estatus como hijos de Dios nos trae desde los márgenes y la periferia, a “estar en el centro de las cosas, sin ser el centro” (Alison 2003: 72). En suma, a través de las adopciones de dios, somos amados por quienes somos, punto.

Traducido por María Cristina Ruibal.

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